Capítulo 4: Situaciones indeseadas no tan terribles

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—Menos mal que hemos salido ya –dice Talía, estirando las piernas–. Estaba a punto de mearme encima y se ha averiado esta mierda.

—Ese vocabulario, Sarkar –ríe el chico pelirrojo. Después, se gira y mira a la otra chica–. ¿Y esta quién es?

Talía señala a Mel moviendo las manos de forma teatral.

—Mi compañera de avería, Melpómene.

—Eh... Mel es suficiente.

—Este es el chico del que te hablaba –explica Talía.

Él la mira ofendido, verdaderamente ofendido, y Mel tiene que aguantar una risa.

—¿Por qué hablabas de mí?

—No sé, ha salido el tema. Tampoco dejes que se te suba a la cabeza, no eres tan importante.

El chico hace una mueca y se dirige hacia Mel extendiendo la mano.

—Encantado, soy Grant.

Mel estrecha su mano algo incómoda. Después, Grant se la suelta bruscamente y comenta:

—Mi tía esta a buscándote como loca –le dice a Talía–. Se niega a cenar hasta que aparezcas. Está muy pesada hoy, como siempre.

—Vale, ahora voy, en cuanto vaya al baño. ¿Se puede quedar a cenar Mel también?

Él le dirige una rápida mirada a la recién conocida.

—Claro, no veo por qué no.

Mel levanta las manos y las sacude, escondiendo su agitación.

—Oh, no os preocupéis. No voy a...

—Que no, mujer, que no pasa nada –la tranquiliza Grant con repentina familiaridad.

Cuando Talía se despide con un "ahora vuelvo", Grant la acompaña hasta el comedor. Por el camino, pasando por el pasillo de luz tenue, Mel decide poner a prueba sus habilidades sociales. Por qué no.

—Eh... ¿Qué tal?

—Mal.

—Oh.

—Odio la lluvia –explica–. Arruina todos mis planes.

—Ah. Vale, tiene sentido.

—Mira, ahí está mi tía.

Cuando llega a la mesa y se sienta, Mel tiene la sensación de ser una intrusa. ¿Qué hace aquí? ¿Cómo ha acabado en esta situación? Apenas conoce a esa gente. Sus uñas se clavan en la silla mientras espera a volver a ver a Talía por la puerta.

—¿Quién se ha sentado a mi lado? –pregunta con seriedad la anciana. Lleva las gafas de sol todavía puestas y su cara parece cansada.

—Es una invitada. Melpómene se llama.

—Mel es suficiente –repite la chica.

Bruscamente, la mujer dirige la cabeza hacia ella.

—Curioso nombre. Me suena tu voz.

Mel no dice nada más. Su estómago se revuelve y no sabe si es debido al hambre o algo peor. Por suerte, Talía llega inmediatamente después y se sienta a su lado.

—¿Qué me he perdido?

La conversación continúa con normalidad. Los cuatro cenan bajo la luz de la gran lampara y otros comensales van apareciendo. Mel ha pedido una sopa y la toma mientras escucha a Grant y Talía conversar. Joanne permanece normalmente callada, sumida en su propio mundo, pero de vez en cuando hace preguntas.

—Melpómene,  ¿por qué estás aquí sola? –pregunta en cierto momento–. ¿Acaso has venido a pasar las vacaciones por tu cuenta? ¿Qué hay de tu madre y de tu padre?

—Bueno... –comienza Mel, con la vista fija en su plato–. Mi madre es una alcohólica y mi padre está muerto.

Dice eso más rápido y bruscamente de lo que pensaba, con una pequeña risa al final. Ese tipo de cosas suele pasar cuando menciona a su familia; tratarlo como una broma es mucho más fácil. Tanto Joanne como Talía la miran con tristeza y simpatía, en un silencio respetuoso, mientras Grant continúa cortando su filete. Cuando se da cuenta de que tal vez decir eso no es adecuado, se disculpa.

—Una pena... –dice Joanne.

—Sí, lo siento, Mel –añade Talía–. No tenía ni idea.

—Bueno, yo te gano –salta Grant.

Mel levanta la cabeza.

—¿Qué?

—Mis dos padres están muertos.

—Oh.

Después, Grant empieza a reírse. Mel no puede evitar que se le escape una sonrisa ante lo ridículo de la situación, mientras Talía se apoya sobre sus manos con los codos en la mesa.

Joanne deja los cubiertos sobre su plato y junta las manos.

—Dominic Grant Augustus Campbell, ¿qué te había dicho sobre ese tipo de bromas?

—¿Que son graciosas? –responde Grant–. ¿Hilarantes, incluso?

Esto hace reír a Mel, que tiene que esforzarse como sea por evitarlo.

—Basta –gruñe su tía.

—Vale, vale.

Grant y Mel se dedican una breve mirada de complicidad. A la joven le da ánimos que haya una persona con su mismo tipo de humor y traumas. Sin embargo, por respeto a Joanne, ambos se callan.

—Creo que iré a dar un paseo por el pueblo mañana –menciona Talía–. He escuchado que hay un concierto en la plaza a mediodía.

—Perfecto, querida –contesta Joanne–. Pero recuerda estar aquí para las ocho de la tarde. Tienes que ayudar a Emmanuel con los paquetes.

[...]

La hora pasa, la cena se acaba. Mel dice que quiere irse a su habitación y Talía la acompaña por las escaleras hasta la quinta planta. En su puerta, Talía se despide de Mel con un largo abrazo, y Mel sonríe con la cabeza apoyada en su hombro, sintiéndose extrañamente alegre.

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⏰ Last updated: Oct 09, 2022 ⏰

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