El boleta enamorao' (+18)

Začať od začiatku
                                    

Se acomodó la almohada y se cubrió los ojos con un brazo mientras se tronaba los dedos de las manos.

—Yo sé que tú buscarías la manera de saber qué le gusta, pero esa chama es rara. Le regalé sus libros favoritos y eso porque un día andaba de chismoso escuchándola afuera de su cuarto y supe que le gustaba el carajito ese con la cicatriz de relámpago —suspiró—. Bueno, tendré que averiguar qué le gusta, porque adivino no soy. Divino sí, pero adivino no. Si fuera adivino no estuviese pelando bolas en Guarenas.

Salió del cuarto y se metió en el de Débora. No le importó darse cuenta de que se estaba bañando y abrió la puerta del baño.

—Mira sifrinita, ¿Qué te gusta a ti? —le preguntó.

—¡¿Pero qué coño?! —exclamó ella, tenía el cuerpo envuelto en una toalla y se estaba peinando el cabello mojado frente al espejo.

Yeferson le echó un vistazo soslayado al baño.

—Veeeerga, tienes regadera y todo. Que lujo —comentó Yeferson, bajando las comisuras de sus labios—. Yo de vaina tengo un tobo con agua de lluvia y un perol de mantequilla mavesa, humildemente.

—¡¿Qué haces aquí, cabrón?! ¡¿Por qué entras así?!

—Vine a preguntarte qué te gusta —él se cruzó de brazos.

—¿Qué me gusta de qué?

—No sé. Qué te gusta hacer. Tu cantante favorito, juegos de mesa, mejor película de comedia...

—¡¿Te parece este un buen momento para una trivia?! —le gritó histérica mientras se acomodaba el paño blanco bajo el brazo.

—Bueno, ¿Cómo te gustan los hombres? —fue directo al punto—. Aparte de maricos.

—¡Que toquen la puerta antes de entrar!

—Ajá, sí, mala mía —él hizo un ademán de mano—. ¿Qué más?

Débora se dió cuenta de que Yeferson no se iba a ir si no le respondía, así que se siguió peinando frente al espejo mientras él veía su reflejo de brazos cruzados.

—Me gusta un hombre que tenga responsabilidad afectiva —empezó a enumerar.

—Yo tengo un poquito de eso.

—Que me regale flores.

—Te regalé libros.

—Que me escriba cartas a mano.

—Te hice la tarea.

—Que sepa cocinar.

—A veces no comes si no soy yo quien hace el desayuno.

—Que tenga un léxico impecable.

Yeferson arrugó las cejas.

—¿Qué es léxico?

—Exacto. —ella se burló y procedió a pintarse los labios. —Que sea detallista.

—Te compré Takis y Speed Max.

—Que me dedique canciones románticas...

Yeferson se aclaró la garganta, la agarró por las caderas para hacerla voltear, la acorraló contra el lavamanos y le empezó a cantar.

—Esta cancion va dedicada pa ti chamita chama, te voy hablar es claro, mi corazon te ama. De bien y todo porque soy bulde malandrito. Te llevo en la moto y alzamos caballito..

La expresión de estupefacción de Débora crecía conforme Yeferson cantaba. ¿Qué coño era eso? Jamás en la vida había escuchado algo tan marginal, pero era extraño que con la voz de Yeferson no se oyera tan feo. Su cara era todo un poema mientras él le cantaba mirándola a los ojos con seriedad. No podía saber qué coño estaba pensando mientras entonaba esa canción barriotera que parecía sacada del culo de la rata de una alcantarilla de Charallave, Débora solo se veía reflejada en sus grandes ojos oscuros.

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now