Capítulo 7: "Necesidad".

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  Con las piernas abrió sus muslos y se deslizó entre ellos con ambiciosa necesidad. Isabel se mostraba encendida, una mezcla entre rabia y placer que le provocaba incrementar más la fuerza en los movimientos que ejercía sobre ella. La abogada luchaba contra el dominio sobre su cuerpo, pero este traicionaba sus instintos y hasta sus propios principios. Raquel se apodera de sus labios una vez más y sonríe al no obtener resistencia, los muerde he invade su boca violentamente con la lengua, humedeciendo todo a su paso. El roce entre ambos órganos es tan demandante que siente como su sexo palpita a la entrega y lujuria de sus bocas.

  Jadean y se rinden al placer. La rubia abre lo más que puede sus piernas y gime sin timidez. Raquel libera las manos de la abogada y se mueve contra su sexo, reclamando una entrega que no demora en llegar. Las caricias son más atrevidas, sus ropas estorban, el calor aumenta y la piel pide a grito, ser tocada, quemada, aruñada.

  Isabel grita al sentir el sexo de Raquel estrellándose contra el de ella sin compasión, uniendo sus carnes y formando una danza húmeda, extasiando todo el entorno de sonoros choques y calor delirante, así como olor embriagante. La electricidad entre cada roce es cruel y sus cuerpos son sacudidos ante la fuerza de la entrega. Sus sexos chorreantes, demandan roces más profundos y la rubia sale en busca de ellos, clava las uñas en la espalda de la pelicorta y toma el control de los movimientos por unos minutos disfrutando de la entrega sumisa de la pelinegra.

  Raquel arremete contra ella sin medir la fuerza y se traga los gritos de Isabel con sus besos. Se devoran con hambre, buscando llenar un vacío inexistente entre ellas, sus caderas se enredan de manera perfecta y crean un ambiente libre de prejuicios y de dolor. Mezclan sus sudores, la sangre brotada de sus apasionados labios en busca de un catastrófico beso, lágrimas silenciosas emergidas de sus furiosas miradas. Mezclan el dolor ajeno, lo salado de la soledad por años, el placer olvidado y sobre todo la agonía de sentirse débil una al lado de la otra.

  Raquel se bebe sus orgasmos y deja que sus manantiales de fluidos fluyan y se escurran entre los labios de una Isabel que no contempla en alimentarse de ella, en recorrerla de pies a cabeza y fundirse en su interior de manera posesiva. La abogada muestra su lado salvaje y la goza, sorprendiendo a una Raquel ajena de todas las emociones que su corazón le muestra, por el momento solo le importa la pasión desmedida con que la rubia le hace el amor.

 

  Contemplar por la ventana lo glorioso que resplandece el día, luego de ejercitar el cuerpo a base de sexo y haber tenido los orgasmos más deliciosos que ha disfrutado, es esplendido. Isabel voltea el rostro y observa el cuerpo desnudo de la pelicorta, Raquel se ha quedado dormida luego del arrebato y desenfreno con el que prácticamente la obligó a tener sexo.

  "Soy su hermana menor". No cree en ello, por mucho que intente creer en las palabras de la pelicorta, no cree en ellas y teme que sean ciertas, porque le asusta la fuerza con que su cuerpo se deja someter a la demandante pasión de la morena. El hecho que mencionara a su fallecida esposa la deja indefensa, la perturba y la vuelve vulnerable ante el sufrimiento. Ambas mujeres son muy diferentes, tanto en físico como en acciones. No hay ninguna similitud entre ellas, es tan escaso su parecido que podría entregarse a una sin pensar en la otra, no es que haya pensado en Juliana mientras sucumbía y temblaba de placer debajo de Raquel, es imposible algo así, con semejante mujer entre sus brazos, pero, que expresara que son hermanas es suficiente para compararlas.

  Lo poco que sabe de Raquel es su nombre y descripción física, es tan desconocida que también lo anota junto al sin número de cualidades que tiene apuntadas de la mujer y que han descontrolado su vida. La historia que ha contado sobre su desastroso pasado aun la pone a duda, tendría que ver pruebas de ello y ojalá algún día la vida se las muestre para evitar sacar conclusiones precipitadas, como lo está haciendo ya.

  —Pensé que estarías buscando algo para comer, muero de hambre, me has dejado agotada —la voz ronca de Raquel la hace estremecerse. Ni en tantos años de matrimonio llegó a sentir algo igual.

  —No hago servicio de habitación. Tampoco es mi problema que tengas hambre. Levántate y busca de comer tu misma —sintió que fue algo brusca, pero no se corrigió.

  —¿Tan mal fue el sexo, o te pones así luego de hacerlo?

  —Me irrita que piensen que pueden tener algún control sobre mí —Raquel la mira sonriendo.

  —¿Tengo alguna posibilidad de controlar algo en ti? Seria genial.

  —Me exasperas.

  —Eso no decías hace media hora —la morena se pone de pie y se acerca a ella, pero detiene sus pasos al ver el rostro indescifrable de la rubia, opta por empezar a vestirse—. ¿Te molesta mi presencia?

  —No sabes cuánto. Quisiera que nunca hubieses aparecido en mi vida.

  —Hemos hecho el amor por más de tres horas seguidas. Imploraste más, resurgiste entre mis brazos bajo los efectos de los orgasmos, ¿de verdad te causo esa repulsión que muestras en la mirada?

  —Si, me causas repulsión. Me molesta todo de ti.

  Raquel termina de vestirse. Es demasiado. Isabel no contempla en decir lo que siente y ella tampoco tiene porque aguantar su rechazo y malos tratos. Por mucho que la lleve deseando hace años, no es suficiente para dejarse pisotear y maltratar como lo está haciendo la rubia.

  —Es un placer molestarte, rubia. Bájales un poco a esos gramos de estupidez que te cargas.

  Isabel le da la espalda y se enfurece más al escuchar la puerta cerrándose, la impotencia y el escozor que sintió al escucharla marchar, la llena de furia, no debería sentirse así, no por una desconocida.
Estar sola es lo que necesita en estos momentos, tantas emociones reencontradas en una misma persona le estaban causando dolor de cabeza, se estaba debilitando internamente y es mucho lo que tiene que procesar.

  Habían pasado más de seis horas y a la rubia se le empezó a hacer extraño la ausencia de la pelinegra. No estaba por ningún lugar y la culpabilidad empieza a acariciar su conciencia, ¿se habrá marchado? No se tomaría sus palabras en serio, ¿o sí? Quizá fue muy brusca con ella y terminó marchándose para dejarla en paz.

  —¡He, María! —grita a una de las coordinadoras y esta se detiene— ¿Has visto a Raquel, mi compañera de habitación? La he buscado por todas partes y no la encuentro.

  —Se ha marchado. Se disculpó, le ha surgido un inconveniente en una de sus empresas y eso la obligó a marcharse. ¿Necesitas algo?

  —No, solo se me hizo raro no verla. Gracias.

  Empresaria, idiota, sexi, engreída, narcisista, guapa, e increíblemente femenina, eran las cualidades que más se repetían en la mente de Isabel constantemente. Desde que la empresaria se marchó, el ambiente a su alrededor se había relajado. Extrañaba su constante persecución encima de ella, no lo podía negar, pero es mejor estar lejos una de otra. El martirio de sentirse indefensa delante de ella, le jugaba mal, no estaba preparada para enfrentar a alguien tan intenso como Raquel.

  —He, rubia, te buscan en la entrada —una de sus compañeras se acercó a ella.

  —¿A mí?

  —Si, han dejado algo para ti. 

  Luego de recibir el sobre, se encaminó a la habitación, sintió la necesidad de le pelinegra a su lado, pero ignoro ese sentir y puso atención a lo que llevaba entre sus dedos. Sus manos temblaban, pero no detuvo los movimientos cuando depositó en la cama, lo que había en el interior.

Intensidad.Where stories live. Discover now