Capítulo 8: Epílogo

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—¡Suéltame! No puedes  hacer esto, Jean, no así...¡Ah!—una de las manos de Jean bajó por su  falda y subió de nuevo por debajo, acariciando la piel en sus muslos.  Sentir sus manos en sus piernas la hizo perder la fuerza

—No...Jean, no puedes forzarme...

—No voy a forzarte preciosa, tú misma vas a pedírmelo en unos minutos











—¿Qué? E-espera...—la voz de Mikasa se entrecortó cuando sintió los dedos de  Jean rozando su entrepierna, primero suavemente y después con más  presión. Moviendo sus dedos en círculos y hábilmente abriéndose camino  entre su ropa interior, Jean la tocó y jugó con ella, hasta escucharla  gemir despacio

—Nadie más puede tocarte...sólo yo ¿Entendido?  Eres mía Mikasa, mi esposa...

Jean rozaba sus labios en su cuello mientras le decía estas palabras y continuaba jugando con ella.

—Jean...por  favor...—Mikasa no sabía exactamente qué era lo que pedía, la mano de  Jean continuaba acariciándola de esa manera tan íntima y su respiración  se aceleraba. Cuando Jean introdujo algunos de sus dedos en ella, ahogó  un grito y se tomó de sus hombros.

—Silencio mi amor, no querrás que te escuchen afuera

—Por favor...Je...Jean—susurró Mikasa mientras se abrazaba de él y sentía sus dedos dentro de ella

—¿Quieres  que me detenga?—le susurró al tiempo que besaba su cuello y comenzó a  lamer su piel. Movió  de nuevo su mano y Mikasa dejó caer su rostro  sobre su hombro tratando de encubrir su respiración y los gemidos que se  escapaban de su boca

—¿Me detengo Mikasa?

Lo sintió moverse  dentro de ella y una sensación placentera empezó a formarse entre sus  piernas, no sabía qué era, pero instintivamente ella misma separó  despacio sus piernas, facilitándole el trabajo a Jean, se aferró con más  fuerza a él, temblando y perdiéndose en lo que la hacía sentir

—¿Me  detengo?—Jean repitió la pregunta, pero Mikasa no respondió. Pudo  sentir cómo las piernas de Mikasa empezaron a temblar—responde mi amor

Escucharlo llamarla "mi amor" de nuevo la abrumó por completo

—N-no...

—¿Qué dices?—la instigó—no te escucho...¿Me detengo?

—No...Jean, por favor...no, no te detengas...

Justo  cuando Jean sintió cómo Mikasa empezaba a adelantar y mover su  caderas...se detuvo. Mikasa permaneció aún abrazándolo y temblando por  unos segundos, todo su cuerpo protestó cuando Jean retiró su mano de  su entrepierna. Consternada, se incorporó despacio y lo miró a los ojos.

—Te lo dije, tú misma lo pediste...y tardaste menos de cinco minutos.

Con  una mezcla de vergüenza y rabia Mikasa reaccionó soltando su abrazo.  Trató de levantarse, pero Jean la sujetó de la cintura y la mantuvo  sentada en su regazo.

—¡Suéltame!—le gritó molesta

—Escúchame  bien Mikasa. No sé qué te hizo creer que tener amantes es buena idea,  ve a Heavenhill cuantas veces quieras, pero si piensas que vas a  hacerme el hazmerreír de Mitras, estás en un grave error. 

La confusión y la ira de de Mikasa aumentaron ¿Él mismo se atrevía a decirle que tenía amantes?

En  un sólo movimiento Jean la movió y la sentó al lado. El labio inferior  de Mikasa temblaba con su reprimida furia. Respiró profundo todo el  camino, no se iba a permitir llorar frente a él.











Casi en el cieloWhere stories live. Discover now