La Bestia en el Bosque: I

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La Bestia en el Bosque

Las pisadas trepitaban sobre las ramas

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Las pisadas trepitaban sobre las ramas.

En los arbustos, estas ramas eran anormalmente altas, descuidadas e impúdicas como la noche.

La luz de la luna caía sobre el terreno, rociando escarcha sobre la punta ondulante de los pinos de la colina. Los suelos, que eran planos e indiferentes, dificultaba aferrar los pasos sobre la tierra. Sin embargo, aun así el terreno era lo bastante resistente como para sopesar el sobrepaso de cada una de sus pisadas.

El brillo metálico de las estrellas dentellaba como un hierro ardiente.

Era que esa noche se oían distintos sonidos. Música que parecía ser una vieja canción de Iron Maiden, una que le dijo Brian se llamada «The Number Of The Beast». Había risas de niños divirtiéndose, de adolescente vacilantes; el motor de vehículos dando vueltas en U en el camino bajo la colina. Lo oía todo.

Se oía como algo incomprensible que comenzaba a desprenderse del aire. En ese instante Tom se imaginó en una feria. Tal vez porque nunca se le había permitido ser un niño.

- Apresúrense. -Gritó una voz a la distancia.

Aún no sabía cómo había llegado hasta allí. Sabía que no estaba bien, pero aun así... A nadie le interesaba lo que pensaba Tommy.

Para todos, creía, solo era un niño de 12 años bastante raro. Fraternal, pequeño. Si. Quizá dulce le habrían dicho alguna vez. Un niño mimado y temeroso crecido dentro del seno de una familia intachable.

No era muy grande ni cercanamente fuerte como lo eran los demás así que, después de un rato le costó mantener al ritmo a la misma marcha que ellos. Sus brazos enjutos, sus piernas estrechas y sus débiles tobillos se encontraban sudando. Con el canto de la mano despejó un mechón de cabello de su rostro recubierto de pecas.

Escuchó como se movían los árboles. Era un diminuto estruendo, así que se dispuso a mirarlo, preocupado.

Cuando fue interrumpido.

- Vamos -le sopló alguien en voz baja. Adelantó el paso, y una rama crujió al pisarla.

Estaba paranoico.
Estaba aterrado.

Calculaba que desde que habían partido, hace algunas horas, habían recorrido kilómetros y ya se estaba cansando.

En medio de aquel galopar, en una abertura engendrada por dos árboles contorsionados, logró observar a esa altura que las casas parecían el reflejo de unas estrellas. Pero como era habitual, las estrellas estaban rodeadas por sombras...

Intentó no prestar atención a esa idea e intentó maravillarse, como si no viviera allí desde siempre.

Eso es porque normalmente, para él, este pueblo estaba adornado por un humor oscuro, en un ambiente cenizo la mayor parte del tiempo. Podría decirse, que como las villas de Sleepy Hollow, Endville era todo pueblo durmiente.

No Todos Los Muertos lo Están (O Deberían Estarlo) I ParteWhere stories live. Discover now