Capitulo 3: Muerte.

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- No está muerto.


- ¿Que? - miro a James con las cejas arqueadas.


- No está muerto - repite.


Desvío mi mirada hasta mis manos unidas, sintiendo como el agua las lame con parsimonia a pesar de no mojarme. Los restos chamuscados del carro de la cabaña de Apolo siguen ardiendo a mi espalda, mientras las olas del mar lo hunden tratando de apagar las llamas; pero no hay manera.


- ¿Estás seguro? - pregunto en voz baja sin permitirme sentir esperanza.


- Al 100% - contesta con seguridad sentándose a mi lado en el agua, de donde no me he movido en al menos 3 horas - Simplemente ha desaparecido, pero eso no es tan preocupante. Es Nico di Angelo, nada puede con él. Estoy seguro de que está a salvo.


- Yo no estoy tan segura - murmuro.


Es cierto que al principio tuve una pequeña esperanza de que Nico hubiese saltado del carro antes de su explosión, pero después de estar tres horas esperándole; la esperanza se ha esfumado. Da igual que sea Nico di Angelo, ni siquiera él se puede escapar de la muerte. Nadie puede hacerlo.


- Ten un poco de fe en mi, chica - se burla James salpicándome un poco con agua.


Me río un poco y le empujo con el hombro, queriendo creerle.


- Hay que ir a la Casa Grande - me comunica James tras un rato en que los dos nos dedicamos a mirar a la nada - Quirón y el Señor D están un poco asustados por la muerte de Nico. Tienen miedo de la reacción que pueda tener Hades ante la noticia, pero no se dan cuenta de que en el hipotético caso de que Nico hubiese muerto de verdad, Hades sería el primero en enterarse. Quiero pensar que no se dan cuenta de eso por la impresión, por que si no...


- Vaya, parece ser que has venido con un coeficiente intelectual superior al resto del campamento ¿Verdad, James? - digo mirándole.


- Las cazadoras son muy sabias, Daisy - me dice - Es increíble lo que se puede aprender con ellas. En serio, no recuerdo haberme sentido tan feliz, tan... completo en toda mi vida. Son una gran familia.


- Podrías haberte quedado con ellas - murmuro agachando la cabeza - Si tan bien estabas...


- Daisy, yo... - suena frustrado, pero yo no le miro para comprobarlo - Sabes que no quería decir eso...


- Hay que ir a la Casa Grande - digo con voz fría e indiferente poniéndome en pie.


Comienzo a caminar sin problemas hacia la Casa Grande, sin ni siquiera preocuparme en esperar a James o mirarle. Sé de sobra que no ha querido decir que en el Campamento Mestizo esté mal, pero de alguna manera verle hablar con esa felicidad y euforia de su tiempo con las cazadoras me he hecho llenarme de celos.


«Familia» Ha dicho. Justo lo que yo no tengo.


La Campeona de Hades (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora