Había estado seguro desde el mismo momento en el que acabaron allí, que nadie los iba a tratar bien. Lo pudo ver en sus ojos al principio, en sus viles sonrisas, en aquella sed insaciable tan evidente en sus ojos. Y él los odiaba a todos por ello, el resentimiento era tal que cada noche soñaba con poder tener sus garras en alguno de ellos, cualquiera, daba igual, quien fuese.

Se entretendría tanto...

Pues él siempre recordaría ese sufrimiento, dolor y angustia que les causaron. Las heridas físicas y también las invisibles. No lo dejaría pasar jamás. Si tuviese más oportunidades para hacerles pagar por todo... A cualquiera de ellos. Pero, dentro de un cristal, era demasiado difícil. Incluso cuando los terrestres cometieron errores (fatales) al principio, aprendieron de ellos, haciendo que su deseo de venganza fuese todavía más difícil de alcanzar. Nunca podría satisfacer sus instintos como quería, no como aquellas primeras veces.

Aun así, aquellos recuerdos persistían en su mente, imborrable como las cicatrices en su cuerpo.

En cierta ocasión no había nadie y todo estaba en silencio. El sonido de las burbujas era lo único que se escuchaba en la prisión de cristal, (abrumador, horrendo, desolador) desde que el Cuidador se había rendido al cansancio y aceptado por fin dormir. No era fácil para ninguno de los dos el atreverse a cerrar los ojos por más de unos momentos, no, no, pero considerando que no habían vuelto a ver aquel odioso, terrible, asqueroso carcelero que se divertía torturándolos, el Vigilante le insistió a su hermano descansar ahora que estaban solos y con los estómagos llenos. O al menos no vacíos, no, no... Fue difícil, el Cuidador podía ser tan terco a veces, insistiendo en que debería ser el Vigilante quien descansara, pues era quien pasaba más tiempo despierto, y tenía razón. Al final admitiría que hizo trampa, aún si su garganta todavía dolía, se las arregló para provocar una vibración lo suficientemente relajante y constante en la pared que los separaba para que su hermano cediera al final a su propio cansancio. Y él no se arrepentía, nunca, jamás, ¡era su trabajo, a fin de cuentas...!

Lo cierto era que al Vigilante no le gustaba dormir, ni siquiera un poco, en el océano lo consideraba un lujo riesgoso que no podía permitirse, pero desde que los habían atrapado y encerrado, cuando lo hacía, usualmente soñaba con su hogar, con su territorio, su mar, el cual tanto había cuidado, protegido y querido. También se recordaba a sí mismo, menos agrio, más amable, feliz... Rememoraba a los niños que con tanto mimo había cuidado, cómo sus compañeros iban y venían, sus exploraciones y cazas de grandes presas. Cuando se despertaba, todos los malos recuerdos volvían a él, haciéndole comprender al instante dónde estaba en esos momentos, y una sensación dolorosa y amarga recorría su cuerpo. Sintiéndose incluso peor que el miedo que solía sentir en el mar. Sabía que su hermano lo sentía, y siempre lo observaba con preocupación cuando se despertaba. Pero el Vigilante solo apretaba los dientes e iniciaba nuevamente su labor al instante, decidido a no cerrar los ojos por mucho tiempo después de eso.

Aún si ahora estaba absolutamente aburrido (y cansado), cruzado de brazos con su espalda pegada al cristal, siempre viendo directamente a la entrada del lugar mientras su hermano dormía más tranquilamente de lo que había hecho en mucho tiempo. Por eso le irritó más de lo que normalmente ya lo hacía cuando esa entrada se abrió dejando entrar al terrestre más nuevo que habían conocido, ¿otro torturador? Aún no estaba seguro.

Los ojos del Vigilante se estrecharon y sus aletas se abrieron en exhibición de alerta, observando fijamente aquel ser caminar hacia ellos, ¡si se atrevía a dar un paso más...! De no ser porque el Cuidador seguía dormido habría empezado a gruñir para alejar al intruso, pero si lo hacía eso despertaría a su hermano. Y este nuevo nonfish no los había herido, todavía, el Vigilante no era tonto como para confiarse solo por eso, no, no, no... Por ahora solo observaría al recién llegado, quien a su vez solo tenía el rostro en dirección al de él, no podía ver sus ojos por culpa del pelo ajeno y aquella cosa que cubría su cabeza, pero eso no evitó que su postura relajada empezara a molestar mucho al Vigilante. Odiaba que lo retasen de esa forma, observándolo como si no fuera la criatura peligrosa que era. Recordándole lo realmente indefenso y atrapado que estaba en esa prisión, inútil, inservible, incapaz.

The Sea Jesters Are Real Science! [SPANISH] [Sundrop x Lectora x Moondrop]Where stories live. Discover now