Capítulo 24

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20 de diciembre

—¡Por fín se ha acabado el turno! —le dije a Carla —Se me ha hecho super largo hoy.
—Ya sabes que cuando se acercan las fiestas siempre hay más trabajo. Menos mal que nosotras no estamos en urgencias. —nos metimos al vestuario para cambiarnos.
—En eso llevas razón, por cierto, ¿qué planes tienes para estos días? —pregunté.
—Pues unos días iremos a casa de los padres de Marta y otros a la de mis padres, ¿y tú?
—No tengo pensado ir a Madrid, no puedo gastar los días libres que tengo porque los quiero usar para cuando nazca mi sobrina, y mi padre dice que no sabe si podrá venir. —contesté.
—Más tranquilos vais a estar. Bueno tía, nos vemos mañana ¿Vale? —dijo Carla.
—Vale nena.
En la puerta del hospital me estaba esperando Marcos con esa sonrisa tan encantadora que tenía. Da igual los días que pasen, que me seguía impresionando como el primer día.
—Hola preciosa, ¿Qué tal el día? —me dió un beso.
—Pf, cansado, ¿y tú? —pregunté.
—Pues… tengo algo que contarte. —me paré en seco y lo miré.
—¿Qué ocurre? —dije confundida.
—Nada malo, o sí. Depende como lo mires. —contestó.
—Marcos no me asustes.
—Viene mi madre —lo miré con ojos como platos. Marcos tenía tan poca familia que solo conocía una prima de él que vivía aqui y nada más. Con su madre se llevaba bien pero por las conversaciones que yo le había escuchado parecía la típica madre que se preocupa en exceso por lo que piensen los demás. —¿Azucena?
—Perdona, me había quedado pensando. Pero que venga tu madre es genial cariño, ya me habías asustado. —dije.
—Lleva meses queriendo venir pero yo siempre le decía que no era un buen momento —¡Ajá! La conversación que escuchó Darío cuando yo estuve debía de ser con su madre.
—¿Y por qué no es un buen momento? Es navidad. —respondí mientras abría la puerta del coche. Me metí dentro y me puse el cinturón.
—Porque es una pesada, cielo. Todo lo que yo hago le parece mal y no tengo ganas de oír sus reproches. —arrancó el coche y nos dirigimos a casa.
—¡Qué exagerado eres! Peor que mi madre no creo que sea. —me eché a reír pero en el fondo lo decía muy en serio, no creo que fuese peor que mi madre; alias ‘siemprememetodondenomellaman’ —Por cierto, ¿dónde va a dormir?
—Dice que se quedaba en un hotel.
—Me sabe fatal que se tenga que quedar en un hotel, Marcos. —dije.
—No pasa nada, en casa no hay sitio y es lo que hay. —contestó.
—Se puede quedar en casa de mis padres, de todas maneras ellos no van a venir.
—Se lo diré pero con lo delicada que es ella seguro que prefiere quedarse en un hotel. —Marcos aparcó el coche y subimos a casa.

Al día siguiente, estábamos esperando a su Madre en la estación de tren. Estaba muy nerviosa. ¿Y si no le caía bien? Para mí era muy importante llevarme bien con ella ya que es la única familia que él tiene.
—¡Mira! Por ahí viene. —Cuando la ví me quedé sin palabras. Llevaba un conjunto de Armani con unos zapatos que brillaban más que el mismo sol. Su pelo estaba perfectamente peinado y el maquillaje era impecable. Lucía tan fina y tan elegante que parecía su hermana en vez de su madre.
Ella me miró y yo sonreí, pero no fue recíproco. Me miró de arriba a abajo como si tratara de leer mis pensamientos y por la cara que puso no le debió de gustar como iba vestida. Al acercarse, abrazó a su hijo.
—Hola querido, ya era hora de que recibieras a tu madre. —su voz me recordaba a la madrastra de Cenicienta.
—Hola mamá, te presento a Azucena. —Marcos me presentó y dí un paso hacía adelante para darle dos besos.
—Encantada de conocerle, Carolina—dije yo.
—Igualmente, tenía muchas ganas de conocerte. Marcos me ha hablado mucho de tí. —dijo con una media sonrisa.
—Espero que todo sean cosas buenas —reí pero frené en el instante que ví su cara de limón.
—Bueno niños, —intervino ella —Vamos a comer y así hablamos un rato antes de ir al hotel.
Pensé en decirle que se podía quedar en casa de mis padres, pero me dí cuenta de que Marcos tenía razón. No veía a su madre quedándose a dormir en un piso desconocido.
Carolina se sentó en el asiento de copiloto, así que yo me senté en la parte de atrás del coche. Se pasó todo el trayecto hablando con su hijo. Intenté participar en alguna conversación pero no tuve mucho éxito. Llegamos al restaurante y pedimos.
—Bueno, Azucena. Cuéntame algo de ti, —me miró y me sentí intimidada —Mi hijo me ha dicho que eres enfermera.
—Sí, trabajo en una clínica privada de aquí. —respondí con una sonrisa.
—¿No encontraste trabajo en Madrid y por eso te viniste aquí? —me preguntó.
—En Madrid trabajaba como dependienta mientras estaba opositando para conseguir una plaza, pero me surgió esta oportunidad y me vine sin pensarlo. —afirmé.
—Eso es lo que debería de hacer mi hijo, aprovechar la oportunidad que le han ofrecido. —miré a Marcos que puso una mueca.
—Mamá, ya hemos hablado de eso. Ahora mismo no me apetece irme tan lejos a trabajar. —respondió él.
—Pero cariño, —le puso la mano encima del hombro —te has ido un montón de veces al extranjero y lo has pasado genial. ¿Qué tiene de diferente esta vez? —Marcos miró hacía mi. —Pero seguro que a Azucena no le importa que te vayas una temporada, ¿verdad? —espetó.
—Yo ya le he dicho que le apoyo en todas las decisiones que tome —le dí un trago al vino, esta situación me estaba resultando muy incómoda.
—Bueno, ya hablaremos de eso más tarde —dijo ella mirándome a mí.
Se pasó el resto de la comida hablando de sus quedadas con las amigas, de los viajes que tenía pensado hacer y un sin fin de cosas aburridas que dejé de escuchar cuando íbamos por el postre. La dejamos en el hotel y nos fuimos hacia casa. En el trayecto, Marcos y yo estuvimos en silencio. A pesar de que Carolina no me había dicho nada malo, tenía una mala sensación con ella, pero no podía decírselo a Marcos porque solo eran suposiciones mías.
Al entrar a casa, me metí directamente a la habitación. Oí unos pasos que se dirigían a mi cuarto, esperaba encontrar a Marcos pero se trataba de Darío. Él entró y se sentó al lado mía.
—¿Va todo bien? —dijo mientras me acariciaba el pelo.
—Si. —le podría haber contado que me sentía un estorbo para Marcos, pero no hubiera servido de nada.
—¿Qué tal con la suegra? —me incorporé en la cama y me apoyé en su hombro.
—No sé qué decirte, creo que no le he caído muy bien.
—¿Cómo no le vas a caer bien si tu eres fantástica? —Darío siempre sabía cómo subirme la moral.
—Supongo que ella esperaba encontrarse a una mujer de su nivel, no a una simple enfermera. —suspiré.
—¿Y qué tiene de malo ser enfermera? Si tú eres la chica más inteligente que conozco. —me dió un pequeño codazo.
—Tampoco es que conozcas a muchas chicas. —dije entre risas.
—Venga, vamos al salón a ver una peli que he comprado chuches y palomitas. —se levantó y me ofreció su mano.
—A eso no puedo decir que no.

No es lo que parece[©]Where stories live. Discover now