Rosas Rojas [Jaden Walton]

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GREECE LINN

Me miré una vez en el espejo viendo si iba presentable y bien para un partido de béisbol.

Mike, uno de mis primos jugaba hoy uno de sus primeros partidos en su nuevo equipo los Phillies.

El mismo equipo de Jaden, que alegría. Nótese el sarcasmo.

La última vez que lo vi, había sido en esa pizzería hace tres casi cuatro semanas, desde entonces no lo he visto ni en la vuelta de su casa. Agradecía que estábamos en una semana de pausa por huelga en el colegio.

Que raros son todos acá.

—¿Lista para volver a ver al amor de tu vida? —Una Rose toda arreglada y perfumada entró a mi habitación a quitarme mi sitio en el espejo.

Rose era mi otra prima, la melliza de Mike y ambos se estaban quedando la semana entera en mi casa bueno, digamos que solo Rose por qué Mike solo se la pasaba en casa de los Walton.

Él y Jaden se habían vuelto muy unidos y no acababa de agradar.

—No es nada mío, tal vez solo llegamos a ser conocidos. —Hice una mueca. A mi me hubiera gustado llegar a ser más con él pero el hubiera no existe.

—Lo que digas, Jayla pasará a buscarnos para llevarnos al partido. —Sonrió una vez más y salió de mi habitación dando pequeño saltos.

—Trágame tierra. —Bufé.

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A lo lejos veía como el equipo de Mike acababa de calentar para empezar el partido y la gente terminaba de llegar. Era sorprendente la cantidad de gente que venía a verlos jugar.

—Hola linda Greece. —Una voz de niño pequeño llamó mi atención. Este se acercó hasta a mi y sonrió sentándose a un costado mío. —Ya no te he visto por casa.

Sonreí. —Tu debes ser Daelo encantada, pero veo que ya conoces mi nombre.

—Si, en mi casa se habla mucho de ti. —Él sonrió con mucha inocencia. Intente ignorar ese comentario pero me fue inevitable no sonreír una vez más.

—¡Greece viniste! —Escuché a Javon gritar mientras venía a mi casi corriendo. En estas tres semanas nos habíamos hecho muy cercanos.

—Si pero no a ver a tu hermano. —Solté en seco. Pese a que me había acostumbrado de su presencia en mi vida no lograba olvidar su desagradable comentario de la última vez.

—Es muy pesado, llora todas las noches. —Ahora se metió el pequeñín de mi lado.

—¡Daelo no cuentes cosas! —Le advirtió su hermano mayor. ¿Que acababa de decir?

—Mejor veamos el partido, miren que ya va a empezar. —Solté un poco apenada. No quería dañar la tarde.

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