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—Ollie ¿puedes quedarte un momento conmigo? —preguntó Nahum a media mañana. Apenas salíamos de la clase de Química de ese día lunes, y ya el salón había quedado casi vacío, excepto por Anahí, Felipe, Nahum y yo.

—Ohm, bueno —me giré hacia mis amigos—. Los busco por ahí.

—Estaremos por las mesas del patio —dijo Felipe y se fueron, dejándome ahí con Nahum.

En la mañana, cuando Nahum había llegado, yo estaba con ellos dos en una de las mesas del patio, y Nahum me había saludado directamente. No pareció darse cuenta que estábamos acompañados hasta que Felipe también le dio los buenos días. Había sido un lindo momento, me gustó que recordara saludarme. Y antes de esta mañana, no nos habíamos visto, porque él no había estado en ningún lugar cerca de su casa el domingo, así que además, estaba feliz de verlo.

—¿Pasó algo? —pregunté.

—¿Qué ibas a hacer? —preguntó él de vuelta.

—Estaba por ir con los chicos a comprar algo de comer antes de la última clase —dije, como estaba apoyado en mi mesa de pupitre, preferí sentarme del todo en la mesa—. ¿Y tú?

—Nada, tenía planeado hablar contigo en este receso —se apoyó en la mesa delante de donde yo estaba, y apoyó sus manos en la mesa.

—¿Por qué en este receso?

—Es que tengo algo para ti —dijo.

—¿Qué? —pregunté, emocionandome de inmediato.

Nahum buscó en su mochila de cuero y sacó una bolsita transparente. Tardé un segundo en notar lo que había en el interior de la bolsita, y juraría que mi corazón se derritió.

—Son galletas de avena —dijo, entregandome la bolsa en las manos—. Busqué la receta en Internet. Son fáciles de hacer.

Aush.

Era tan lindo que dolía.

Ni siquiera pude decir nada por un rato, mirando la bolsita entre mis manos y las formas redondas de las cuatro galletas que habían en su interior. La bolsita estaba amarrada con un hilo negro, y del hilo negro caía una tarjeta pequeña, pero cuando fui a abrirla, Nahum puso sus manos sobre la bolsa.

—No, todavía —se rio—. Entonces, eso era lo que te quería dar. Adiós.

Y se fue. Salió con una velocidad increíble del salón, dejándome sentado sobre la mesa con el detalle más bonito del mundo entre mis manos.

Lo hubiera detenido, pero seguía anonadado.

Le había dicho que me gustaban las galletas de avena cuando apenas nos habíamos conocido. ¿Cómo es que retuvo información que le había dado, en ese entonces, un desconocido? Y se atrevía a no darme la oportunidad de agradecer.

Tomé mi termo de agua y mi mochila y salí del salón, dispuesto a buscarlo. En el pasillo, busqué abrí la tarjetita, encontrando un "Me gusta pasear contigo" escrito en el pequeño trozo de cartulina. Nunca antes había sentido mi corazón tan apretujado como ahora.

Era tan hermoso, que ahora era yo quien me preguntaba si merecía algo así, a alguien como él, lleno de detalles que hacen que mi corazón acelere y salte y se vuelva loco en mi pecho.

Guardé la tarjetita en mi mochila, y tomé una galleta para comerla, más feliz de lo que alguna vez había estado. Las demás, las dejé también en mi mochila.

—¿Qué tienes? —preguntó Anahí cuando me senté en la mesa delante de ella, en medio del patio.

—Nada —respondí, bebí de mi agua y me incliné hacia delante—. ¿Tienes el número de Nahum?

Flores para Ollie | ActualizandoWhere stories live. Discover now