Yeferson llevó la mano libre a la nuca de ella mientras ladeaba la cabeza para adquirir un mejor acceso a su boca, para explorar el lugar de donde emanaron jadeos de placer a su nombre, jamás se cansaría de morder suavemente aquellos labios que se apretaban ante sus insultos y se entreabrían con cada cercanía e insinuación incandescente.

Débora era poco predecible en ocasiones, pero Yeferson conocía su lenguaje corporal, y al menos de esa forma ambos se comprendían y confesaban los mismos deseos con reciprocidad.

Ella se separó de él cuando escucharon una puerta abrirse, de la cual salió Miguel David con una sonrisa radiante.

—¿Y esa felicidad a qué se debe? —indagó su hija, limpiando las comisuras de sus labios con prudencia.

—Mañana me caso —contestó su progenitor, como si estuviese pronunciando un «Dah»

—Nos llevaréis a vuestra luna de miel, ¿No?

—¿Qué? No.

—Pero, ¿Por qué?

—Nos casamos Jhoana y yo, ¿Qué tenéis que ver vosotros?

—¡Seremos legalmente una familia!

—¿Y por eso los tenemos que llevar a nuestras vacaciones? No, mi loca. Bájate de esa nube —dijo Jhoana, que apareció en la sala de repente—. Si quieren les compramos anillos a ustedes también.

Débora quiso buscar apoyo en Yeferson, pero a él le daba igual si a su mamá se la llevaban para Margarita o al fin del mundo a celebrar su matrimonio. Al moreno le fascinaba mucho más la idea de quedarse a solas con la caprichosa esa, aunque aquello significara tenerla jodiendole la paciencia a cada rato por cualquier cosa. Además, tenía que cuidar a Mordisquito, su nueva responsabilidad.

—Os pienso dejar algo de pasta para que salgáis —avisó Miguel David mientras se servía un vaso de refresco.

—Mejor, así vamos a Las Cabañas —dijo Yeferson.

—¡Padre! —exclamó Débora cuando Miguel David se alzó de hombros, aunque en comparación a la primera vez, ahora no lucía tan indignada porque era incapaz de resistirse demasiado a la posibilidad.

—Cuidad el auto o os decapito, a los dos.


~•~


Tras el fallecimiento de la ceremonia íntima y prácticamente improvisada, la pareja de recién casados llegó al apartamento con una sonrisa radiante, mirando a cada nada el anillo en sus dedos que simbolizaba su idílica unión.

Detrás de ellos llegaba Yeferson, que estaba peleando solo al intentar deshacer el nudo de la corbata y ridículamente solo conseguía apretarlo más, Débora se reía mientras se ofrecía para ayudarlo y él se negaba de mala gana, sosteniendo la supuesta dignidad que le quedaba.

Lo primero que hizo la castaña fue correr hasta su habitación a sacarse los tacones de un puntapié, sintió que estaba pisando el verdadero paraíso al quedar descalza. Yeferson llegó corriendo hasta la habitación de ella, se armó con unas tijeras y cortó el pedazo de tela que no le confería ni un mínimo porcentaje de elegancia y que solo había usado porque entre su mamá y su hermanastra conspiraron para obligarlo.

Jhoana y Miguel David no perdieron tiempo; se apresuraron a despojarse de las vestimentas para reemplazarlas por algo más casual, se dieron una ducha rápida y terminaron de empacar sus cosas para el viaje, aquella prometedora luna de miel los tenía ansiosos.

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now