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Durante un momento, miramos hacia la calle en busca de los demás.
—¿Sabes? —dijo Tommy—. Cuando Ruth ha dicho antes lo que ha dicho, y he visto cuánto te has molestado...
—Déjalo, Tommy. Ahora estoy bien. Y no voy a sacarlo a relucir cuando vuelvan.
—No, no es a eso a lo que me refería —dijo Tommy. Dejó de apoyarse en el coche, se volvió y apretó con la punta del zapato la rueda de delante, como para comprobar la presión del aire—. Lo que quiero decir es que, cuando Ruth ha salido con todo eso, me he dado cuenta de por qué sigues mirando esas revistas porno. Está bien, está bien..., no es que me haya dado cuenta. Es sólo una teoría. Otra de mis teorías. Pero cuando Ruth ha dicho eso antes, me ha parecido que algo encajaba al fin.
Sabía que me estaba mirando, pero mantuve la mirada fija hacia el frente y no respondí nada.
—Pero sigo sin entenderlo totalmente, Kath —dijo al cabo de unos segundos—. Aun en el caso de que lo que dice Ruth sea cierto, ¿por qué miras y miras esas viejas revistas porno, para ver si encuentras a alguna de tus posibles? ¿Por qué tu modelo tiene que ser por fuerza una de esas chicas?
Me encogí de hombros, pero seguí sin mirarle.
—No pretendo que tenga mucho sentido. Pero lo hago de todas formas. —Los ojos se me estaban llenando de lágrimas, y traté de que Tommy no las viera. Pero la voz me temblaba cuando añadí—: Si tanto te molesta, dejaré de hacerlo.
No sé si Tommy vio mis lágrimas. De todas formas, cuando Tommy se acercó a mí y me dio un apretón en los hombros, yo ya las había controlado. Contener las lágrimas era algo que ya había hecho antes en ocasiones, y no me suponía ningún esfuerzo especial. Pero además me sentía algo mejor, y dejé escapar una risita. Entonces Tommy me soltó, y nos quedamos casi juntos, codo a codo, con la espalda hacia el coche.
—De acuerdo, no tiene ningún sentido —dije—, pero lo hacemos todos, ¿no es cierto? Todos nos preguntamos sobre nuestro modelo. Al fin y al cabo, ése es el motivo por el que hoy hemos venido aquí. Todos, todos lo hacemos.
—Kath, sabes perfectamente que no se lo he dicho a nadie. Lo de aquella vez en el cobertizo de la caldera. Ni a Ruth ni a nadie. Pero no lo entiendo bien. No comprendo bien por qué lo haces.
—Está bien, Tommy. Te lo contaré. Puede que, cuando te lo cuente, para ti siga sin tener mucho sentido, pero voy a contártelo de todas formas...
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