15 | una tarde bien aprovechada

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Hetty era una niña de corazón, y la perspectiva de visitar un carnaval era una oportunidad demasiado buena como para dejarla pasar. Le suigirio la idea a Isaiah, quien estuvo más que feliz de acompañarla, y llevaron a Finn y Michael con ellos.

Mientras deambulaban por las tiendas, observando mermeladas, juguetes y dulces, Hetty saltó sobre la espalda de Isaiah y puso su cara junto a la de él.

—No hemos hecho nada como esto en mucho tiempo —dijo Hetty sonriendo mientras Isaiah inclinaba la cabeza para mirarla.

—Porque hemos estado ocupados —dijo Isaiah—. Y tú has pasado demasaido tiempo con Michael.

—No es culpa nuestra —respondió Hetty mirando a Michael, quien los miraba con un cigarrillo en las manos—. Tenemos que llevarnos bien o Tommy nos disparará.

—Ella no es tan mala una vez que la conoces, ¿no? —dijo Isaiah, mirando a Michael—. Un poco salvaje, pero es buena.

—Sí —respondió Michael, aparentemente sorprendido de que él fuera parte de la conversación.

—Apuesto a que no puedes esperar a casarte con ella —dijo Isaiah, girando en un círculo mientras Hetty chillaba y se aferraba a él con fuerza—. Si tú no lo haces, yo lo haré.

Hetty rió—. Te encanta acostarte con muchas chicas como para sentar cabeza.

—Es cierto —dijo Isaiah—. Pero eso no significa que si encontrara a la chica adecuada no cambiaría.

—La encontrarás, eventualmente —dijo Hetty—. La futura Sra. Jesus te espera. Mientras tanto, mi futuro está ahí.

Hetty y Michael habían empezado a bromear sobre su situación para aliviar la tensión. A veces se llamaban "esposo" y "esposa". Michael no podía explicar lo graciosa que fue la expresión de Polly cuando accidentalmente llamó a Hetty su "esposa" en una conversación, porque ella no estaba al tanto de su incipiente amistad, y el color desapareció de su rostro más rápido de lo que el whisky se extraía de una botella.

Hetty también había sorprendido a Mason hasta el punto en que pensó que iba a tener un ataque cuando entró en la tienda de apuestas y preguntó si alguien había visto a su "esposo". Los dos decidieron que, si tendrían que estar en ese matrimonio, al menos podrían aprovecharlo al máximo.

Michael se rió—. Lo mismo va para ti.

—¿Sigues viendo a esa chica? ¿Charlotte? —preguntó Finn con curiosidad, aceptando el cigarrillo que Michael le entregó.

—Sí —respondió Michael—, todavía la estoy viendo.

—Amigo, pensé que tú y Hetty estaban saliendo —dijo Isaiah, levantando a Hetty sobre su espalda cuando la sintió resbalar—, por la cantidad de tiempo que pasan juntos.

—Estamos prácticamente casados —dijo Hetty—. Es difícil no pasar tiempo juntos.

—Ah, claro —dijo Isaiah—. Hetty, ¿puedes sacar mis cigarrillos de mi bolsillo?

Hetty metió la mano en el bolsillo del pecho de Isaiah y sacó una caja de cigarrillos, poniendo uno entre los dientes de Isaiah y pidiéndole a Michael una cerilla.

Encendiendo el cigarrillo, Hetty lo tomó entre sus dedos mientras Isaiah soplaba el humo en el aire, sosteniéndolo mientras sus propias manos se aseguraban de que Hetty no se cayera. Ella contempló como el humo se elevaba hacia el cielo y el tabaco se convertía en cenizas con morbosa curiosidad, preguntándose qué tenían de adictivo esas creaciones tan extañas.

Saltando de la espalda de Isaiah, Hetty le entregó su cigarrillo antes de tomar la mano de Finn y llevarlo hacia un puesto de dulces—. Mira, no he comido uno de esos en mucho tiempo. Mason tiene una obsesión con el azúcar y dice que es malo para mí.

Michael le entregó al dueño del puesto un puñado de monedas y señaló los dulces de los que Hetty estaba hablando. Recibió la bolsa con un pequeño agradecimiento y se la entregó a Hetty—. Para ti.

Ella sonrió, tomando la bolsa—. Gracias.

—Asegúrate de esconderlos de Mason —dijo Michael.

Hetty besó la mejilla de Michael—. Eres el mejor. Los hubiera comprado yo, pero no tengo dinero y...

—Hetty, está bien —dijo Michael con las mejillas ligeramente rojas. Hetty supuso que era por el frío en el aire, pero en realidad Michael estaba sorprendido por el beso que Hetty acababa de darle.

—Vamos, Hetty —dijo Isaiah, dándole un codazo a su amiga—. Déjame patearte el trasero derribando latas.

Hetty asintió, siguiendo a Isaiah hacia el otro lado del camino donde se encontraba un juego con el objetivo de derribar todas las latas de la pirámide. Si lo lograbas, recibías un elefante de peluche, pero Hetty e Isaiah no estaban jugando por un premio físico, sino que lo hacían por el derecho a presumir que eran mejor que el otro.

En su primer intento, Isaiah ganó, derribando seis de diez latas mientras que Hetty solo logró derribar cuatro. Decidieron hacer tres rondas, y al final de la segunda empataron. En la ronda final, Michael y Finn les cubrieron los ojos, subiendo las apuestas.

Michael estaba detrás de Hetty, tapándole los ojos con las manos mientras ella agarraba la pelota. Apuntando, la arrojó y escuchó el sonido decepcionante de no dar en el blanco. Isaiah tampoco había tenido mucha suerte y falló su lanzamiento.

Decidiendo ser amable, Michael extendió los dedos y dejó que Hetty viera el objetivo al que apuntaba, y con sus dos últimas pelotas logró derribar siete latas. Isaiah falló cada disparo, y, victoriosa, Hetty se rió en su cara.

—¡Gané! —espetó Hetty, señalando a Isaiah con aire de suficiencia—. Y tú perdiste.

—Vaya, eres muy observadora —dijo Isaiah riendo—. Fue solo un juego, Hetty.

—No finjas que no presumirías si hubieras ganado —dijo Hetty—. Porque te conozco.

Pasaron el resto de la tarde desafiándose unos a otros en los juegos de la feria. Jugaron a la rayuela, a las canicas y algunos otros, y al final del día se habían olvidado de que estaban destinados a ser Peaky Blinders y volvieron a actuar como niños. Porque eran solo chicos creciendo en un mundo que no era apto para aceptarlos como inocentes. Debido a la vida que llevaban, Isaiah, Michael y Finn se habían endurecido hasta convertirse en hombres de negocios, pero en presencia de Hetty era difícil no actuar como niños.

Unos niños pequeños se unieron a sus juegos, y fue en ese momento cuando los chicos realmente entendieron lo que era disfrutar la vida como lo hacía Hetty. Ella disfrutaba estar con ellos tanto como ellos disfrutaban estar con ella; no tenía muchas oportunidades como esas y decidió utilizar el poco tiempo que le habían dado. Ver a sus amigos sonreír fue suficiente para hacerla feliz, y al final del día, eso era todo lo que quería.

Ser feliz.

THE KIDS AREN'T ALRIGHT | Michael Gray ¹Onde histórias criam vida. Descubra agora