9.

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En cuanto llegué a mi casa y dejé la bicicleta en el garaje, me dí cuenta de que mi madre no se dió cuenta de que había llegado más tarde de lo dicho a casa.

Recordé que me había dicho que se iba de una amiga, y como no había música adornando dentro de la casa, supuse que todavía no había llegado.

Decidí poner yo la música, para que el ambiente se sintiera más... Genial.

Subí hacia la habitación de mi mamá y abrí el cajón en el que ella guardaba sus Cd's. Escogí el primero que me llamó la atención, no era un álbum, solo eran canciones mezcladas porque si, pero contaba.

Bajé de nuevo a la cocina y coloqué el Cd en el reproductor. No gasté mucho tiempo en esperar a que se reproduzca, ya que a los pocos segundos, la música comenzó a escucharse.

Dejé el volúmen a un tono normal y caminé hacia la heladera. Tenía pensado en comer algo por mi cuenta, pero no había nada que se preparara espontáneamente y tampoco tenía ganas de cocinar.

Me encontré con una caja de queso untable y de inmediato pensé en comerlo con alguna que otra cosa, galletas quizás.

No era una cena, pero estaba bien por lo menos para comer algo hasta que llegué mi madre.

El timbre sonó, como si mi mamá hubiese esperado el momento adecuado para llegar. Sonreí antes de volver a guardar el queso untable en la heladera y caminar hacia la puerta.

La abrí de par en par, encontrándome con mi mamá empapada de pies a cabeza.

—Oh —exclamo, mirando hacia afuera—, no sabía que estaba lloviendo.

Mi madre ni siquiera me respondió y entró a la casa lo más rápido que pudo.

—Me estoy congelando —confiesa, antes de quitarse la chaqueta que llevaba puesta, para después hacer un bollo de ella y guardarla dentro de una bolsa reciclable—. Buena elección de música.

Suelto una risa leve—Es lo primero que encontré.

Mi madre se sacó los zapatos que llevaba puestos y los dejó a un lado de la puerta, antes de empezar a subir las escaleras para llegar a su habitación. Le seguí detrás para poder seguir una conversación.

—¿Que podríamos cenar? —le pregunto una vez que llegamos a su habitación. No entré para que se pudiese cambiar, y me apoyé en la pared a un lado de la puerta—. No se si hay mucho.

—Podriamos ordenar pizza —dice desde adentro, cosa que me emocionó.

—¡Genial! —exclamo—. ¿Pizza de qué?

Esperaba que me dijera de Queso Roquefort y no de tomates, cómo casi siempre elige.

—De alienígenas —bromea, con sarcasmo.

—Que graciosa —le respondo, usando el sarcasmo yo también.

Minutos después, mi madre ya había terminado de ordenar la pizza mientras que yo dibujaba cualquier cosa que se me venía a la mente.

—En media hora vienen —me informa. Está vez me tocaba a mi tener que abrirle al repartidor de pizza y entregarle el dinero, así que tenía que tener el efectivo en la mano antes de que llegara.

—Esta bien —digo, antes de levantarme para ir a buscar el dinero.

   
   
   
   
 
   
   

   
   
    
   
     
     

Dejé mi bicicleta en el árbol de siempre y comencé a caminar con mis manos en los bolsillos.

Los árboles y el suelo estaban húmedos de agua por lo que había llovido anoche, y a causa de eso, hacia frío también, por lo cual me estaba helando por estar afuera.

Sentí algo húmedo en mi cabeza y de inmediato me lo saqué.

Que no sea un bicho, que no sea un bicho.

Solté un suspiro al ver una hoja de color verde. La volví a tirar al suelo y seguí caminando.

—¡Michelle! —me llama una voz detrás mío. Giro en cuerpo completo, permitiendome ver a Louis y a Winston corriendo hacia mí.

—Hola —los saludo, con una sonrisa. Ambos chicos, en cuanto llegaron hacia mi presencia, se miraron entre ellos antes de desviar su mirada hacia mí.

—¿Por qué sonríes? —pregunta Winston, a lo que yo frunzo el ceño confusa.

—No lo sé —digo, encogiendome de hombros—, ¿Por educación?

—No sabe —le dice Louis a Winston, antes de que él diera un solo paso. Ambos me miraron un tanto preocupados.

—¿Qué es lo que no sé? —les pregunto. Pasaron varios segundos, pero ninguno lograba encontrar la manera para decírmelo—. ¿Chicos? Pueden contarme lo que sea, en serio.

—Bruce —dice Winston, tratando de que su voz no se escuche quebrada. Falló en el intento—. Está en los carteles.

Louis saca del bolsillo de su campera un papel arrugado en blanco y negro.

Mierda.

—Ay, no —susurro, antes de tomar el papel y leer el título.

   
    

BRUCE YAMADA
DESAPARECIDO

 
    
—Supongo que ahora es el nuevo —dice Winston, lo que me hizo echarle una mala mirada.

De inmediato me sentí fatal. Bruce era alguien estupendo y no se merecía que le hayan hecho eso.

—¿La última vez que lo vieron fue cuando se fue en bicicleta? ¿Ayer? —les pregunto, ambos asienten.

Quizá lo raptaron cuando se estaba yendo en bicicleta hacia la casa de su abuela.

—No tuvimos que habernos quedado tan tarde —digo, cosa que me hizo sentir peor.

Se sintió como si esa frase hubiese salido de la boca de otra persona, y me hubiese hecho sentir mal sin querer hacerlo.

Bruce seguramente estaba pasando uno de los peores momentos de su vida, mientras que cada uno de nosotros estaba dentro de sus casas, probablemente cenando con su familia.

—No hay que sentirnos mal —dice Winston, tratando de aportar algo bueno a la situación.

—¿Cómo que no? —le pregunta Louis, levantando un poco su tono de voz—. Acaban de secuestrar a nuestro mejor amigo, ¿Y dices que no tenemos que sentirnos mal?

—Solo quiero que el ambiente no sea tan desagradable como lo está siendo ahora —explica Winston. Solté un suspiro por el estrés que me causaban los dos chicos.

—Chicos —los llamo, haciendo que los dos me miren a la vez—. La policía lo está buscando.

—Ya fueron tres secuestros antes del de Bruce y todavía no encontraron a nadie —dice Louis, mostrando fatidio en su voz—. No creo que algo cambie solo porque secuestraron a Bruce.

—Y no digo que lo haga —me defiendo—, pero tampoco podemos hacer mucho. Investigar es lo único en lo que podríamos ayudar.

Ambos se quedan callados, lo cual me genera desesperación.

—Por ahora tenemos que ir a clases —dice Winston. No me gustó en nada la idea de tener que ir a la escuela como todos los días fingiendo que no pasaba nada cuando en realidad Bruce había desaparecido tal y como otros chicos. El mismo me había dicho una vez que no le gustaba ver los carteles de los secuestros, nunca pensó que el mismo estaría en uno.

  
  

See U Later, Bruce YamadaWhere stories live. Discover now