segundo piso: galleta

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Minho adora salir a pasear al centro comercial. Le encanta ir de compras con sus amigos y visitar tiendas de ropa donde (seguramente) no comprará absolutamente nada, al menos para él.

Hoy es JeongIn quien lo acompaña. Fueron a almorzar y ahora comen helado mientras recorren el primer piso del centro comercial.

— Nunca he ido al segundo piso — le menciona el mayor. Apenas se da cuenta.

— Tampoco yo... — nota JeongIn. — He ido a comer al tercer piso y me encantan las tiendas del primero, pero nunca fui al segundo.

— Hay que ir, JeongIn-na.

JeongIn no contesta; sabe que MinHo lo llevará de todos modos, así que solo lo sigue.

Suben a las escaleras mecánicas y caminan con calma, incluso si no saben a dónde van.

— Un cine — le señala el castaño. Se ve poco impresionado. — No hay demasiadas cosas.

— ¡MinHo hyung! — llama su nombre con ansias. Acaba de ver algo asombroso, o eso parece. — Una tienda de mascotas.

MinHo asiente. Sigue sin estar emocionado, aunque le llama la atención a primera vista lo elegante que aquel local parece de lejos. Procura terminarse su helado rápidamente y tira la basura en un cesto de camino a la pequeña tienda.

Se asombra, esta vez sí, porque descubre que tienen vitrinas con cachorros y gatitos que no lucen en absoluto como animales “de raza”, sino más bien animales abandonados, callejeros, en medio de una recuperación.

Son los mininos los que más le llaman la atención, no puede evitarlo: por más que MinHo sea todo un badboy, un malote, un chico frío que oculta sus sentimientos o algo semejante a una roca, los gatitos lo transforman completamente.

— ¡Hola! — saluda tiernamente a un pequeño gato color blanco, con una manchita crema en la cabeza que se extiende hasta su oreja. — Qué chica tan guapa.

— Están en adopción — lee JeongIn de un pequeño letrero junto a las vitrinas. — Deberías llevarte uno... Siempre lo has deseado.

— Mis padres odian a los gatos — le recuerda. — Sé que le pisarían la cabeza sin piedad absoluta.

— Parece que le agradas — sonríe un chico de cabello ébano; más obscuro que el simple negro. — Puedo presentártela, ven por aquí.

MinHo no se niega a la oferta, incluso si sabe que no puede llevarse a la gatita. Sigue al vendedor hasta un pequeño cubículo donde le desinfecta las manos y le presta algunos juguetes para gatos, pidiéndole que se siente y espere.

— Hyung... No vayas a encariñarte.

— ¿Con el chico...? — le pregunta confundido, como si de pronto olvidase que estaba a punto de conocer a una gatita.

— Con el gato.

— Qué cosita más hermosa — se escucha la voz del joven que viene de regreso. Aparece haciéndole mimitos a la pequeña gatita que no aparenta tener más de dos meses, y la gatita se restriega contra su pecho en busca de calor y más caricias. — Aquí tienes — se la entrega directamente en las manos. MinHo la toma con cuidado, siéndole imposible evitar su alegre sonrisa. Joder... Cree que está enamorado.

— Es tan tranquila — menciona con algo parecido a la tristeza. No puede evitarlo: aquello precioso y de sempiterna amabilidad le da ganas de llorar. Se siente melancólico de pronto, no sólo porque no puede llevarse a la gatita a casa, sino porque tiene que dejarla ahí: en un sitio que poco tiene de digno.

— Nosotros la llamamos “Galleta” porque es la más dulce de entre todos sus hermanos. Viene de una camada de cinco gatitos que encontraron afuera de un supermercado, y los trajeron aquí. Se los han llevado a casi todos, pero casi nadie pregunta por ella.

— ¿Por qué...?

— Justamente porque es demasiado tranquila. No genera simpatía entre las personas y, de hecho, no suele levantarse dentro de la vitrina. Por eso sé que le agradas: apenas comenzaste a jugar con ella a través del cristal, se levantó.

— No puedo llevármela — le confiesa adolorido, abrazando a la pequeña contra su pecho.

El vendedor asiente; se ve decepcionado por aquellas palabras, pero no pregunta al respecto. Se aleja un poco, dejándolos jugar un rato.

— ¿Se la lleva? — le pregunta Felix, su compañero. HyunJin se limita a negar. — ¿No...?

— Dice que no puede...

— ¿Y puedes pedirle que venga a verla, por lo menos...? — se mete SeungMin: otro compañero, pero que ahora mismo cubre su turno en la caja registradora. — Parece que ambos lo disfrutan.

— Le puedo preguntar — pucherea con tristeza, caminando de vuelta hacia el par de clientes.

— JeongIn-na... Tenemos que abrir un café — escucha la conversación de los chicos. — Un café de gatos, donde los gatos sean meseros y también chefs.

— Así no funcionan los cafés de gatos, MinHo hyung.

— Quiero un café de gatos... — ignora su respuesta. Parece que esta vez le habla a la gatita. — Un café de gatos donde tú y yo podamos estar juntos.

— ¿En serio no puede llevársela? — le pregunta con lástima el vendedor. Le duele que tengan que separarse después de ver el reciente cariño que se tienen. MinHo niega tristemente. — Entonces... Quizás pueda venir a verla seguido.

Los ojitos de MinHo se iluminan cuando lo mira de pronto, intentando comprobar si lo dice o no en serio. Sonríe sin quererlo y, sin quererlo también, un par de risas tontas escapan de su boca.

Está feliz... Verdaderamente feliz por la posibilidad.

— Vendré todos los días — le promete al vendedor en cuanto le regresa a la gatita. HyunJin se ríe porque no lo cree capaz, pero tiene una pequeña esperanza de que diga la verdad; por el bien de Galleta.

— Te estaremos esperando.

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ʟᴀ ᴛɪᴇɴᴅᴀ ᴅᴇ ᴍᴀsᴄᴏᴛᴀs ¡! ʜʏᴜɴʜᴏ ⚠︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora