19. LE TABOU

89 19 27
                                    

Javier se miró la muñeca para mirar la hora y dijo:

—¡Caramba! Son casi las nueve... Tendríamos que ir a cenar nosotros también.

—Vengaaa, un ratito más —rogó Steph.

—Sí, eso, un poco más. Media hora —supliqué, sorprendiéndome a mí misma.

—Es que me lo estoy pasando genial. No sé, esto no nos pasa mucho, ¿no, Javier?

—¿Esto?

—Sí, conocer gente nueva... No es algo que se haga siempre...

—Vale. Tienes razón. Media hora más.

—Es que... No sé, tengo la sensación de como si nos conociéramos de siempre. —Javier miraba compinche a Steph mientras decía esto.

—Yo... Yo también —asentí.

Y era verdad.

—¿Os podemos contar una cosa? —preguntó Steph, de nuevo, sin quitar la mirada de Javier, pidiéndole permiso.

Clarou, dude —confirmó Jude —. Lo que szea.

—Sí. Lo que sea. Somos dos tumbas.

—¿Tumbas? —preguntó ella.

—Sí, que no vamos a decir nada —aclaré.

—Pues yes, eso, somous dos tumbonas...

—Tumbas...

—¡Eso he dichou! —exclamó mientras la miraba, sin poder esconder mi sonrisa, totalmente embelesada.

—Bueno, Javier y yo... Bueno... Que vivimos juntos —soltó rápido e indoloro.

—Sí, eso ya lo dijiste antes —recordé.

—Ya, sí, es verdad... —confirmó Steph.

—Lo que Steph quiere decir... es que vivimos juntos porque... estamos juntos.

—¡Ah! —reaccioné pegando un bote en la toalla.

—¡Shhh! —siseó Javier.

—¿En szerio?

—Sí... pero nadie lo sabe, por supuesto. Solo se lo hemos contado a mi madre. Ella nos entiende, el resto no lo creo. Bueno, y ahora vosotras... Piensan que vivimos juntos porque suponen que trabajamos juntos.

—Pues hacéizs muy bueno pareja —observó Jude.

—¿Carlota? —apremió Steph preocupado.

—No sé.... No sé qué decir. —tartamudeé—. ¿Cómo pasó?

—Que cómo nos conocimos, ¿dices?

—No. Cómo pasó. Cómo os empezasteis a... Ya sabes... A querer estar... juntos juntos.

Javier nos contó su historia. Había nacido en España, y había vivido hasta los diecisiete con sus padres. Su padre era recto y rígido, un señor que consentía a sus dos copas de vino aflorar en su ser una terrible bestia. Se desfogaba con su madre. Solo con su madre. Hasta que un día lo hizo también con él. Ella quiso huir, y se llevó consigo a Javier de camino a Francia. Sin embargo, su padre ya había dado el aviso de fuga y detuvieron a ambos a punto de pasar la frontera. A ella la acusaron de adulterio y, por eso, estuvo en la cárcel durante algunos meses. Él tuvo más suerte. Pudo quedarse, con permiso de su padre, a vivir con una tía segunda en París. Después de cumplir condena, su madre volvió a casa con su padre.

Ese mismo año conoció a Stephane, su apuesto muchacho francés. Al principio creyeron ser amigos. Fueron al cine, a algunos clubs, a escuchar buen jazz, incluso durante un tiempo Javier salió con una guaja y los tres hacían planes juntos. Steph, sin embargo, siempre había tenido claro que sentía algo más, pues Javier no había sido su primer amor.

El Sendero de las OrugasWhere stories live. Discover now