Capítulo 23

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—¿Qué haces tú aquí? —miré a Víctor de arriba a abajo. Esto no podía estar pasando. No ahora.
—He venido a verte cariño, como te fuiste tan rápido de Madrid… —me sonrió de una manera asquerosa y supe inmediatamente sus intenciones. Éste había venido para fastidiarme.
—Cielo, ¿quién es? —preguntó Marcos cuando apareció por el pasillo. Miró a Víctor de manera extraña y luego a mí.
—Soy Víctor. —él miró fijamente a Marcos y ví como su cara cambiaba al instante.
—¿Y qué quieres? —nunca había oído a Marcos hablar de esa manera, se notaba que estaba enfadado.
—Vengo a ver a mi chica. —agarró mi mano con fuerza y yo me solté al instante. —Se fué tan rápido de Madrid que no me dió tiempo a hablar contigo cariño.
—¿Cariño? —Marcos me miró —Azucena, ¿Qué está pasando aquí?
—Eso me gustaría saber a mí, ¿Quién te ha dado la dirección de mi casa? —inquirí furiosa.
—Alguien que me quiere mucho y que quiere que estemos juntos. —inmediatamente pensé en mi madre, no podía ser otra persona. Me dolió más su traición que cualquier otra cosa. —No he podido olvidar los besos que me diste hace unos días.
—¿Pero qué dices, imbécil? —grité —Yo no te he dado ningún beso, así que ya te estás yendo de mi casa.
—¿Quieres que lo eche? —preguntó Darío, por un momento había olvidado que  seguía ahí.
—¿Me vas a echar después de lo que pasó? Eso está muy feo, Azucena. —Hasta su voz me producía asco. Me giré hacia Marcos que seguía sin enterarse de nada.
—¿Lo besaste? —me dijo Marcos con voz apagada.
—¡Claro que no! —me defendí.
—No le engañes. El otro día quedamos para firmar los papeles del banco y acabó besándome. Lo normal entre personas que aún se quieren, ¿no? —dijo Víctor mirándome exclusivamente a mí.
—¡Lo que quiero ahora es matarte, por ser un falso de mierda! —le empujé hacia atrás para echarlo de casa pero él aprovechó para cogerme de los brazos y acercarme a él para intentar besarme. Después, todo pasó muy rápido.
Sentí como Darío me agarraba para tirar de mí, para luego acercarse a Víctor y darle un puñetazo en el estómago. Se me heló la sangre. A mi no me gustaba la violencia y ver esta escena me dejó en shock.
Darío logró echarlo de casa y vino hacia a mi.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Sí —me giré para buscar a Marcos pero no estaba. —¿Dónde está Marcos?
—Estará dentro. —Entramos a buscarlo y lo encontré en nuestra habitación. Se notaba que estaba muy confuso por la situación pero era normal.
—¿Lo besaste? —me volvió a preguntar. Me senté a su lado en la cama y puse una mano encima de su pierna. Él siguió sin mirarme a la cara.
—Ya te he dicho que no, Marcos. —le reproché.
—Entiende que tenga mis dudas, es la segunda vez que esto ocurre y ya no se que pensar. —espetó.
—¿La segunda vez? ¿A qué te refieres? —pregunté.
—Primero fué Saúl, que apareció con unas bragas tuyas en la mano y ahora tu jodido ex viene diciendo que le has besado. Tengo mis dudas. —eso me cabreó.
—¿Qué tienes dudas? Es un capullo Marcos. Fué él quien intentó besarme y yo le rechacé propinándole un puñetazo.
—¿Y entonces por qué no me contaste nada? Cuando te pregunté qué tal te había ido con él me dijiste que sólo firmaste los papeles y te fuiste. —dijo apartándose un poco de mí.
—No te dije nada porque no te quería molestar con tonterías. —le miré y me dolió ver la distancia que había entre los dos. Víctor había conseguido su propósito; sembrar la duda en Marcos.
—Necesito estar solo. —me dijo mientras se levantaba encaminandose hacia la puerta.
—¡Marcos! ¡Vamos a hablar las cosas! —escuché como cerraba la puerta de casa y me senté en la cama abatida.
Por un momento pensé en vestirme e ir a buscarlo, pero decidí que era mejor dejarlo solo. Darío al verme me dió un gran abrazo y yo rompí a llorar. ¿Por qué la gente no me dejaba ser feliz?

Estuve todo el día esperando a que Marcos volviera. Ya eran casi las diez de la noche y aún no había dado señales de vida. Le había escrito un par de mensajes pero no me había contestado. Agotada física y mentalmente me fuí a dormir.
Me desperté sobresaltada a las cuatro de la mañana. Miré hacia el lado de Marcos y sonreí al instante. Estaba dormido. Con un gran alivio me abracé a él y en respuesta me abrió los brazos para que me pudiera acurrucar en su pecho. El sonido de los latidos de su corazón me relajaban y sin apenas darme cuenta, me quedé dormida de nuevo.
El sonido de una alarma me sacó de mi sueño. Sentí un calor inmenso detrás mía y como un brazo me apretaba un poco más. Me giré para poder verlo y sentí como se me aceleraba el corazón. Por muchas mañanas que despertara a su lado, seguía siendo igual de especial que el primer día.
—Buenos dias princesa. —me dijo con una sonrisa.
—Buenos días —respondí con cautela.
—Perdona por haberme ido ayer así y por no haber respondido a tus mensajes. Necesitaba estar solo y pensar las cosas con claridad. Cuando vine a las doce de la noche, Darío me interceptó en el pasillo y estuvimos hablando un buen rato. Me contó que no era cierto lo que decía Víctor, que tú les habías contado a él y a Susi lo mismo que me dijiste a mi, que él te intentó besar. Aún me sigue molestando que no me lo contaras, yo lo hubiera entendido y el que le hubiera dado el puñetazo ayer a ese cabrón hubiera sido yo, pero no por eso voy a dejar que nos separe. —eso era música para mis oídos.
—Te quiero Marcos, no lo olvides. —nos dimos un beso largo.
—Y yo pequeña. —se levantó y fué hacia el armario. —Me voy a trabajar, ¿Vale? Si quieres cuando termines vengo a recogerte y nos vamos a comer.
—Venga vale, me has convencido. —le dí otro beso y se marchó. Cuando fuí a la cocina, Darío ya estaba desayunando.
—Gracias por lo de anoche —le dije, y le dí un abrazo por detrás.
—No tienes nada que agradecerme, solo le dije la verdad. Eso sí, como vuelva a ver a Víctor revoloteando por aquí, se va a ir aún más calentito. —me eché a reír de solo pensar en la escena de ayer. —Tú sabes que yo soy muy pacífico, pero que un tío sea capaz de inventar mentiras de una mujer para dejarla por los suelos me da asco, y si esa mujer es amiga mía aún más.
—Por eso te quiero. —me serví un café y me senté a su lado.
—Por cierto, ¿le dijiste tú a Víctor donde vivías? —preguntó.
—¿Yo? —exclamé —¡Qué va! Seguro que fue mi madre que no se sabe estar calladita.
—¿Tu madre? No sé, no le veo mucho sentido. —dijo.
—Es la única que sigue queriendo que vuelva con él, pero ya la confrontaré a su debido tiempo. —respondí enfadada.
—Bueno pequeñaja, me voy a trabajar. —dijo él.
—¿Tú también? —pregunté.
—Disfruta anda, que sólo te quedan 10 días de vacaciones. —por un momento me paré a pensar en qué día estábamos.
—Es verdad, madre mía. ¡El tiempo se pasa volando! —le dí un beso en la mejilla de despedida y se marchó.
Cogí el móvil de la habitación y llamé a Susi. Tenía que ponerle al día de la situación y quería saber su opinión de todo esto.

No volví a saber nada más de Víctor en todo el mes de diciembre y lo agradecí. Nada podía fastidiar la primera navidad que íbamos a pasar juntos Marcos y yo.

No es lo que parece[©]Where stories live. Discover now