Prólogo: Seungcheol

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En ocasiones crees que tu vida ha tomado el rumbo correcto hasta que una situación te sobrepasa y sientes la necesidad de reiniciar, de empezar de cero. Hay quien se corta el pelo, ordena su casa deshaciéndose de aquello que no ha usado en años, busca nuevos hobbies... Sin embargo, otras personas necesitan un empujón más fuerte, algo que les haga ver cómo habían llegado a un punto sin retorno. Yo era una de esas personas y necesité un septiembre para darme cuenta de que estaba a punto de entrar en un pozo sin salida si no lo remediaba antes. ¿La malo? Se trataba del día de mi boda.

Esa semana había estado teniendo problemas para respirar y malestar en el pecho mucho más pronunciados que los que había estado teniendo durante meses, así que decidí que ya era el momento de ir al médico. Sus palabras fueron: "Por ahora solo se trata de ansiedad, pero si continúa con su ritmo frenético de vida, puede que el diagnóstico cambia y venga con un infarto. Párelo ahora que puede". ¿Le hice caso? Claramente no, porque a mí las palabras no me bastan para tomar decisiones, necesito empujones que me hagan aceptar un cambio.

Es por ello por lo que me encontré frente al altar, observando las puertas por las que iba a entrar mi futura mujer, aquella con la que iba a compartir el resto de mi vida. Poco a poco, conforme los segundos avanzaban, el peso sobre mis hombros se hacía cada vez más denso. Mi hermano me miraba de reojo tratando de descubrir que me ocurría, mientras yo sentía que la corbata estaba demasiado apretada y el aire no entraba como debía en mis pulmones. El sudor me resbalaba por la frente sin remedio como producto del repentino calor que se había adueñado de la habitación.

— ¿Todo bien? —Preguntó mi hermano acercándose a mi disimuladamente.

Abrí la boca para contestar, temiendo aquello que saliese por mi garganta reseca, pero la música comenzó a tocar anunciando que llegaba el gran momento: la entrada de la novia. Las puertas se abrieron y apareció tan elegante como lo había siendo siempre, una reina vestida de blanco y con el pelo salpicado de brillantes que le daban un aire majestuoso. Su sonrisa era radiante, las pequeñas arrugas de sus ojos se acentuaron como ocurría cada vez que estaba feliz. Era su gran día y lo demostraba. Sin embargo ¿Qué pasaba con su felicidad?

Antes incluso de que llegase hasta él, un fuerte dolor le hizo tocarse el brazo y abrir la boca con un quejido que apenas pudo escapar de sus labios. Se derrumbó en el suelo sintiendo que el pecho se le iba a romper en pequeños pedazos que nadie sabría recomponer. Su visión comenzó a nublarse y los ruidos quedaron como ecos olvidados en la lejanía. Alguien gritaba su nombre llorando y otra voz pedía que llamasen a la ambulancia, pero yo solo sentía que estaba llegando al final.

Poco a poco todo a mi alrededor se desvaneció y solo quedó la paz y la negrura. El dolor había cesado.

—————

— No puedes estar diciéndolo en serio.

Abrí lentamente los ojos al escuchar una voz enfurecida que al principio no supe reconocer. A mi alrededor, la habitación fue cobrando forma hasta mostrarme que se trataba del hospital. La máquina con mis constantes pitaba aliviando mis problemas. Aún no era el momento de morir, todavía podía seguir viviendo. Aunque podía prescindir del dolor, como si una apisonadora hubiese decidido jugar con mi cuerpo.

— Clarissa, por favor, no montes un escándalo en el hospital —Dijo mi hermano con calma. Siempre se le había dado bien tranquilizar a la masa enfurecida aunque el motivo de la discusión fuese un nuevo Frankenstein—. Los médicos han dejado claro que necesita descansar, así que verte alterada no le hará algún bien. Ve a casa, come y duerme un poco. Velaré por él y si hay algún cambio o despierta, te avisaré. Aunque seguro que te llama en cuanto ocurra.

Podría gritarles, llamar su atención de alguna forma para que abriesen la puerta, pero la verdad era que no quería verla. El simple pensamiento de hacerlo me producía escalofríos y podía apreciar como las pulsaciones marcadas en la máquina subían un poco.

