Día Cinco: Discución

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No podían continuar así.

Hace unas semanas habían comenzado con los preparativos para su boda, y desde entonces no habían parado de discutir por pequeñeces, pese a que el moreno le repitiera una y otra vez que no eran nimiedades.

Habían tenido disputas por cosas tan simples -al menos para él- como si la boda sería en salón, jardín o playa; tuvieron choques por el tipo de pastel y las bebidas que servirían a los invitados en la recepción. Y justo ahora, el tema principal de la discusión eran los trajes que ambos llevarían: mientras que para Viktor lo mejor era que ambos vistiesen de blanco, Horacio prefería que Volkov use un traje negro de camisa o corbata blanca, y él mismo uno blanco de camisa o corbata negra.

Sabían que ambos eran muy diferentes, después de todo eso era en gran parte lo que los hizo enamorarse del contrario. Pero ahora, aquello que los unió parecía estar jugándoles en contra.

—Horacio, ya te dije que no quiero usar un traje negro. —Aquejó

—Entonces lo hago yo. —Rebatió, encogiendo los hombros ante la obviedad de su respuesta.

—No me estás entendiendo. ¿No podemos escoger juntos y ya? Si la decoración será blanca opinó que nuestros trajes deberían ser ambos del mismo color.

—Pero así no pega el detalle de que nos complementamos y esas mierdas románticas.

—Esas mierdas románticas... —Susurró el ruso, claramente ofendido.

—Lo qué pasa es que será nuestro día y quiero que la pasemos bien, no solo que se vea bien. —Intentó corregir y recomponer, sin obtener mucho éxito.

—Ya, y yo quiero que seamos una pareja normal y podamos escoger juntos todo lo que conllevará la ceremonia y la fiesta. —Soltó, tal vez muy pronto y sin pensarlo demasiado, tal vez creyendo que sus palabras no eran más que su inofensiva opinión.

Pero quizá debió analizarlo unos segundos más, pues el moreno que, hasta entonces, se dedicaba a seguir apreciando trajes dándole la espalda a su prometido, volteó de a poco; su ceño fruncido denotando lo dentro que sus palabras le habían calado.

—¿Una pareja normal? —Masculló. —¿Eso es lo que quieres?

La rudeza en sus palabras expresada por el duro tono de voz hizo a Volkov abrir los ojos en demasía, cayendo en cuanta de cuál fue su error al momento de expresarse.

—No tomes sólo la parte conveniente para ti Horacio, que no me refiero a eso coño. Yo solo decía que me gustaría que por una vez estuviésemos de acuerdo, no todo se tiene que hacer como lo quieres, somos una pareja.

—¿Todo como yo lo quiero? —no parecía creerse lo que acababa de escuchar, simplemente su mente no daba crédito a las palabras de su prometido. —¡Sí el jodido color temático lo escogiste tú, las invitaciones y el puto orden de invitados! —terminó por explotar, echando en cara todo aquello donde no se le permitió proporcionar ninguna opinión relevante.

—¡Claro que sí! ¡Adelante, cúlpame a mí por querer escoger al menos algo de un evento que también será para mí! —con sarcasmo respondió. —¡Si te recuerdo que tú fuiste quien escogió el lugar, las flores y el banquete! —rebatió.

—¡Entiende que lo que quiero es que la pasemos bien, no preocuparnos porque cada detalle se tenga que ver perfecto!

—¡Y tú entiende que esto no era lo que esperaba cuando te propuse matrimonio!

Guardó silencio al caer en cuenta de su error, claramente el calor del momento había actuado en su contra y no quería realmente insinuar algo como que se arrepintió de proponerle matrimonio al menor. Pero al parecer Horacio no lo vio de ese modo, pues tomó su anillo con fuerza y se lo lanzó al ruso, saliendo del local en dirección a su coche.

Las dependientas que hasta entonces observaban entretenidas la discusión quedaron boquiabiertas. Al verlos entrar parecían la típica pareja de enamorados que volvía a vivir la fase de enamoramiento una y otra vez, mas las cosas se iban torciendo conforme el tiempo pasaba, terminando con una promesa de amor eterno tan rota como el corazón de los separados amantes.

El alto peli gris corrió tras recoger el anillo del suelo, no logrando llegar a tiempo para alcanzar a Pérez que se montó en el coche y arrancó con velocidad.

Horas más tarde llegó al hogar que compartía con el menor, pues consideró adecuado darle cierto espacio antes de intentar tener una charla acerca de lo sucedido.

Subió las escaleras hasta llegar a las habitaciones, donde encontró a su novio hecho bolita bajo las mantas, aún sollozando.

—Hache, amor. —Susurró sin obtener respuesta, así que simplemente retiró sus zapatos y chaqueta, tirándose al costado de la bola que era el otro.

—Lo cancelé. —Se escuchó la voz ahogada de Horacio entre las sábanas después de un rato, un susurro tan bajo y apenas audible, sin embargo Viktor había sido capaz de escucharlo.

—¿El qué? —cuestionó, motivando al crestudo a exteriorizar sus pensamientos.

—El banquete, lo cancelé porque dijeron que no tenían beluga, te lo iba a decir esta tarde después de ver los trajes.

—Yo...también cancelé las invitaciones, estaba pensando en pedirle a Loki que las diseñara como sorpresa para ti, él te conoce muy bien y es diseñador gráfico. —Decidió que era buen momento de decirlo, después de todo ambos se habían calentado durante la disputa y no pensaron ni midieron sus palabras... tal vez él un poquito más.

—Escogí el lugar porque sé lo mucho que te gustan los espacios abiertos y quería que disfrutaras antes que preocuparte por lo elegante de la fiesta, sé que te preocupas por los invitados, pero quería que te sintieras cómodo y feliz. —continuó, turnándose en un acuerdo inconsciente.

—Quise encargarme de organizar a los invitados para que no te sobrecargaras pensando en ello. Y lo del color debo admitir que sí lo hice por capricho. —Escuchó la suave risa de su amado, quien para ese momento ya había salido de su escondite y comenzaba a acercarse de a poco al más alto hasta lograr acurrucarse entre su brazo y pecho.

—Y yo con las flores, es que me fascinan. —También rio, después de todo parecía ser que ambos compartían la misma neurona disfuncional.

Guardaron silencio otra vez, más tranquilos y relajados tras haber hablado vagamente más cosas, después tratarían más a fondo todo el tema, pero por ahora lo único que querían era abrazarse hasta dormir y no levantarse nunca de la cama porque sí estaban juntos entonces todo estaba bien.

—¿Todavía quieres casarte conmigo? —después de un rato preguntó Volkov.

—Claro que sí, bobo. —Sonrió como chiquillo en navidad al ver su precioso anillo de vuelta, colocándoselo de prisa para volver a ser envuelto en los brazos de su amado

Volkacio week 1yrWhere stories live. Discover now