Capítulo 54 ~ El farsante.

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Loki

— Está hecho. – dice la pelirroja y sonrío. Comienzo a jugar con el collar que tengo entre mis dedos, recordando lo bien que lucía en su cuello.

— ¿Les dieron el mensaje?

— ¿La cabeza del presidente? Si, no fue difícil, esa área estaba completamente desprotegida. Al parecer tienen a rehenes que no quisieron unirse a sus filas. ¿Quién querría? Margaret no sabe cómo ser una líder.

Maldita mujer que habla de más, solo soporto a una así y no es ella. 

— ¿Te pregunté los detalles? – pregunto con cierto asco. – Mira niña, estás aquí para obedecer a lo que yo te digo. Si no pregunto detalles, no me los das. ¿Entendiste?

— No le hables de esa tipa. Se descontrola cuando hablan mal de ella. – dice Agnes y pongo los ojos en blanco.

Me levanto con suma tranquilidad para que no sospeche. La veo de reojo y de un segundo a otro me lanzo encima de ella, tomándola por el cuello. Sonrío al ver el miedo y la desesperación en sus ojos. Sabe que no soy un hombre misericordioso.

— ¡¿No fui lo suficientemente claro?! – abre los ojos como platos. – No quiero que hables de Maggie. Ni siquiera quiero que su nombre salga de tu puta boca. ¡Eres demasiado poca cosa para siquiera mencionarla!

Intenta liberarse, pero la presiono con más fuerza sobre su cuello.

— ¿Entendiste, Agnes?

Asiente, más por supervivencia que por entendimiento. La suelto y cae al suelo de rodillas.

— ¡Estás enfermo!

— No es primera vez que me lo dicen. – sus palabras me resbalan.

Camino por la sala, hasta encontrarme con su pintura. Esos ojos que me vuelven loco preponderan en la imagen. Su cara, su cuerpo, todo de ella me encanta. Juro por Odín que será mía y luego, luego la mataré lentamente.

Ay, Margaret. Mi preciosa mujer. Nunca debiste volver con ese tipo que no te merece. Yo lo hubiese dejado todo por ti.

— ¿Por qué siguen aquí? ¡Lárguense! – la pelirroja sale de la habitación, pero Agnes se sienta en uno de los sofás. Su tan sola presencia me jode la tarde.

Me mira, como si quiera preguntarme algo, pero sigo sin prestarle atención. Prefiero mirar el cuadro de la mujer más hermosa que he conocido.

— ¿Qué quieres? ¿Un autógrafo?

Pone los ojos en blanco ante mis palabras.

— Con tu estúpido movimiento, les diste ventaja. Lo entiendes ¿Verdad?

Me volteo a mirarla. Cada vez se supera y habla más estupideces.

— Debiste dejar que el presidente se convirtiera en nuestro infiltrado.

— Yo no trato con ratas, Agnes. No suelo hacer tratos con cobardes. Tu fuiste una excepción, así que no desafíes a tu destino.

Pone los ojos en blanco. Anhelo con que deje de respirar y le queden así para siempre. 

— En las guerras, los principios se dejan de lado. ¿Crees que no van a aprovechar este movimiento? Ahora el senador Waller es el nuevo presidente y lo tienen escondido en las instalaciones de Hydra.

— ¿Crees que me importa? Ni el puto presidente de los Estados Unidos va a desviar mi objetivo.

— ¿Cuál es tu objetivo? Porque tus acciones demuestran que tu objetivo y el de Hydra no es el mismo.

Heridas de guerra | Bucky Barnes Where stories live. Discover now