Capítulo 4 | Will

4 1 0
                                    

Hace un día precioso. El cielo esta despejado y no tengo nada en mi agenda. Me encantan los fines de semana que tengo libre para descansar y poder ocupar mi tiempo en lo que yo quiera. Lucas, mi compañero de piso, está como un loco dando vueltas por la casa, no sé qué bicho le ha picado. Hace más ruido que un elefante en una tienda de panderetas.

Es tarde ya, así que decido levantarme a ver qué pasa, porque por mucho que le toque a él limpiar la casa este fin de semana, tanto alboroto no es normal.

—Ey, tío, ¿qué esta pasando? ¿Te ha dado algún ataque? —pregunto mientras me paso una mano por el pelo despeinado y me estiro para desperezarme.

—Ay, lo siento, ¿te he despertado?

—¿A mí? ¡Qué va! Sería imposible hacerlo con el poco ruido que has hecho —bromeo a la vez que le lanzo uno de los cojines del sofá que consigue esquivar al vuelo.

—Oye, no seas tan capullo. Solo estoy poniendo un poco de orden en la sala, que parece una leonera.

—Ya, claro. —Ruedo los ojos, porque sé que me está engañando—. ¿Esperamos alguna visita importante hoy? ¿Tengo que ponerme ropa interior?

—Primero, deberías llevar siempre ropa interior, que seas mi mejor amigo no significa que me encante verte recién levantado con la tienda de campaña puesta.

—Si sabes que te encanta —contesto sin evitar reírme.

—Idiota. Bueno, al lío. Olga viene hoy.

—Algo era, amigo —le corto—. Olga viene y no quieres que vea lo que supone que un par de tíos compartan piso.

—Lo que no quiero es que se encuentre un calcetín usado entre los cojines del sofá. —Pone los brazos en jarra y frunce en ceño, intentando no reírse.

—Venga, tío, que solo fue una vez. Y ni siquiera tengo muy claro que fuera mío.

—No voy a entrar al trapo. Necesito que te vayas.

—¿Ya me echas de casa? —Pongo pucheros.

—Venga, tío, que se supone que el inmaduro de los dos soy yo.

Y tiene razón. Lucas y yo nos conocemos desde la universidad, y yo siempre he sido el responsable de los dos. Eso no quita que me encante chincharle, sobre todo cuando se trata de su novia y de cómo se pone cada vez que viene a casa.

—Vale, me rindo. —Alzo los brazos en señal de derrota.

—Gracias. —Cierra los ojos e inclina un poco la cabeza.

—¿A qué hora llega? —pregunto mientras voy a la cocina, necesito desayunar algo.

—En diez minutos, así que tienes que salir enseguida.

—Joe, no me das ni un momento para comer.

—Puedes hacerlo fuera. En serio, tío —aprieta mi hombro con su mano—, necesito un rato a solas con Olga.

No me lo tiene que repetir dos veces. Aunque me encante meterme con él, lo quiero con locura, es como un hermano para mí y haría cualquier cosa que me pidiese. Me meto en mi habitación, cojo lo primero que encuentro en el armario, me visto y salgo por la puerta.

Una de las cosas que más me gusta hacer es ir a correr; esa sensación de autosuperación, cuando las piernas empiezan a dolerte tanto que crees que no podrás dar un paso más, pero lo haces. Eso y que consigo evadirme de casi todo durante unos kilómetros.

Trabajo en una galería de arte, y aunque a priori puede parecer un trabajo aburrido y monótono, no es así. Es verdad que trabajo sentado la mayoría del tiempo, tras una pantalla (razón de más para que necesite salir a correr y ejercitarme), pero todos los meses preparamos una exposición de alguno de nuestros artistas contratados o de alguno nuevo que acabamos de encontrar. Y, en esos momentos, la galería es un campo de guerra.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Aug 17, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Mi accidente con cara de ángelWhere stories live. Discover now