Capítulo 8

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— Señor... — fue Uraume la que habló en voz baja temiendo enfrentarse a los arrebatos de Sukuna después de incumplir una orden que parece imposible obedecer al pie de la letra, ya que tu no cooperas — Ella de nuevo se negó.

Él sólo miró a Uraume en silencio, sin saber qué hacer.

Esta sería... ¿La tercera o cuarta vez que manda a llamarte? No lo sabe, no le importa llevar la cuenta. Lo único que le importa son tus respuestas, en las cuales te niegas a tener un encuentro con él en esta noche. ¿Qué tiene que hacer? ¿Tocar tu puerta y rogarte? Ambos saben que eso es algo que nunca sucederá.

Que difícil situación, pensó. Nunca antes había pasado por esto. Cuando por su mente se paseó el deseo de besar a Hana, es que él pensó en ti. Por primera vez pensó en ti y en lo molesta que estarías si llegas a enterarte de eso.

Pero... ¿siquiera te molestarias por algo así?

Eres una esposa desalmada. Siempre miras tu camino, de vez en cuando lo ves a él, pero solo cuando Sukuna te lo ordena. Es como si tuvieras que hacer todo por obligación y no porque te nace. Así que, si tu no te preocupas por él, ¿por qué él debería hacerlo por ti?

Todos esos pensamientos lo tienen jodido. Porque su sumisa esposa, parece querer revelarse, y aunque finja que no lo hace, en verdad está lleno de preocupación, porque es algo que nunca antes pasó.

— ¿Qué debería hacer, Uraume? — le preguntó como si ella supiera la respuesta.

¿Qué debería hacer? ¿Disculparse? ¿Esperar a que llegues por tu cuenta a las puertas de su habitación? ¿Esperar a que se te pase tu berrinche?

— Si soy sincera, mi señor, lo mejor es dejarla sola — intentó persuadirlo, ya cansada de actuar como una paloma mensajera entre ustedes dos, aunque ese es su trabajo, pero no deja de ser agotador tener que caminar de un lado a otro.

Sukuna chasqueó la lengua, pensando que esa es la peor opción.

— Joyas... — murmuró para sí mismo y luego se aclararon cuando miró a Uraume — Ve al pueblo y consigue la mejor joya para mi esposa. No importa el valor, solo fijate en que sea la única en su especie.

Uraume asintió y pronto hizo una reverencia para después dejar solo a Sukuna. Sigue pensando que es una mala idea, pero no hay nada que pueda hacer. Así que cuando llegó el día siguiente, a primera hora, partió al pueblo para obedecer las palabras de Sukuna.

Recorrió las calles llenas de tierra, caminó y buscó entre puestos de comerciantes y algunos estafadores los cuales ignoró. Solo hay un lugar en donde venden joyas preciosas de alta calidad, así que caminó hacia la lujosa tienda, sin embargo, cuando estuvo a punto de cruzar el umbral, las palabras de una persona que estaba relatando una leyenda la detuvieron por completo.

Llena de curiosidad y tentada por la historia, se acercó al grupo de personas que estaban escuchando para incluirse como una oyente. Se preocupó de ocultar bien su cabello con la capucha de su capa, y no se apartó de ese lugar.

— Dicen que las sirenas acechan entre nosotros — relató el hombre canoso que estaba parado frente a todas las personas que estaban especialmente interesadas por escucharlo — El canto de ellas es único... ¡Lo presencié en persona! — exclamó, mostrando la gran cicatriz que cruzaba todo su rostro, desde su ceja derecha hasta la la comisura izquierda de su labio.

Uraume analizó sus palabras. Sirenas... Canto de sirena... Acaso, ¿ese no es un clan extinto? ¿Estas personas no saben sobre eso? Bueno, al parecer ella es la única que lo sabe, ya que tuvo el privilegio de ver en persona como Sukuna acababa con cada uno de sus integrantes.

WINTER | Sukuna x Lectora Where stories live. Discover now