Capítulo 3

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Mikasa miró una vez más a la carta que había terminado de escribir. En ella había escrito a Sasha acerca de la hermosa mansión en la que vivía. Describió sus enormes patios y jardines, el lago cercano, le habló de los tres pisos de la mansión, sus pasillos y cincuenta habitaciones y de los enormes establos.

También le habló de la generosidad de su esposo y la enorme mesada mensual que le otorgaba, la cual era más que suficiente para comprarse vestidos, joyas y cualquier capricho que se le ocurriera.


Pero no le contó que no había visto a su esposo desde el día que se casaron y la había llevado a aquella mansión. No le dijo que los patios y jardines estaban descuidados y sin flores, que los pasillos de la casa eran grises y silenciosos y que se sentía sola con todos ahí. Nadie le dirigía la palabra de no ser necesario, ni le permitían realizar una sola de las tareas de la casa.


Habían pasado dos meses desde que había llegado a ese lugar, había llorado todo el primer mes y el segundo lo había pasado recorriendo un poco más la casa y conociendo sus alrededores, reflexionando y aceptando su destino.

El dinero que recibía lo enviaba a Sasha y Robertson y había sido suficiente para cubrir los gastos de Heavenhill y sus deudas. En la última nota de Sasha, confirmó que habían logrado colocar la primera orden del medicamento de Levi, quién aún tenía prohibido cualquier esfuerzo. Por lo mismo no la había visitado en este tiempo.

Se conformó con saber que al menos se había logrado el objetivo de salvar Heavenhill y poder cuidar de todos. Eso era todo lo que necesitaba. No vestidos, ni joyas, ni visitas al teatro.

Con esa última nota respiró profundamente y decidió que podía sentirse tranquila ahora que le habían confirmado que todo iban bien en su antiguo hogar. Después de dos meses también decidió, que tal vez lo mejor era que su esposo nunca regresara. No la quería y no eran mas que dos desconocidos que conversaron en el jardín del palacio y que él había sido tan obligado como ella a casarse.


Se vistió y después de peinarse en un sencillo moño alto,  bajó decidida a hacer algo útil con su tiempo ahí. Ese continuaría siendo su nuevo hogar después de todo.

Bajó primero a entregar la carta y después se dirigió a la cocina y se presentó ante todos con un saludo y una simple pregunta

—Buenos días ¿Hay algo en que pueda ayudarlos aquí?

El silencio total invadió la cocina cuando todos voltearon a verla. La cocinera principal se adelantó unos pasos—¿Hay algo que necesite Señora Kirschtein?

El nombre le sonó ajeno a Mikasa, que aún no se acostumbraba a llevar el nombre del esposo que no había vuelto a ver.

—Eh, no, no...de hecho, busco ayudar en algo, puedo cortar bien verduras y preparar té y sopa

De nuevo un silencio incómodo.

Antes de que alguien más respondiera el mayordomo se presentó detrás de ella.

—Mi Señora, si desea alguna comida diferente sólo tiene que pedirlo, no es necesario que cocine...

—Pero quisiera poder...—Mikasa encontró  la mirada de Godfrey, el viejo Mayordomo de la casa y notó algo más en su mirada, indicándole que era mejor salir de la cocina.


Mikasa caminó junto a él hasta llegar de nuevo a la primer planta y lo vio detenerse y mirar hacia ella.

—Mi Señora ¿Podría decirme qué la llevó hasta la cocina a asustar a todos?

—¿Asustar? Pero esa no era mi intención

Casi en el cieloWhere stories live. Discover now