Capítulo 1

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Llámame «amor» y volveré a bautizarme:
desde hoy nunca más seré Romeo.

Romeo y Julieta, WILLIAM SHAKESPEARE



I

ROMEO

Me dejé caer sobre unas cajas de libros en la trastienda de la librería. Tenía una resaca horrible, me palpitaba en las sienes como la música de anoche retumbando en los altavoces. Sabía que no tendría que haber venido. ¿Para qué? Ya estaba Lucía para encargarse de los clientes, sobria y sonriente, no como yo. El problema era que no había despertado en mi casa, sino con Fabio. Otra vez. Con su erección apoyada contra mi espalda. Por suerte, la alarma de mi teléfono no fue capaz de despertarlo, así que me había levantado con cuidado, me había vestido rápido y había venido directo a la librería porque me quedaba más cerca que mi casa y necesitaba desplomarme en algún sitio cuanto antes. Una buena idea que ahora no me lo parecía tanto.

Lucía me informó de la horrible cara que tenía en cuanto me vio entrar por la puerta, y le contesté con un gruñido. Me encerré en el baño privado para meter la cabeza bajo el grifo de agua fría y al momento me sentí un poco mejor. Solo un poco. Por eso me escondí en la trastienda, que estaba impregnada de un olor a libro que siempre me era reconfortante.

Solía ser más responsable, al menos lo justo como para no salir entre semana; pero en el verano, con el buen tiempo, era más difícil resistirse a proposiciones indecentes, y Fabio siempre tenía alguna para mí. A pesar de todo, de forma contradictoria, también estaba intentando distanciarme de él porque no quería meterme en ninguna relación seria. Ya llevábamos demasiado tiempo tonteando, incluso me había hecho esas grandes preguntas que yo no quería oír: «¿Qué somos?, ¿hacia dónde va esta relación?», y en ese momento supe que teníamos que dejarlo. Aunque de saberlo a hacerlo... Fabio me gustaba mucho, pero no tanto. No tanto como para olvidar el daño que me habían hecho y volver a creer en el amor. No tanto como para cambiar mi vida de absoluta libertad por la correa de una relación. No obstante, de nuevo, la carne es débil. Y mientras buscaba la forma de dejarlo sin hacerle daño volvía a caer en sus redes. Cómo resistirse a la labia de un italiano de piel dorada, acento encantador y medio cuerpo tatuado; yo no lo sabía.

Ojalá pudiéramos prescindir de los sentimientos, como apagar un interruptor; todo sería más fácil.

Un carraspeo suave llamó mi atención, aunque lo que me hizo abrir los ojos y espabilarme fue el intenso olor a café que lo acompañaba. Lucía entró en la trastienda sujetando una humeante taza y me miró de arriba abajo chasqueando la lengua.

—¡Mi salvadora!

Le tendí las manos para que me diera la taza y, en cuanto la tuve, le di un trago gimiendo de gusto.

—Qué sería de ti sin mí, primito.

—Absolutamente nada, no sería más que un despojo humano.

Se sentó a mi lado riéndose entre dientes y me peinó el pelo revuelto con los dedos. Debía parecer un nido la mata de mechones ondulados y oscuros, rebeldes por naturaleza; solo se rendían ante un peine cuando les apetecía y me permitían fingir un aspecto más decente.

Lucía era mi única prima, pero nos queríamos como hermanos, ya que ambos éramos hijos únicos. También era una de mis mejores amigas y la dueña de la mitad de la librería. La otra mitad era mía. Ella decía que era nuestra hija. Por suerte estaba a salvo gracias a que Lucía era responsable de verdad, la persona más sensata que conocía, y no solía cometer locuras ni dejarse enredar por chicos guapos. A veces era incluso un poco maternal conmigo pese a que solo tenía dos años más que yo; acababa de cumplir veintiocho hacía unos meses y estaba llevando muy bien dejar la veintena atrás.

La melodía del corazónOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz