El día de la boda

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—¿Y después? —preguntó la psicóloga que miraba intensamente a Casandra

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—¿Y después? —preguntó la psicóloga que miraba intensamente a Casandra.

Aquella se había quedado con la mirada perdida, un poco inusual para la expresión tan determinada que estaba demostrando a lo largo de todo su relato.

Pronto, la nube de confusión se fue disipando y finalmente reaccionó para esbozar una sonrisa tan vacía que dolía mirarla. Así como duele mirar a alguien llorando desesperadamente.

—Después ocurrió el día de la boda.

Beverly desapareció esa noche. Me gustaría decir que lo hizo de una manera natural y poco dolorosa, pero en realidad se hizo polvo tan lentamente que lo sintió en cada uno de sus huesos. Percibió cómo la destrucción abarcaba desde el fondo de su corazón, fluyendo cual río por las venas y en las fibras de sus músculos. Un dolor venenoso que pudo haberla matado en cualquier momento, pero que decidió dejarla experimentar la crueldad más profunda y esperar hasta que el polvo fuera su amigo y gemelo.

Después de ella apareció Bridelle. Yo tampoco era Bridelle, porque, como dije, había desaparecido hacía bastante tiempo atrás. Ella tenía un optimismo casi imaginario. Cuando Beverly se volvió polvo, de una pequeña morona de esperanza nació Bridelle.

Su apariencia era un poco lamentable, siempre lucía como si hubiera estado llorando todo el día. Muy probablemente así había sido, porque aquella tenía conocimiento de todo lo que sucedió antes de su nacimiento. Conocía al Tom que dejó a su predecesora en los huesos...

—¿Tom siguió siendo el mismo?

—Sí —respondió Casandra limpiándose una lágrima—. Tom siguió siendo el mismo de ahí en adelante, para siempre.

En realidad, como Bridelle era nueva en este mundo, se encontraba totalmente perdida todo el tiempo. Se levantaba cada día pensando en Tom, lo hacía con una extraña mezcla entre tristeza y emoción; un batido de amor con odio.

Después de tomar su desayuno invisible, ella avanzaba por las calles con la sonrisa colocada como máscara. Saludaba a todos nerviosa, le sudaba la frente a cada momento. Tenía las piernas temblorosas y la voz a punto de quebrarse cuando se atrevía a pronunciar alguna palabra.

Cuando era su turno de interactuar con Tom, lo hacía de una forma casi ensayada. Tenía la información que Beverly había dejado escrita en su pequeño diario de cuero negro y apariencia ruda. Lo caligrafió con dulce letra cursiva para que Bridelle pudiera entenderlo. Aquella leía esas palabras antes de cualquier charla con el muchacho. Por lo que sus interacciones iban con lecturas torpes de por medio.

Sostenía la libretita mientras temblaba e intentaba mantener algún tema de conversación que le agradara a Tom. Aquel la miraba con una suspicacia especial. Tenía la impresión, una pequeña duda solamente, de que ella era el reemplazo de Beverly. En sus ojos se observaba la preferencia por Beverly. Ella era "ruda", como a él le gustaban, aunque solo Bridelle sabía lo que realmente ocurría por el corazón de la chica mientras escribía en su diario privado.

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