Capítulo 5

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El sol entró por la ventana a través de las cortinas de gasa transparente despertando a Mikasa. Al abrir los ojos percibió un ligero aroma a lluvia. Abrió los ojos despacio, se cubrió con la sábana y caminó hacia la ventana. Observó la mezcla de nubes oscuras y grises con nubes blancas y algunos rayos de sol atravesándolas. La mañana estaba fresca con las primeras señales del otoño acercándose, perfecta para pasar el día fuera.


Miró hacia la puerta que unía su habitación con la de su esposo y una espontánea sonrisa se dibujó en su rostro, se había sentido conmocionada y nerviosa con el trato recibido de Jean en esos últimos días. Había concluido que la detestaba y que no era más que una carga que había adquirido cuando se casó obligadamente con ella. Pero ahora lo miraba en una nueva luz y parecía que su compañía no le desagradaba.

Incluso parecía gustarle su compañía. La sonrisa con la que la había recibido la noche anterior y la forma en que la había besado de nuevo, no le habían parecido forzadas en lo absoluto. Llevó su mano a su mejilla, recordando cómo la había sujetado del rostro con suavidad, sus manos se habían sentido cálidas, de nuevo contradiciendo la imagen tosca y dura que le parecía conocer de él.

Quería conocerlo más, saber qué juegos le gustaban, qué hacía cuando salía a trabajar...quería saber qué podía hacer por él también. Caminó emocionada a sus baúles y eligió un vestido acorde al clima de ese día en un color verde oscuro. Llamó a las damas y después de un baño, secaron y cepillaron su cabello hasta hacerlo brillar, lo recogieron en un moño a la altura de la nuca y lo adornaron con dos rosas blancas y sus hojas verdes acorde al color del vestido.


Se miró en el espejo y ladeó el rostro observando su peinado. Sonrió satisfecha y con emoción. Ya quería verlo.


Salió de la habitación, pero no fue a llamar a la puerta de Jean, sabía que él desayunaba temprano. Bajó directo al comedor.














Jean levantó el rostro cuando su esposa entró al comedor y elevó ligeramente las cejas cuando vio la pálida piel de Mikasa contrastando con el verde oscuro de su vestido, las facciones de su rostro resaltaban con el cabello completamente recogido y, como siempre, sus pechos resaltaban al frente de su vestido que bajaba entallándose a su cintura.

Cada día que la miraba le parecía más hermosa y como si eso no fuera suficiente, al encontrar su mirada, Mikasa le ofreció la sonrisa más sincera y dulce que había visto, haciéndolo tomar aire.

—Buenos días...Jean—lo saludó, mientras se acercaba a la mesa.

—Buenos días, Mikasa—se levantó de su silla y él mismo jaló la silla del comedor para Mikasa, haciendo que se sentara al lado derecho de él.

Mikasa agradeció el gesto y tomó asiento. Permanecieron desayunando en silencio, ninguno seguro de cómo iniciar la conversación, Jean miraba el periódico y de pronto aprovechaba para mirar hacia la mujer a su lado.

—Veo que...disfrutas leer el periódico—ella tomó la iniciativa

—Si, es una buena forma de mantenerse informado...¿Lo has leído?

—Oh, si...lo he leído—respondió con una ligera mueca que Jean pudo percibir

—No es tu lectura favorita por lo que veo

Mikasa sonrió un poco—es el contenido el que no encuentro útil—bajó la mirada

—Vamos, ilústrame...

Con su mirada y voz elocuentes Mikasa procedió a contarle de las extravagancias y frivolidades que se celebraban y repartían en el periódico. Movía las manos y giraba los ojos con disgusto cada vez que reprobaba el comportamiento de los nobles famosos.

Casi en el cieloDove le storie prendono vita. Scoprilo ora