Capítulo 8: "Humillación".

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  Su mente estaba cerrada ante los pensamientos negativos que la azotaban violentamente. Incapaz de aceptar lo que sus ojos veían, se dirigió a la ventana, buscando en los rayos lejanos del sol, un refugio ante la inminente ráfaga de dolor que atacaba su pecho. Raquel le ha restregado en su cara, las pruebas verídicas de la auténtica cara de su ahora, difunta esposa. La pelinegra puso en sus manos fotografías donde se evidencia las pruebas delictivas de la mujer que dijo amar un día. Imágenes que rompían todo los juramentos y promesas que en algún momento pudo entregar desde lo más profundo de sus sentimientos. Todos los lindos recuerdo fueron desterrados y sustituidos por rencor, rabia e impotencia.

  Si los hechos mostrados en las fotos le causaban escalofríos, no quiere imaginar lo que llegará a sentir con lo que está grabado en las cintas de videos. No tiene fuerzas para verlo, sería demasiado terminar de enterrar todo lo lindo que vivió junto a su esposa. Con las manos temblorosas abrió el papel que llevaba por escrito una nota y lo dejó caer al leer.

  "Juliana no murió accidentalmente, a tu esposa la mataron".

  Se dejó caer contra la pared y rodó contra esta hasta quedar sentada en el suelo. Sus ojos se humedecieron, pero no le dio la satisfacción de derramar una sola lágrima por ella, Juliana no lo merecía. La mantuvo por más de ocho años engañada, en una ilusión llena y alimentada por la mentira. Todo había sido en vano, todo fue falso con aquella mujer. Su hermana lo demostró y la rubia se tuvo que tragar sus palabras defensivas.

  La puerta de la habitación se abre y una Raquel seria entró por ella. Ambas mujeres se miran por varios minutos. No miden fuerza, ni quieren demostrar quién puede más, la empresaria sabe que la rubia está destrozada en estos momentos, no es para ponerse sarcástica. Que todo lo que haya vivido junto a una persona sea mentira, es cruel, y eso la pelicorta lo sabe.

  Isabel se pone de pie y camina hacia ella, la golpea varias veces hasta que sus golpes son detenidos, no le importa ver a la morena sangrar, ella quiere desahogarse, pero Raquel tiene otros métodos menos dolorosos, físicamente hablando. La pelinegra la arrincona contra la puerta y la besa con desespero, cegada por el escozor mostrado en la mirada de la abogada, tal vez el sexo pueda aplacar un poco esa dolencia. La rubia corresponde con igual ansiedad, necesita callar el grito de dolor en su interior, su amante lo sabe y soportara ser utilizada para ello. Todo por esta mujer merece la pena, lleva enamorada de ella desde que la vio por primera vez, es capaz de soportar cualquier calamidad por ella, con tal de verla sonreír.

  La conduce hasta el baño entre besos y jadeos, permitiéndole que le haga lo que quiera, se deshace de sus ropas de una forma brusca y la rubia se siente desfallecer cuando sus pieles se unen en un roce caliente y excitante. Quiere sumergirse en el cuerpo de la morena, escapar en las caricias posesivas que muestra, dejar de temblar ante los flashazos del pasado y olvidar por unos minutos toda la oscuridad que no se entiende con la luz que irradiaba en su vida.

  Sus bocas se devoran. Entre sonidos y movimientos intensos se adentran en la ducha, acallando levemente esos gritos de placer entre ellas. El roce de sus húmedas lenguas es tan erótico que no le es difícil correrse con solo esas partes de su cuerpo estrellándose. Raquel abre la regadera y al primer impacto del agua sus cuerpos se estremecen, pero los dedos de la abogada invadiéndola de imprevisto la aleja de la sensación de frio.

  —Oh, por favor —gime entre sus labios.

  Isabel sonríe y muerde el lóbulo de su oreja. Raquel se mueve contra sus dedos y busca su boca, reclamando un beso que le es negado. La rubia la embiste con fuerzas, la morena abre más sus piernas y tiembla ante la precisión de los dedos que llenan su interior.

  —¿Así te gusta? —la rubia susurra en su oído y siente que llega al orgasmo, al roce de su ronca voz.   

  —Si —jadea la respuesta.

  —¿Te gusta que te utilice para aliviar mi dolor? ¿Qué te humille de esta manera, poseyendo tu cuerpo, como si fuera un pedazo de carne?

  La rubia no detiene sus movimientos, ni ve los gestos de dolor en el rostro de la pelicorta, o demuestra no hacerlo. La rabia fluye entre sus dedos y arremete contra su sexo sin piedad. Entre dolor y placer, Raquel le permite que descargue la frustración en ella, en su piel, en su tranquilidad.

  —Nadie me ha humillado de esta manera —la empresaria habla entre jadeos y gemidos—, pero, tu dolor es más intenso. Soy capaz de soportar cualquier cosa por ti.

  —¡Mentira!

  Isabel la golpea nuevamente y la embiste con brusquedad. Raquel hecha la cabeza hacia atrás, ofrece sus tetas, todo de ella. La rubia somete su cuerpo mientras lágrimas bañan su golpeado rostro, pero estas se esconden entre los hilos de agua, camuflajeada ante la realidad, a que la única mujer que ha amado en silencio, no se percate de ellas.

  Isabel la besa, la muerde, la marca. Ninguna humillación había dolido tanto en lo que lleva de vida. Por eso cuando la abogada se separó y alejó de ella luego de provocarle otro delicioso orgasmo, no le sorprendió, optó por sonreír para ella y tragarse la deshonra, la vergüenza de sentirse expuesta ante una mujer que quizá en la vida, la llegue valorar o aceptar.

  Se quedó varios minutos debajo del agua y luego salió, había llegado la hora de marcharse. Las órdenes estaban dadas, a Isabel nadie le podía tocar en pelo, la seguiría protegiendo como lo ha hecho siempre, desde el silencio, desde la intensidad de las sombras.

  —Siempre te protegeré, como lo he hecho hasta ahora —dijo a la mujer que estaba parada frente a la ventana y miraba hacia un punto vacío en el exterior. Observó la habitación, las fotos esparcidas por gran parte de esta, sacó un sobre pequeño del bolsillo del saco que llevaba puesto y lo dejó sobre la mesa de noche. Puso sus ojos nuevamente en Isabel, abrió la puerta y se marchó.

Intensidad.Where stories live. Discover now