— Tienes razón, Joshua, es solo que... ¿Por qué no me había dado cuenta de que estaba estresado? —Su voz sonaba apesadumbrada y no pude evitar sentirme más culpable de lo que ya lo hacía—. El médico ha dicho que le estaba ocurriendo desde hace meses. MESES —La conversación siguió un poco más en susurros que no pude lograr escuchar y por fin ocurrió lo que estaba deseando—. Me voy, avísame, por favor. Si le pasa algo...

— No te preocupes, será la primera en enterarte.

Pasaron segundos que parecían horas hasta que se oyeron sus pasos alejarse y la puerta de la habitación abrirse. Cerré los ojos con fuerza fingiendo estar dormido para no tener que enfrentarme a la decepción que vería en sus ojos. No había logrado ser tan fuerte como él. Nunca lo había hecho y eso era lo que había puesto en duda siempre que fuese buen ejemplo para mi tras la muerte de nuestros padres.

—Sé que estás despierto —Me dijo, sentándose en el borde de la cama y tomando una de mis manos entre las suyas.

—¿Cómo lo sabes siempre? —Susurré, sin fuerzas para hablar con normalidad. Abrí los ojos y me encontré con su rostro preocupado.

—Son muchos años ya desde que te tenía que llevar a rastras por las mañanas para ir a clase —Sonrió ante el recuerdo y me golpeó la nariz cariñosamente con el dedo como hacía cada vez que quería demostrarme que todo estaba bien entre nosotros.

—L-lo siento —Mi voz sonó entrecortada indicando que no tardaría mucho en empezar a llorar.

—No, quien lo siente soy yo —Su voz bajó, volviéndose más grave como ocurría cuando trataba de aguantar la tristeza—. Tendría que haberme dado cuenta antes de que no estabas bien —Cuando vio que quería hablar, me puso el dedo en los labios para impedirlo—. No, no me refiero a ahora. Aunque debo decir que tú y yo tenemos una charla pendiente sobre venir al médico sin que yo lo sepa, que este te diga que puedes llegar a tener un infarto e ignorarle.

— Lo siento —Agaché la cabeza de nuevo, sabiendo que no habría forma de librarse de aquella conversación aunque la hubiese retrasado—. ¿Al final he tenido uno?

— No, pero casi. El médico ha dicho que lo han podido parar a tiempo —Apretó la mano que aún sostenía con fuerza—. No vuelvas a asustarme así ¿Entendido?

Asentí, sintiéndome un niño de nuevo.

— Has estado mal durante mucho tiempo, aunque no lo pareciese. Has querido esforzarte al máximo para estar a la altura de unas personas que no merecen nuestro cariño —Me acarició la mejilla para retrasar la conversación, tomándose un tiempo para descansar—. Tendría que haber hecho algo antes y me arrepiento de ello, pero ahora voy a arreglar las cosas y no me puedes decir un no por respuesta. Me da igual si tengo que pelearme con tu prome...

Ante su mención, me encogí, el monito comenzó a pitar avisando de que estaba alterándome. Mi hermano me abrazó con fuerza y supe que no hacía falta que dijese nada más, con esa reacción había descubierto cuál era uno de los factores de que mi situación hubiese empeorado.

— Voy a arreglarlo todo, pero prométeme que harás lo que te diga aunque no te guste el resultado.

—Te lo prometo.

Y con esas palabras me vi aparcando el coche en el único hueco disponible cerca de un restaurante de condiciones estéticas bastante lamentables en un pueblo de cuyo nombre nadie sería capaz de acordarse nunca. 

NOTA DE LA ESCRITORA

¡Buenaaaaas!

Desde mi desaparición está siendo un año caótico y lleno de estrés, pero aquí estoy de vuelta (aunque menos efectiva que antes). Iré publicando aleatoriamente conforme se pueda cualquiera de las dos historias activas, esta y la de Camelot. Al principio pensé no empezar nada, pero se me había ocurrido esta fantasía erótica y no podía dejarlo pasar.

Os quiero, gracias por seguir ahí

Los hombres de El valle 1 - El abogado y el ranchero (Jeongcheol) [+18]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt