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«"D" ¿DE DESCEREBRADO?»

JESS GREEN

Acción de Gracias estuvo bien: elegante, familiar, digna de una fotografía. Aclamamos la tarta de Lolita. Mis hermanos menores se portaron de maravilla, Hannah y Levi no dijeron, o, hicieron nada que pudiera incomodar a mi amiga durante la cena.

Mis hermanos mayores se acostaron con Lolita. Fue dos meses antes de que ella definiera su relación con Dante. Dolores me lo contó la mañana después del error. Manejó la situación como una campeona. Fue mejor persona que yo; digamos que enloquecer no es la palabra adecuada para describir lo que me embargó ese día. Apenas lo recuerdo: le rompí la nariz a Levi, y empujé a Hannah a la licorera de Papá Allen. «De suerte no se le clavó un cristal.»

Papá Mike tuvo que intervenir. Los asusté a todos. Exageré; pero tenía razones de sobra para enojarme con ellos: tocaron a mi mejor amiga. Los amigos son sagrados. Mis hermanos saben cuánto me cuesta hacer amigos. A la gente le caigo como una patada en las rodillas cuando me conoce.

Apuesto que Mercedes también lo piensa. Ella y su recepcionista de vestidos vaporosos que sonríe como un puto Pitufo, me amarga el paladar.

«¡Iuggggghhhhh!»

Sé que juré no volver aquí. Pero mi única/mentirosa/manipuladora/mejor amiga, no me dejó elección. La muy desesperante me llamó cuando estaba arreglándome para ir a la escuela, diciéndome que no podía ir a pagarle a la dichosa adivina porque se sentía mal del estómago.

«Mentirosa. Mentirosa.»

Heme aquí. La escéptica (o sea yo), está de pie frente al rincón olvidado por la realidad.

Entro.

—¡Hola! —me saluda la misma chica de tez morena, con la pañoleta en la cabeza—. Me alegra volver a verte.

—¿Está Mercedes? —Voy al grano.

—¿Nuestra diosa? —pregunta con una sonrisa esperanzadora en los labios—. Sí, ya conoces el camino.

—Gracias. Sólo estoy aquí para saldar una deuda —digo. Saco la cantidad de mi bolsa y la pongo sobre su mostrador—. Lolita me dijo que le debía este dinero.

—Oh, gracias. Pero no puedo aceptarlo. Le pertenece a Mercedes.

—Pero no lo estás aceptando-aceptando, sólo aceptando temporalmente. Dáselo a tu jefa.

—Mercedes no es mi jefa; estoy aquí por mi voluntad. No estoy atada.

Freaky.

—Da igual, sólo dáselo a ella.

Mira el dinero como si fuera el décimo lugar al que le gustaría ir.

—Lo lamento, no puedo —se disculpa—. Pero, puedes pasar a verla. Está libre ahora.

—¿Así nada más? ¿Sin cita previa?

—Las premoniciones no conocen de horarios, Jessy —explica con amabilidad.

—¿Eso es un sí? —le pregunto en un tono arisco.

—Es un sí, tesoro.

Resoplo, meto el dinero en mi bolsa y camino hacia su estrecha oficina. Toco débilmente a su puerta y me dice «adelante», como si me estuviera esperando.

Me recibe el olor a incienso y la escasa luz del lugar. Encuentro a Mercedes jugando con unas cartas de símbolos extraños. Sin mirarme (maleducada), sus labios forman una sonrisa de buen presagio.

Debajo de las sábanas #1 [Una historia más de POLIAMOR #2]Where stories live. Discover now