Flores para Ollie | Actualizando

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Para cuando desperté al día siguiente, papá ya se había ido y había dejado una nota sobre el mesón de la cocina.

Buen día, Ollie.
Salí a trotar y aprovecharé de preguntar por ahí lo de tu escuela. No creo que esté abierta hoy porque es sábado, pero de algo me enteraré. También compraré desayuno.
Te quiero.
- Papá

Había hecho un sol en la esquina superior derecha del post-it, y ese detalle me hizo sonreír.

Doblé la nota para guardarla después y fui al baño para arreglarme un poco. No era que pensaba hacer mucho hoy, pero al menos esperaba que papá y yo saliéramos a hacer algunas compras, si es que había algún lugar en el pueblo donde se pudieran comprar muebles.

Lavé mi cabello con el shampoo de papá, que se había rehusado a dejar en la ciudad, al igual que sus protectores solares y sus cremas para manos. Papá era un maniático de la piel, y mentiría si dijera que no empezaba a contagiarme de la mayoría de sus rutinas de cuidado.

Cuando terminé de ponerme sólo del bloqueador solar de papá, subí a mi habitación con la toalla alrededor de mi cintura. Miré receloso la puerta del balcón mientras caminaba por la habitación hasta mi maleta, donde busqué mi ropa.

No había vuelto a abrir esa puerta después del incidente con el vecino. Me había sacado de onda notoriamente y él me había mirado mientras yo, muy probablemente, había dejado caer mi boca abierta. No recordaba si eso había pasado o si sólo lo había imaginado, pero ya era suficiente vergüenza por un tiempo.

Me vestí con otros jeans claros, que eran de los que había traído suficientes, un suéter tejido verde claro —había traído suficientes sueters tejidos también— y los mismos tenis blancos de ayer.

Cepillé mi cabello mirándome en la cámara frontal de mi teléfono, porque aún no teníamos espejos. Mi cabello era negro y lacio, al igual que papá, pero a mí me gustaba mantenerlo un poco largo y peinarlo con una línea en el medio, mientras que papá lo mantenía corto y peinado hacia un lado. Lo único que yo había sacado de mi mamá eran mis ojos azules grisáceos, y la forma de mi nariz. El resto era todo de mi padre. Mamá bromeaba diciendo que había sido así porque él había negado que yo era su hijo, así que la vida lo castigó mostrándole que no podía ser hijo de alguien más que no fuese él.

En el teléfono tenía varios mensajes pero no leí ninguno. No tenía ganas de hablar con nadie por ahora. Sabía que harían muchas preguntas y aún no estaba listo para eso.

—¡Ollie! ¿Ya estás despierto? —la voz de papá se deslizó desde el piso de abajo con facilidad. No había necesidad de gritar en la casa para ser escuchado. Eso me gustaba, porque amaba los ambientes silenciosos, y si era bueno ignorando, podía evitar molestarme por el ruido de afuera.

—Voy —dejé el teléfono sobre la cama y bajé trotando las escaleras, dejando la puerta de la habitación abierta. No es que me gustase tener las puertas abiertas, pero por ahora la habitación no se sentía como mía, así que no había ninguna privacidad que me gustara mantener— ¿Conseguiste algo de desayuno?

—Que bueno que preguntas por tu escuela —papá pasó directo al mesón de la cocina, que era lo único que teníamos para apoyarnos. Dejó sobre él dos bolsas de papel, su celular y sus audífonos, también su filtro de agua. Estaba algo sudado del ejercicio, y vestía su ropa-de-ejercicio—. Tengo buenas noticias.

—¿Cuáles serán? ¿Encontraste empanadas?

—Mejor, son pasteles de papa y queso. Pero escúchame, Ollie —papá se apoyó en el mesón, y yo traté de prestarle atención, mirándolo a él y no a la bolsa de pasteles—. Tenías razón en lo que dijiste de que era una buena fecha para cambiarnos. La academia aún no ha abierto, y la escuela de artes está en inscripciones. Estuve preguntando y dicen que las clases en la academia son hasta medio día, porque el pueblo le da mucha atención a las clases extracurriculares, así que la escuela de artes está desde después del medio día, hasta que casi termine la tarde. Me dijeron los vecinos de al lado que lo mejor es inscribirte en ambas, así tendrás un horario completo.