52. El miedo por ella

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Madrid

Acabo de bajarme del avión y estoy destrozado de los nervios. Un coche me espera justo en la pista de aterrizaje. Apenas he podido hablar con Verona, y lo que me ha contado me ha dejado peor de lo que estaba. Al parecer, llevaban todo el día con Rebeca y Camila en casa de la granaína. Al ir a levantar a Tania de la siesta, Verona no podía hacerlo. Había perdido el conocimiento, estaba azul y apenas respiraba. Llamaron corriendo a urgencias y la ambulancia tardó poco en venir. Entró en parada y fue la misma Rebeca la que le hizo las maniobras de reanimación. Lo pienso y se me ponen los pelos de punta. De pensar en mi niña. De que casi se me muere.

Mi madre y la de Verona se cogieron un avión a Madrid y están también en el hospital. Ahora mismo estoy que no vivo. Tengo que verlas. Tengo que verlas a las dos. No he rezado tanto en mi vida como hoy. Si pierdo a Tania. Si la perdemos los dos, creo que jamás podré recuperarme de su pérdida. Pero tengo que ser fuerte, porque Verona y mi niña me van a necesitar.

El coche me lleva con rapidez al Hospital Materno Infantil. Verona me ha dicho que estaban en la quinta planta y hacia allí dirijo mis pasos. En el ascensor cruzo mis brazos conteniendo mis nervios como puedo. Las puertas se abren lentamente y salgo de allí buscando la sala de espera. Voy frenético. Ido. Deseando ver a Verona. La localizo de pie dando paseos por la sala. Se da la vuelta y en cuanto me ve sale corriendo y se arroja a mis brazos.

- Oh, Pau -la agarro bien fuerte sintiendo como sus lágrimas mojan mi camiseta- no quería llamarte, te juro que no quería, pero los médicos dicen que es grave

-Shh. Ya está mi amor, ya está. Has hecho lo correcto mi vida -intento quitarle las lágrimas con las yemas de mis dedos mientras ella no para de llorar.

Mi madre viene hacia nosotros y sólo me separo de Verona para abrazarla. A los pocos segundos, mi padre y mi suegra hacen lo mismo.

- ¿Qué han dicho los médicos? -les pregunto mientras agarro la mano de mi mujer y la atraigo hacia mi cuerpo

- Que sus problemas de corazón se habían agravado y la operación que tenían que hacerle a final de año, se tenía que adelantar o... -Verona se lleva una de sus manos a la boca y muerde sus nudillos- podría...podría morirse...

Mi mujer cae en mis brazos llorando desconsolada. Tengo ahora mismo una desazón en el cuerpo que no me deja vivir. Llevo como puedo a Verona hacia uno de los sillones y me siento con ella en brazos. Dejo que llore todo lo que quiera e intento consolarla como puedo. Aunque en realidad, estoy hecho polvo y tengo un miedo mucho miedo.

Pasan los minutos, las horas. Me he tomado un par de cafés y mi madre nos ha hecho comernos un sandwich a medias que Verona casi ni ha tocado. Rebeca nos ha llamado un par de veces por si sabíamos algo, e incluso el míster me ha mandado un mensaje para ver como iba todo.

- ¿Y qué han dicho para explicar porque no estabas? -me pregunta Verona abrazada aún más a mi

- Problemas personales -le contesto entrelazando más mis dedos con los de ella

- ¿Crees que la prensa acabará enterándose de lo de Tania?

- No creo. Es menor y seguro que la Federación ya se ha encargado de mantenerlos a raya

Verona asiente y deja escapar un largo suspiro. Miro hacia el pasillo y echo mi cabeza hacia atrás. Son demasiadas horas y nadie nos cuenta nada. Esto es desesperante.

-Estoy asustada Pau

- Lo sé Roni, yo también lo estoy. Pero, estoy seguro de que todo va a salir bien

- ¿Seguro?

- Seguro. Le tengo que hacer el DNI con los apellidos Torres Valdés, fíjate si estoy seguro

𝓛𝓪 𝓟𝓻𝓸𝓶𝓮𝓼𝓪Where stories live. Discover now