Volumen uno: Nueve noches de nieve en el Reino Mortal - Capítulo 9

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"Si te encontrabas con un loco, no lograrías huir".

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En ese entonces, Xie Bai era delgado y pequeño. Su altura aún no había alcanzado la cintura de un adulto. Incluso con la cabeza levantada, solo podía visualizar el delgado mentón de Yin Wushu.

En aquella época, la mayoría de los comerciantes del mercado demoníaco tenían un aspecto excéntrico, y el sinfín cantidad de cosas que vendían lo era todavía más. Les gustaba seleccionar los objetos más llamativos y unirlos en una larga cuerda. Colocaban la soga en el estandarte de su puesto, como una animada exhibición de sus especialidades.

La primera serie de "peculiaridades" era una colección de globos oculares. No se sabía de dónde se extrajeron, incluso había restos de sangre adheridos a ellos. La cadena de ojos se balanceó con el viento, y el último rozó la cara de Xie Bai. La sensación fría y resbaladiza causó que gritara de sorpresa, con una mano sujetó la ropa de Yin Wushu cerca de su cintura, y con la otra lo tomó de los dedos. Su cabeza estaba inclinada, fuertemente presionada contra el cuerpo del hombre desde atrás, no se atrevía a salir sin importar cuánto tirara.

Cuando era niño, Xie Bai no pudo comer cosas ordinarias. Nació un poco más flacucho que los bebés normales, incluso sus manos eran escuálidas y pequeñas. En contraste, la palma de Yin Wushu era muy grande, con falanges pálidas y delgadas. No podía agarrar su mano, así que cada vez que salían, el hombre cerraba ligeramente cuatro dedos y extendía el meñique para que la otra parte lo tomara.

El Mercado Demoníaco del Mar del Norte fue muy estimulante y novedoso para los niños de esa edad. Durante su primera visita, Xie Bai se hallaba asustado, pero no lograba resistirse a mirar, por lo que estaba atrapado en un dilema.

Por suerte, se encontraba Yin Wushu, quien siempre tuvo una lengua ingeniosa. Señaló todo tipo de cosas innovadoras para que mirara en el camino, arrojando mentiras con seriedad. No necesitaba redactar su discurso para engañar a un infante.

Describía a propósito algunos objetos ordinarios de una manera particularmente aterradora, sobresaltando al pequeño niño una y otra vez, quien se aferraba aún más a su dedo. Cuando Xie Bai estaba demasiado temeroso para avanzar, Yin Wushu decía cosas interesantes o divertidas, medio persuadiéndolo y medio sacándolo de detrás de su cuerpo.

Aparte de los bulliciosos vendedores ambulantes, la zona tenía todo tipo de restaurantes y bares a lo largo de ambos lados. Algunos de ellos colocarían una pancarta en la que exponían diversos aperitivos calientes y humeantes.

En ese entonces, Yin Wushu lo mimó mucho. Si Xie Bai miraba algo más de una vez, el contrario se daría la vuelta y lo compraría. En la sección central del mercado, había un puesto de comida que preparaba un caldo llamado Mancha de Tinta Jade Blanco. En realidad, solo era una sopa de pescado que se le añadían todo tipo de ingredientes raros, y que cocinados durante mucho tiempo, hasta que la proteína se disolviera y únicamente quedaran las negras espinas de la cabeza, levemente perceptibles, flotando en el espeso caldo de color blanco lechoso. Esta sabrosa y aromática sopa caliente era sencillamente estupenda para protegerse del frío.

El niño se sintió atraído por el olor de aquel puesto y no pudo andar más. Yin Wushu compró dos tazones sin decir ni una sola palabra, llevando a Xie Bai a sentarse. Ambos consumieron una porción.

No había nada anormal justo después de comer. Pero antes de que pudieran irse muy lejos, el pequeño se agachó al pie de una pared y vomitó todo, casi expulsando la mitad de su corta vida.

El Invitado YinWhere stories live. Discover now