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Mañana sería el día de la lucha, al anochecer ya estaríamos en el acampe de la montaña.

Bella estaba repartiendo la esencia de su sangre en varios puntos del bosque, llegando al claro.

—No puedo creer que deba ir con ustedes.—una risa irónica suelta mi boca, haciendo que Edward frunza el ceño a mi dirección.

—Solo debes estar hasta que comience la batalla, no queremos que Victoria te vea. Será fácil, si ella no está irás en mi lugar.—explica con soltura.—Es solo protección, Rosalie se encaprichó con esa idea.

—Ella me quiere, me cuida nada más.

—Te ha extrañado, no tuvo ninguna otra amiga luego de ti.—alza sus hombros.—Además...todos te queremos, Ivonne.

—Como sea.—sacudo mis amma la d e l aire, cambiando de tema.—Dile a tu novia que no siga pintando árboles, el aroma de su sangre está plasmado en mi cerebro ya.

Veo como Edward se dirige a ella, pero mantengo mi atención en cualquier otro lado.

Ya bastante que compartiría con ellos la noche, quería entrometerme en lo menos posible para evitar problemas o discusiones. Incomodidades también.

—...solo quiero que tengan la mente clara.—fue lo único que oí salir de la boca de Bella, la miro curiosa.

—¿Quienes?—cuestiono acercándome.

—¿Quien no tiene la mente clara?—habla Jacob al unísono con mi pregunta, su gesto serio se esfuma por unos segundos en los cuales me dedica una casi imperceptible sonrisa.

—Alice dice que se aproxima una tormenta.—informa Edward.

—Lo se, la puedo sentir.—se interpone el hombre lobo.—Deberíamos irnos.—dirige su mirada a Bella.

—Nos veremos en un momento.—Edward murmura a su novia.

—No nos extrañen.—sonrío con suficiencia, enganchando el brazo de Ed con el mío. Guiñe uno de mis ojos hacia Jacob.

Ambos deberíamos ir rápidamente hacia la zona de acampe donde armaríamos la tienda antes de que Bella llegue.

—No puedo creer que te haya costado tanto hacer un simple tienda.—niega con la cabeza Edward.

—Lo lamento.—camino entre los rocosos caminos que rodeaban el territorio.—Estoy acostumbrada a vivir en hoteles o en casas, no bajo un pedazo tela.

—Bueno, chica que duerme en hoteles, te recomendaría que si planeas ocultar cosas lo hagas mejor.—Edward espeta señalando mis ojos.

—¿Qué?—me hago la desentendida.

—No están amarillos como antes, si no un color espeso naranja.—chasquea la lengua observando ahora el bello paisaje frente a nosotros.

El sol danzaba en el cielo, reflejando nuestras pieles y suave brillo.

—Me cuesta acostumbrarme por completo a la dieta que tú adoras.

𝐖𝐈𝐂𝐊𝐄𝐃 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒-j. black, e. cullen.Место, где живут истории. Откройте их для себя