—El único problema es que estamos en guerra, ustedes mejores que nadie lo saben. —El general tomó con fuerza las correas de sus perros—. Espero y tengan un buen viaje, cuídense.

Salvador volvió a respirar cuando sintió la camioneta avanzar, a pesar de que las palabras del general sonaron más a amenaza que a buenos deseos, dejar atrás el rancho apaciguó su nerviosismo; esta vez fue Sebastián quien apretó su mano con fuerza, luego le susurró al oído: «Tranquilo, ya hemos pasado el filtro más peligroso».

Después de que la camioneta dejó atrás el municipio de la muerte, Hilario se detuvo en la soledad de la carretera y Denisse se apuró a bajarse para abrir la cajuela, en cuanto sintieron que el piso alfombrado que los cubría se levantaba, Sebastián y Salvador enderezaron la cabeza para llenar sus pulmones de aire, ambos sudaban a chorros.

—No tenemos mucho tiempo —les advirtió Denisse—, tienen dos minutos porque estar aquí es peligroso

—Necesito volver a llamar a mi amigo —pidió Salvador.

Denisse asintió y le tendió el celular, rápido llamó y en cuanto escuchó la voz de Boris al otro lado del teléfono y comprobó que todo estaba en orden, colgó y volvió arrinconarse junto a Sebastián debajo de los asientos.

—En dos horas volvemos a detenernos para que tomen aire y vuelvas a llamar —dijo Denisse y cerró una vez más el piso alfombrado y la cajuela.

La noche avanzó y en un momento Salvador se dio cuenta de que Sebastián se quedó dormido con sus dedos entrelazados con los suyos, él no pudo ni siquiera dormitar, cada vez que cerraba los ojos la imagen de Boris se incrustaba en sus pensamientos y sus pulsaciones se aceleraban. En la conversación que mantuvo con Hilario, Salvador se tomó la libertad de hablarle sobre el chico, el padre de Sebastián escuchó atento sus palabras y le prometió que en cuanto llegasen al lugar donde había dejado a Boris, él y su hija Denisse se lo llevarían hasta su rancho y se encargarían protegerlo. Cuando Hilario estiró su mano para estrecharla con la suya y sellar el pacto, Salvador no tuvo dudas de que el hombre frente él honraría su promesa, su mirada franca así se lo dejó claro. Él también cumpliría con lo que prometió: cuidar y proteger a Sebastián y no permitir que la parte insensata y revolucionada de su compañero ganase. No fue difícil comprometerse, iba a hacerlo así Hilario no se lo hubiese pedido, por eso sobrevivió, por eso estaba ahí.

Tras más de catorce horas de viaje, la capital del país se vislumbró a la distancia. Hilario se desvió de la autopista principal y se detuvo en la soledad de la carretera que despedía al Estado de México y le daba la bienvenida al Distrito Federal, las camionetas de seguridad se estacionaron a su alrededor para protegerlos. Denisse volvió a abrir la cajuela y les tendió los pasamontañas, los abrazó a ambos y le dio el celular a Salvador, los dos se cubrieron el rostro deprisa y bajaron de la camioneta para luego subirse al vehículo de seguridad que iría tras Hilario, estar en la capital les daba la libertad de hacerse pasar por hombres de seguridad. Se toparon con el primer reten apenas e ingresaron a la ciudad, pero en cuanto los policías y militares se daban cuenta de que quien iba a bordo era un político de alto rango, se hacían a un lado para que pudiesen pasar.

Salvador seguía nervioso, en el asiento de la camioneta de seguridad en la que ahora viajaban volvió a tomar la mano de Sebastián mientras, a través de un radio, daba las indicaciones para llegar a la casa de seguridad de la DEA en la que dejó reguardado a Boris. Conforme se adentraron a la ciudad, el característico tráfico hizo de la suyas. Desesperado, Salvador sacó el celular que Denisse le entregó y volvió a llamar al chico, pero esta vez la llamada fue enviada a buzón, las pulsaciones de Salvador se aceleraron.

—Tranquilo —le dijo Sebastián en cuanto se dio cuenta de lo que pasaba—, a lo mejor el celular se descargó.

—No, no es eso —negó Salvador y volvió a llamar—, la llamada entra pero nadie contesta, manda a buzón.

Trilogía Amor y Muerte ll: El Hijo DesgraciadoWhere stories live. Discover now