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「Secret」
La princesa abrió los ojos removiendo su cuerpo en las sábanas, rozando la piel de alguien a quien conocía bastante bien. Sonrió estirando su mano a para acomodar sus rebeldes cabellos haciendo que está se despertara.
Tallo sus ojos con pereza haciendo que la débil sonrisa se ensanchará.
-¿Por qué siempre te levantas temprano?- se queja.
-Se supone que tú eres la "señorita responsabilidad"- ríe burlona recibiendo un golpe suave-. Debes vestirte, iré con mi madre y según recuerdo tu ibas a salir con Rhaenyra.
-Cierto, lo olvide.
-Además, si no me levanto temprano, alguien podría sospechar- Saerys se puso de pie en busca de sus prendas-. Si queremos mantener este secreto, tenemos que ser...
-Cautelosas- termino la otra chica bufando.
-Eres linda aún cuando te molestas, Alicent- antes de vestirse depósito un beso en las mejillas de la Hightower-. No te preocupes, puedo inventar una excusa para que nos veamos otra vez.
Alicent termino de acomodar su vestido, aunque su cabello estaba alborotado. Mientras trataba de ponerlo en orden, miro a Saerys, apreciando la vista de esta desnuda.
Saerys era la segunda hija del rey, siendo un año menor que la princesa Rhaenyra. Pese a su edad, era alguien descarada, berrinchuda y traviesa. No era muy bien visto, pero quién la podía culpar por ello.
Era la favorita de la familia. Viserys se arrodillaba ante su hija, Aemma la adoraba y Rhaenyra era tan cariñosa con ella que era capaz de ponerla en una cajita con tal de protegerla.
Muchos rumores circulaban, entre ellos, que la razón por la que la princesa era tan mimada era porque su huevo de dragón nunca había eclosionado.
-Debo irme- Alicent cerro los ojos con pesadez-. Rhaenyra me matará si llego tarde.
-Claro, cariño- la peliplateada termino de vestirse-. Te veré luego.
Alicent sonrió, pero antes de salir le robó un beso a la princesa, abriendo el pequeño pasadizo detrás de una pintura. Saerys agitó su mano con alegría hasta que sus pasos se escucharon lejos.
Un suspiro salió de sus labios, su relación había sido un mero capricho al principio, pero después supo que era una ventaja escuchar de una fuente confiable lo que la mano del rey hacia.
