02 | eres un idiota

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—No puedo ver nada con toda esta gente —murmuró Arthur, manteniendo un brazo envuelto con fuerza alrededor de los hombros de Hetty—. Mierda, ¿dónde está?

Hetty, que era un poco más baja que Arthur, no tenía ninguna posibilidad de encontrar a nadie por encima de las cabezas de los invitados. En cambio, se mantuvo cerca de Arthur para no ser pisoteada por las elaboradas faldas y los pies torpes de los invitados que pasaban.

Cuando la multitud se separó, Arthur dejó escapar un murmullo de diversión—. Ahí estás, Tess —dijo, acercándose a la novia con una sonrisa plasmada en su rostro.

—Hola, Arthur —dijo Tessa, notando a Hetty—. Y Hetty. Me preguntaba a dónde habías ido.

—Estaba sentada en las escaleras —le explicó Arthur—. No quería unirse a la fiesta. ¿Puedes llevarla? Tengo que encontrar a Tommy.

Tessa asintió—. Dile que necesito hablar con él, ¿sí?

—Muy bien —dijo Arthur, antes de señalar a Hetty—. Compórtate.

—Sí, señor —respondió Hetty mientras Arthur desaparecía entre la multitud. Se volvió hacia Tessa y le envió una mirada suplicante—. Por favor, déjame ir a esconderme en algún lugar.

Tessa negó con la cabeza—. Vamos, Hetty, ¿no quieres emborracharte y encontrar un chico lindo con quien bailar toda la noche?

Pareció darse cuenta de lo que había dicho cuando la expresión de Hetty se transformó. No importaba si encontraba un chico lindo, como Tessa había dicho, con quien bailar y tal vez desarrollar una relación. De acuerdo con los términos del arreglo del infierno, como ella lo llamaba, no iba a tener un futuro con nadie más que con Michael.

Los ojos de Tessa se suavizaron y Hetty bajó la mirada a sus pies—. Oh, Hetty, lo siento. No pensé...

—Está bien —dijo Hetty, ignorando la disculpa de Tessa—. Estoy bien. Yo solo... tal vez sea mejor si voy a otro lugar.

—¡Hetty, espera! —dijo Tessa, agarrando su muñeca—. Por favor, quédate a cenar y luego puedes ir a tu habitación. Por favor, eres mi dama de honor.

Hetty suspiró—. Bien. Pero solo porque tengo hambre.

Tessa sonrió—. Gracias. No te vas a arrepentir.





Hetty se arrepintió en el momento en que encontró su asiento asignado.

De todos los lugares en la mesa de seis metros de largo en los que Tessa podría haberla sentado, tenía que ponerla justo al lado de Michael, la misma persona que estaba intentando evitar con todas sus fuerzas.

Cuando Tessa desapareció y el resto de la familia se unió a ellos para cenar, los ojos de Michael se oscurecieron cuando vio quién debía sentarse a su lado.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Michael con dureza, y Hetty se sobresaltó ante el tono de su voz.

—No me preguntes a mí —respondió Hetty con calma—. No elegí sentarme aquí.

—Bueno, ¿no puedes intercambiar con alguien? —preguntó Michael con amargura, sentándose en su silla y alejándose de Hetty.

Hetty enarcó una ceja—. Si no quieres sentarte cerca de mí, ¿por qué no te mueves? Yo llegué primero.

—Estás siendo infantil —dijo Michael—. Muévete tú.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque yo llegué primero —repitió Hetty. Michael miró la mesa, luciendo como si estuviera contemplando moverse. Al darse cuenta de que realmente no quería sentarse a su lado, Hetty suspiró—. Si es tan importante para ti, me iré.

Hetty se puso de pie, pero John Shelby la detuvo y la empujó hacia la silla—. No. No tienes permitido moverte. Órdenes de Tommy.

—Bueno, Tommy no está aquí —dijo Hetty, señalando el asiento vacío en la cabecera de la mesa.

—Lo siento, Hetty —dijo John—. Pero Tommy quiere que ustedes dos se sienten juntos.

