Capítulo 20 •Regla número seis•

Start from the beginning
                                    

En un movimiento rápido logro aprisionarla de espaldas contra el árbol, pegando mi cuerpo al suyo, tomo sus muñecas y con algo de brusquedad las sostengo sobre el roble, por encima de su cabeza, haciéndola soltar un pequeño gruñido.

—¿Estás segura de que quieres esto, pequeña?

—Nunca había estado más segura de querer algo.

Y ese fue el detonante de un beso profundo y salvaje, del deseo que ambos sentimos y soltamos a través de nuestros labios moviéndose en sintonía. Libero sus manos y sin pensarlo dirijo las mías hacia su cintura, atrayéndola hasta que nuestros cuerpos estén lo suficientemente juntos como para que pueda sentir los efectos que causa en mí, sus manos están aferradas con fuerza alrededor de mi nuca y nuestras lenguas se rozan con lujuria. Tiro suavemente de su cabello haciéndola emitir un gemido ahogado contra mis labios, quiero observar su rostro, así que me separo unos centímetros y abro mis ojos, se ve preciosa.

De repente siento como sus manos empujan mi pecho con brusquedad, haciéndome retroceder con nerviosismo.

¿Hice algo que la incomodara?

Observo cómo se aleja tambaleando y se tumba en el suelo, llevándose ambas manos hacia su cabeza.

—Zaid, me siento mal, estoy mareada. —habla con dificultad—. Quiero vomitar, perdóname.

—Tranquila, es normal, has consumido demasiado alcohol.

Me inclino ante ella y la tomo entre mis brazos, levantándola con facilidad.

—¿Qué estás haciendo? ¡Podría vomitar sobre ti en cualquier momento! —se queja.

—Agárrate de mi cuello, te llevaré al baño.

No se quejó, en su lugar hizo caso a mi petición y me envolvió con sus brazos.

Me dirijo a paso rápido hacia el interior de la casa, tratando de buscar con la mirada a mi hermana, pero no la veo.

—Apóyate con fuerza y vomita tranquila —le indico mientras se sienta frente al inodoro.

—¡Qué vergüenza! No puedo vomitar contigo aquí —protesta.

—Si puedes, no voy a dejarte sola.

Me paro detrás de ella y sostengo su cabello para que no se lo vaya a ensuciar, con mi mano libre le doy suaves palmadas sobre su espalda, intentando facilitarle el proceso.

—¡Si vomito se me va a quitar el sabor de tus labios! —lloriquea.

No puedo evitar reír ante su comentario. ¿De verdad es eso lo que le preocupa?

—Pequeña, después de que vomites te volveré a besar las veces que quieras —suelto sin pensarlo.

«¿De dónde ha salido ese lado cursi?»

—¡No querrás besarme porque voy a saber a vómito! —habló, y entre convulsas arcadas comenzó a salir todo el vodka que había consumido esta noche.

—Terminé —añadió pocos minutos después.

—Bien, vamos a lavarte la cara —le ofrezco mi mano para ayudarla a levantarse.

La guio hasta el lavabo, abro la llave dejando correr el agua y mojo mi mano para luego pasarla con cuidado sobre su rostro.

—Puedo hacerlo sola, ya me has ayudado mucho.

—Está bien, te esperaré afuera —le informo—. Estaré tras la puerta por si necesitas algo.

Salgo del baño y apoyo mi espalda contra la pared mientras la espero.

En alguna calle de VeneciaWhere stories live. Discover now