— No podrás romper mi relación con Alex.

Massimo suspira — tu relación con él ya está muerta, lo estaba desde que tu — dice, golpeando levemente mi nariz con su dedo índice — hiciste eso.

Eso.

Mis manos se cierran en puños, sé perfectamente a lo que se refiere. Intento decir algo en mi defensa, pero es demasiado tarde, era obvio que él podría llegar a deducir quién lo llevó hacia esa habitación de hotel. Y reconociendo la forma tan ágil en la que creo drogas... él solo tiene que sumar las pruebas a su alcance.

— O tal vez lo está desde que esa mujer ha estado enviándole mensajes de texto a tu marido, pero es algo que tú todavía no sabías, ¿no es así?

Mis ojos se abren — ¿Qué?

— Anna ha estado tratando de comunicarse con Alex de todas las formas posibles, resulta interesante saber que él ha decidido no asesinarla.

La sonrisa en su cara no es lo que más está doliéndome ahora mismo.

— No es verdad — jadeo.

Massimo me extiende el teléfono de Alex. Está abierto por una ventana de mensajes de un número desconocido que él ni se ha molestado en registrar pero que tampoco ha borrado.

— ¿Qué duele más? ¿Saber que él no te lo ha contado o el miedo al pensar que ella pueda contarle lo que le hiciste para separarlos? Después de todo eres la culpable, ¿me equivoco? Tu nos drogaste esa noche en el hotel y nos grabaste después

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— ¿Qué duele más? ¿Saber que él no te lo ha contado o el miedo al pensar que ella pueda contarle lo que le hiciste para separarlos? Después de todo eres la culpable, ¿me equivoco? Tu nos drogaste esa noche en el hotel y nos grabaste después.

— Ella ya se veía contigo — gruño.

— Pero no para follar, Ana estaba locamente enamorada de Alex y él se veía demasiado cómodo al lado de esa mujer, por eso la sacaste del medio.

— ¡Cállate! — bramo. De nuevo, me encuentro mirándole con odio — no tienes pruebas de nada.

— Cariño, yo no quiero hacerte sufrir. Pero la verdad acabará cayendo por su propio peso, y cuando eso suceda, estaré esperando a que me pidas ayuda y vuelvas a mí.

— Antes prefiero morirme.

Massimo se encoge de hombros — esa mujer acabará volviendo, deberías agradecerme que te lo estoy contando.

Presiono el teléfono entre mis manos y acabo lanzándolo a una papelera cercana, he tenido suficiente con leer solo algunos de los mensajes, no quiero saber nada más. Él no ha contestado a ninguno, por favor... que él no haya contestado a ninguno de esos mensajes.


Alex.

Cuando salgo de la habitación y abro la puerta todo lo que me encuentro es a mi esposa llorando con las manos sobre la cara. Massimo está a escasos metros de ella. Solo tengo que caminar un paso más y meter a Ángel entre mis brazos.

EsclavaWhere stories live. Discover now