—Yo veo a su mamá muy relajada, a lo mejor está acostumbrada a que su hijo desaparezca así cuando se obstina —le dijo Bárbara mientras comía tequeños.

—No lo creo, tía —Débora pasó saliva y revisó su celular por milésima vez, esperando que le entrara alguna noticia.

¿Por qué miraba tanto su teléfono? Ella y Yeferson ni siquiera se tenían registrados.

—A veces los hombres son más dramáticos que nosotras las mujeres —comentó Natalia, acariciando el hombro de la castaña—. Seguramente solo quiere que lo busquen, tal vez solo se está haciendo el interesante.

Deb se quedó en silencio. Cuando empezó a oscurecer, se le veía más nerviosa.

—Padre, creo que deberíamos buscarlo —le propuso a su progenitor, quien se encontraba sirviéndole un trago de ron seco a Orlando.

—Déjale su espacio, hija. Ya regresará.

Débora resopló y se fue a sentar a un sofá, jurando que más tarde le volvería a insistir si no llegaba.

Después de que cortaran el pastel, Natalia se acercó a ella.

—Adrián me invitó a Studio's. Voy a mi casa a arreglarme, dijo que me va a pasar buscando en el carro —le dió un beso en la mejilla—. Si te aburres más tarde, me avisas para mandarte a buscar.

Sin más, Natalia se fue y Débora se quedó hablando con Bárbara y con Gabriel un buen rato hasta que Jhoana los interrumpió, tenía una caja envuelta en papel fuxia entre las manos.

—Deb... —la llamó, dibutativa—. Este es el regalo que Yefe te compró, lo tenía escondido en mi cuarto. No tiene mucho sentido que te lo dé yo, pero ya no creo que aparezca hoy y la idea es que lo recibas en tu cumpleaños así que... —le dejó la caja sobre su regazo y se fue a sentar con Sofía para compartir unas cervezas.

Débora se sintió conmovida por el detalle. Ni por la cabeza se le había cruzado la posibilidad de recibir un regalo del capullo ese, solo quería que apareciera por la entrada; no importaba si no siquiera la mirada, se confirmaría con saber que estaba ahí, que estaba bien. ¿Un regalo? ¿En serio? La ansiedad le pedía a gritos que desenvolviera la caja, pero el atribulamiento causó un extraño temblor en sus manos. La caja estaba pesada, ¿Qué coño podría ser?

Empezó a rasgar el papel y blanqueó los ojos al ver que una caja del clap. Ojalá no fuese una broma de mal gusto, de ese gilipollas no esperaba más.

Contuvo la respiración un instante al abrirla por fin. No podía creerlo... Un jadeo salió de sus labios, delatando su sorpresa.

—¿Qué es? —quizo saber Bárbara, que estaba sentada a su lado.

Pero Débora no podía salir de la estupefacción, no era capaz de emitir palabra. Ahora estaba más desesperada por su ausencia, la necesidad de verlo y lanzarse a abrazarlo se apoderó de ella. Estaba teniendo sentimientos encontrados.

Jhoana le sonreía desde una esquina, estaba de brazos cruzados, feliz al ver la emoción de su hijastra. Yeferson había dado en el blanco.

A Débora se le salían las lágrimas, ahora sí se arrepentía de haberle dicho esas cosas tan feas. Ese regalo le demostraba que él siempre le prestaba atención, y que en serio la quería tanto como se lo había jurado ebrio la noche anterior.

—¡Es la saga literaria de Harry Potter! —gritó, abrazando la caja con los ocho ejemplares adentro—. Hasta El legado maldito está aquí, joder...

Aquello significaba demasiado para ella. No solo por el gesto de darle un detalle ni el pastel de dinero que valía el puto boxet, sino por el hecho de que ya Yeferson sabía cómo enloquecerla.


Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now