Iluminación

77 19 23
                                    

Como todos los domingos, estaba emocionada porque Bernard y yo nos encontraríamos en la iglesia

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Como todos los domingos, estaba emocionada porque Bernard y yo nos encontraríamos en la iglesia.

—¿Hablas de Benjamín, Chrischell? —preguntó la psicóloga.

—Por supuesto, pero en ese instante él era Bernard y yo no era más Chrischell. Mi nombre era Mary, Mary Miracles.

Como para todos los buenos cristianos protestantes, el cielo brillaba mucho más. Ahora parecía un enorme cristal en el que estábamos atra... bendecidos, sí.

Yo elegí un vestido de cuadros muy bonito que daba a juego con ese hermoso rubio platinado y de rizos.

—Teñiste tu cabello —comentó la curiosa especialista anotando nuevamente.

—No lo hice. Yo era rubia natural.

Mi cabello siempre estaba rizado, divino. Él, tenía las camisas recién planchadas cuando llegaba a los servicios de cada domingo. Soltaban un delicioso aroma a suavizante de tela. Como a lavanda fresca.

Ir a la iglesia era una de las costumbres más amadas que tenía. Me levantaba temprano. Cuando los rayos del sol empezaban a crearse en la lejanía, yo estaba preparando una deliciosa canasta de refrigerios. Pasar minutos haciendo los sándwiches de mermelada y las galletas con queso crema, me hacía verdaderamente feliz. En especial, cuando aquellas acciones iban acompañadas del ineludible pensamiento en Bernard.

Él había leído la Biblia unas seiscientas sesenta y seis veces. Sabía cada versículo con la precisión de un historiador ficticio, podía enlistar nombres y parentescos mucho mejor de lo que podía hacerlo con su propia familia.

Ese día recuerdo que lo vi llegar. Como nos habíamos conocido en el tren el día anterior, creí que sería correcto acercarme para saludarlo. Me reconoció de inmediato, de hecho, después de ese instante, me persiguió por toda la iglesia como una sombra. Yo lo consideré algo molesto al inicio. Pensándolo bien, no era una sombra, era un ente o fantasma... pero quería convencerme de que aquello era levemente romántico.

Cantaba un himno y él estaba ahí, lanzándome una mirada desde lejos. Eran brillos en las pupilas un poco difíciles de ignorar. Persistía la esperanza de que aquellos se trataran únicamente de una promesa en la cual recargarse, pero finalmente me hablaba moviendo sus labios con lentitud para que yo pudiera entenderle, enlazados con enredaderas claramente espinosas.

Nadie percibía ese tipo de actitudes, Bernard era muy discreto con eso. Si lo veías a lo lejos, su porte daba para el hijo de un Pastor. Iluminado, divino... de hecho creo que lo era. Se pavoneaba por todo el sitio, pero entre plumas de humildad negra.

El servicio terminó cuando el sol aún lucía en un tono precioso. La iglesia había sido tocada por la mano de Dios, como mi hombro por Bernard cuando todos habían abandonado los alrededores.

Ahí, sola, me dijo una cosa: "No me dejes, por favor".

Y muy, pero muy en mis adentros, no quería hacerle esa promesa. No quería comprometerme, porque antes de subir al tren yo era una persona libre... muy triste, quizá, pero libre. No necesitaba una carta romántica o una margarita en primavera. Tan solo era mi seco sarcasmo acompañando la bruma de cada día. ¿Yo era capaz de renunciar a eso?

El silencio que antecedió mi respuesta no fue lo suficientemente largo. Dejé caer sobre él mi voz proclamando devoción. Le decía que nunca me iría, que nunca lo dejaría, porque nuestros caminos se habían unido por una razón.

Durante ese momento, su sonrisa volvió a mostrarse; lo siguiente, no lo recuerdo muy bien. Tengo dos imágenes en mi mente: la sonrisa y luego el sol llenando la iglesia, como una señal; la otra, la sonrisa y un frío relámpago cayendo muy cerca, como una señal.

De cualquier forma, él extendió su mano y la tomé a pesar de que odio tocar la mano de las personas. En especial de aquellos que han buscado con tanta persistencia mi compañía durante el servicio.

Salimos de la iglesia y cuando volteé hacia él para presentarlo a mis amigos, ya no estaba. Dudé un segundo si acaso lo había alucinado. ¿Sería un espejismo? Pero sobre mi mano noté un pedazo de papel que estaba tan divinamente caligrafiado que no me quedó la menor duda: Bernard, de nacimiento, era real.

Esa idea se plasmó en mi mente y tuvo coherencia con los eventos que prosiguieron.

A mi casita, que se encontraba muy cerca de la iglesia, llegaban cartas con esa particular caligrafía. No sabía cómo, pero estaban impregnadas de sol entre la tinta. Las leía como una enamorada lee las letras de cupido: con una sonrisa tonta y las mejillas sonrosadas. Ese tipo de palabras que son simples, pero alegran el alma como cisnes aleteando sobre un lago.

Llegaban con más frecuencia cada día, el buzón ya no soportaba tantos relatos, tantas opiniones, tantos versos de la infancia. Mi corazón no los soportaba tampoco, porque estaba tan llena de ilusiones que me daba miedo caer del columpio.

—¿Alguna vez se cayó del columpio cuando era una niña? —cuestionó la joven.

—Sí, varias veces, ¿y tú... Mary?

—Nunca. Nunca me caí del columpio. Jamás lo permití, pero siempre imaginaba lo que se sentiría.

Poco a poco, el miedo salió por mi ventana (o se ocultó en el armario, no estoy segura), y el espíritu de él empezó a llenar mi casa. Todo el tiempo estaba ahí, aunque yo estuviera sola. Se hallaba en el desayunador conmigo, en la encimera del cuarto, sentado a mi costado en el suave sillón café. ¡Estaba realmente en todos lados!

Esas cartas eran mágicas, lo presentía. Aunque en ese momento no podía creer en la magia. Era Mary Miracles porque hacía milagros, como María, pero en otro sentido. Eso sí, nada de brujería.

—Mary Miracles, nunca una bruja, siempre cristiana. —La sonrisa suspendida sobre la mejilla de la joven temblaba un poco, como si estuviera a punto de caerse de golpe.

Fue una bendición que apareciera al poco tiempo de esto. Bernard llegó a mi casa, es cuando lo verdaderamente emocionante comienza.

 Bernard llegó a mi casa, es cuando lo verdaderamente emocionante comienza

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
¿Por qué caen las hojas en otoño? ✨Where stories live. Discover now