Michael suspiró mientras Hetty se quedaba en su asiento y John se moviía por la mesa para tomar su propio asiento, y cuando se fue, Hetty miró a Michael—. No tenemos que hablar entre nosotros.

Michael la ignoró y Hetty tomó so copa derrotada, bebiendo el champán de una vez. La situación se estaba volviendo sofocante, amenazando con ahogarla con la tensión en el aire. Afortunadamente, Tommy y Tessa regresaron y Hetty notó que el pelo de Tessa se veía significativamente más despeinado que antes, lo que indicaba que algo había sucedido mientras estuvieron ausentes.

—Me gustaría hacer un brindis —anunció Tommy, levantando su copa—. Por la novia.

Hetty se puso de pie con la copa en alto mientras repetía el brindis, bebiendo lo último de su champán antes de volver a sentarse. Cuando todos se sentaron de nuevo, Tommy permaneció de pie—. Y ahora, según la tradición, mi padrino dirá algunas palabras.

Cuando Arthur se puso de pie para comenzar su discurso, se escuchó una ronda de aplausos desde el lado Shelby de la mesa.

La voz de John se destacó por encima de todos ellos, incitando a su hermano, gritando—: ¡Aquí va! Adelante, Arthur.

—Bien, no soy de dar discursos —dijo Arthur con una pequeña sonrisa.

—¡Entonces canta! —gritó John.

—Lo haré más tarde, John —dijo Arthur—. Pero, eh... tengo algunas palabras escritas en esta hoja de papel. Esto no incluye todo lo que quiero decir...

—Arthur, solo... lee lo que escribimos —dijo Tommy.

—Lo haré —dijo Arthur, aunque colocó el papel sobre la mesa, sin intención de leerlo—. Pero primero, unas palabras del corazón. Este hombre aquí, mi hermano Tommy, me ayudó a sobrevivir en algunos de mis peores momentos.

De repente, Tommy golpeó la mesa con la mano y soltó una fuerte tos. Su movimiento repentino sorprendió a Hetty y envió murmullos a través de la multitud.

Michael se encorvó en su asiento—. Es una boda, Arthur. Cuenta un chiste.

—Sí, cuenta un chiste —dijo John.

—Lo que estoy intentando decir es que Tommy tiene el amor de una buena mujer —continuó Arthur, mirando a Linda en busca de tranquilidad—. Su nombre es Tessa. Y aunque las circunstancias de su unión no fueron ideales, y tuvieron muchos problemas...

Tommy dejó su cigarrillo, golpeó la mesa con el puño mientras se levantaba y tomó una copa—. Muy bien, Arthur, hagamos un brindis. Por el amor, por la paz, por el matrimonio.

—Y por el matrimonio —dijo Arthur, casi como si estuviera aturdido.

Hetty repitió el brindis una vez más y Michael se inclinó hacia ella—. Esos seremos nosotros algún día.

—No puedo esperar —dijo Hetty sarcásticamente, ignorando la amargura en el tono de Michael.

—Bien hecho, Arthur. Lindo discurso. Muy muy lindo —dijo John.

Arthur tomó su chaqueta y se alejó de la mesa mientras su esposa se levantaba para seguirlo.

Hetty lo vio irse con tristeza—. Me siento mal por él.

Michael la miró—. ¿Por qué?

—Lo intentó —dijo Hetty.

—Sí, y yo estoy intentando olvidar que existes, pero aquí estás —dijo Michael.

—Eres un idiota —murmuró Hetty.

—¿A dónde va? —preguntó John cuando Arthur pasó a su lado. Luego vio a Hetty ponerse de pie y entrecerró los ojos—. ¿A dónde vas?

Hetty se encogió de hombros—. Necesito ir al baño.

Era una mentira, y John lo sabía, pero dejó que Hetty se fuera porque tenía una mirada que le decía que podría llorar si se quedaba donde claramente no la querían.

THE KIDS AREN'T ALRIGHT | Michael Gray ¹Where stories live. Discover now