Miro de reojo que se mueve hacia otras personas y empieza a conversar de lo más animado. El pecho se me encoge al caer en cuenta de que solo me ignora, lo sé porque siempre busca la manera de llevarme o nos quedamos a hablar de lo que sea.

Me engancho el bolso para luego dirigirme hacia la salida a pasos rápidos. Hoy acabamos más tarde que siempre, ya el cielo está oscuro y no solo por la llovizna que cae.

Mi mente repasa cada una de las tareas y proyectos que debo terminar, el examen de mañana, la cita con el doctor...

—¡Gala, espérame! —vocifera León.

Detengo mi andar y me giro en su dirección. Él trota hasta que quedamos uno frente al otro, muy cercanos. 

—Déjame llevarte, me parece que la lluvia va a aumentar.

—Estoy bien, León, gracias —digo bajo su atenta mirada.

Es increíble lo nerviosa que me hace sentir su sola presencia. ¿Por qué?

—No seas terca, algunas cosas no cambian.

Se ríe de su propio "chiste" como si fuera la cosa más divertida. Me causa curiosidad este cambio de humor y me confunde bastante.

—Bien, pero no quiero que te sientas obligado...

—No es así, relájate —dice y me toma de la mano.

La piel se me eriza al sentirlo, cómo me aprieta sin llegar a ser rudo. Miro nuestra alianza mientras caminamos hacia su auto, me sorprende la manera tan peculiar en que mi mano encaja en la suya. La de él muy grande y la mía pequeña.

—¿Recuerdas lo de mi padre? —pregunta al mismo tiempo que me abre la puerta del copiloto—Necesito que me confirmes si me vas a poder acompañar.

—Perdón, lo había olvidado —miento con descaro, ganándome una mirada triste de su parte—. Lo siento.

Me acomodo en el asiento, él hace lo mismo al volante y empieza a conducir en silencio.

La realidad es que lo he pensado muchísimo y hasta se lo comenté a Leah. Como era de esperarse, ella me aconsejó que no aceptara ni me viera más con él. En esto último no le hice caso. 

¿Cómo le explico a mi amiga que entrenar con mi primer amor, el chico que me hizo sufrir con su rechazo, me hace bien? ¿Que espero los días para verlo y que sonrío como tonta al recordarlo como hacía mucho no sucedía?

—Gala, aún hay tiempo para sopesarlo.

Sus palabras me sacan de mis pensamientos y asiento en automático.

—¿Cuándo es?

—Este sábado —responde deprisa—. Bueno, nos iríamos el viernes porque tengo que manejar por varias horas.

—¿Pasado mañana? —Asiente—. Es muy rápido.

—Así es, ¿qué dices? —pregunta, deteniendo el vehículo por un semáforo en rojo.

Me mira con una cara tan angelical, y con unos ojos de borrego herido, que se me hace imposible negarme.

—Está bien —acepto y él sonríe, satisfecho—. Pero con una condición.

Y fuiste tú © [Saga Tú: libro 2] (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora