Capítulo 13.

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Señor Ulises De Aro

Una mujer... lo menos que he esperado en todos estos años.

Realmente me siento un poco estúpido.

Desde que comenzaron los ataques, he buscado a un hombre barbudo, vestido de traje y con zapatos de charol.

No esperaba a una vieja, que de seguro está buenísima y se viste con vestidos ajustados y lindos sombreros.

¡Mierda!.

Desde que Diago fue asesinado no he parado de mover mis cartas para encontrar a su asesino.

Diago era mi mano derecha, mi compañero. Se que fallé al meterlo en el negocio tan pronto, se que hice mal, se que...

Se que dónde quiera que él esté tampoco me perdona.

Me niego a aceptar que el ha desaparecido completamente. Se que me cuida, y a su madre y su hermana.

Amo a mis hijos, el simple hecho de pensar en que perdí a mi hijo, solo por mi culpa, me da... repulsión.

Por eso, he buscado a ese tal jefe...

¿No es un poco injusto, que me entere ahora mismo de que es una mujer, no un hombre?.

Yo digo que es injusto, con lo bueno que soy yo.

Hemos tenido ataques, nos han robado mercancía, atacado lo cuarteles, metido infiltrados en mis trabajadores.

Un golpe detrás de otro, y nunca hemos podido conseguir una pista.

O por lo menos, no hasta hoy.

– Señor —Entra uno de mis trabajadores–. le tenemos lo que pidió.

Me entrega un sobre con unos papeles.

En varios de los ataques que hemos tenido, he podido distinguir la presencia de alguien en específico.

Un hombre que siempre viene a los ataques. Que siempre aparece cuando roban mercancía.

– Me gusta mucho que las cosas estén saliendo como yo quiero, puedes irte Jesús.

Jesús se da la vuelta para irse.

La información tiene una supuesta dirección y la información de su familia.

Lo suficiente para poder mover más cartas.

Y la cara de mi hija me viene a la mente.

si ella tuviera está información en sus manos, estaría en camino a la supuesta casa de este hombre a partirle la cara.

Es demasiado impulsiva, como su padre.

La última vez que la vi, me pidió que está vez diéramos inicio a la guerra nosotros.

Si por lo menos tuviera una pista de quien puede ser la dichosa mujer, claro que iniciaría la guerra.

No dejo de pensar en la nota y en beso en el final de la hoja. Labial rojo, tal como el que usa mi mujer.

Mi mujer, que mujer, nos conocimos con quince años, empezando en mi negocio.

Fue el clásico cliché de amor a primera vista. Desde ahí, nunca nos alejamos. Aunque varias veces la confundiera con su hermana melliza —Vale, a veces lo hacía a propósito— Katy, hace años que no veo a esa mujer.

Mi querida Kate, hermosura divina, siempre fue ella, aunque casi fuera idéntica a su hermana, pero Kate siempre fue distinta.

Además, luego me dio a mis queridos hijos, Anthonella y Diago.

Stein ✅Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz