Capítulo 2

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— ¡Ahí llega nuestra protagonista! —El grito de María se escucha por encima de toda la multitud, provocando varias miradas.

Todos están ya sentados en nuestra mesa habitual. Sarah, tan guapa como siempre, con un vestido negro corto y con un escote pronunciado. No tiene mucho pecho, así que le quedan geniales ese tipo de vestidos. Siempre dice que están hechos para gente como ella, que pueden permitirse salir sin sujetador a la calle (ojo, que soy defensora de que cada uno salga a la calle como le dé la gana). María, en cambio, es más de trajes. Unos pantalones negros, un top rojo palabra de honor y su chaqueta a juego es lo que ha elegido para esta noche. Además, como siempre, su complemento obligatorio, unos labios rojos Chanel.

Daniel ha invitado a unos cuantos amigos suyos a la celebración para no ser el único hombre entre tanta mujer, y porque hace tiempo que no le gusta estar solo con nosotras, en fin.

—¿Qué queréis tomar? A esta ronda invito yo —dice Erick, uno de sus amigos.

—Una ronda de chupitos para todos, para ir calentando —contesta María casi en un grito.

—Pronto empiezan... —murmura Daniel en tono serio.

Su mal genio resulta exasperante. Tras lo que ha pasado esta mañana, esperaba que viniera de buen humor. Me lo debía, me lo debe. Pero me he vuelto a equivocar.

Lo ignoro.

Porque sí.

Porque me niego a que me amargue también la noche.

La hora feliz empieza, y con ella unas rondas tras otras de chupitos. Y yo que soy la que ha dicho esta mañana que quería una noche tranquila...

—¡Luna! —Sarah y María se acercan a mí con una bolsa grande y tiran de mi mano hacia la pared del fondo, que es la única que tiene un hueco libre—. Te hemos comprado una cosita.

—Oh, chicas —musito—, no hacía falta, de verdad.

—Sabes que sí. Bueno, son dos regalos, uno será mejor que lo abras a solas —dice Sarah entre risas—, a nosotras nos da igual, pero no sé si levantará alguna mirada y no queremos que te dé un infarto.

—La madre que os parió —digo con incredulidad, aunque acabe riéndome a carcajadas.

No me hace falta abrirlo para saber qué es. Llevamos tiempo hablando de un nuevo vibrador que ha salido hace poco, con cámara incluida. Que es más por la chorrada de ese detalle, pero cuando lo encontramos, no pudimos evitar troncharnos de risa.

—Queremos verlo —dice María—, bastante que lo hemos cogido para ti, yo quería ser la primera en probarlo. —Vale, está claro que es el vibrador.

Me encojo de hombros, miro hacia los lados y, al comprobar que nadie nos observa, abro el paquete. Estoy de espaldas a la gente, así que mejor, y aunque me da un poco de cosa, no voy a avergonzarme por usar algo para mi disfrute personal.

Saco el juguete de la caja y, efectivamente, tengo razón; es el vibrador con forma de ojo y cámara incorporada, de color rosa pastel. Leo la descripción en la parte de atrás de la caja y me ruborizo, porque el cacharrito puede conectarse a varios dispositivos a la vez. Pero ¿a cuántas personas quieres enseñarle tus partes íntimas? Con seis velocidades y apto para la ducha.

—Pero di algo, cacho perra —resopla María.

—Estoy sin palabras —musito mientras envuelvo la caja con el papel de regado otra vez, no vaya a ser que alguien me pille con esto en la mano—. Muchas gracias, chicas. —Miro una vez más a los lados y coloco la palma de mi mano a un lateral de los labios, impidiendo así que nadie pueda leérmelos—. Ya os contaré qué tal.

Mi accidente con cara de ángelDove le storie prendono vita. Scoprilo ora