2. NIGHTMARE

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No, I ain't got nothin' to smile aboutI got no one to smile for

No, no tengo nada por lo que sonreír, no tengo a quién sonreír





No sé cuánto tiempo lleva sonando la alarma, pero definitivamente no es la primera vez que suena. Mis ojos parecen estar pegados, mi pelo sigue húmedo y tengo los dedos de los pies congelados por el frío de estar durmiendo desnuda.

Estiro la mano para apagar el teléfono, no lo alcanzo bien y acabo tirándolo al suelo. El sonido de como cruje me hace saltar de golpe, no me sobra el dinero como para comprar otro teléfono nuevo. Rezo antes de girarlo para que esté bien, hay una delgada línea que va de un extremo al otro de la pantalla, solo ha se visto afectado el protector. Suspiro, aliviada y es entonces cuando me fijo en la hora. Ya debería estar en clase.

Empiezo a ir de un lado a otro como una desquiciada, me visto con lo primero que pillo del armario, lo que me hace llevar calcetines de diferentes colores y seguramente un atuendo de mierda.

No tengo ganas ni de mirarme en el espejo.

¿Qué se supone que debería llevar el primer día de universidad?

Echo a mi bolso el portátil, un par de barritas de cereales y frutas y una botella de agua.

Tengo una resaca horrible, la luz del día intensifica mi malestar por lo qué utilizo las gafas de sol que guardo en la guantera, arranco el motor del coche y me cuestiono si todavía sigo un poco borracha para conducir.

Para mi suerte llego de una pieza a la universidad, me apresuro corriendo de un lado a otro por los largos pasillos del edificio. Miro el reloj y muerdo mis uñas frente a la puerta, debatiéndome si entrar o no. Según mi planificación las dos primeras horas son Historia del Derecho y ya llevan una hora de clase. Si abro la puerta me puedo encontrar dos cosas; tal vez están haciendo un descanso antes de la siguiente hora de clase o tal vez el profesor no da descansos y está dando la clase.

Mi mano tiembla ligeramente mientras empujo la puerta, una voz masculina grave resuena por los altavoces del aula, intento no mirar a nadie porque me siento mortificada al sentir decenas de ojos mirándome.

El profesor se queda en silencio y se acerca a la puerta.

—¿Puedo ayudarla en algo, señorita...? —pregunta con una dureza que me hace tragar con fuerza.

Mis mejillas se sonrojan y me siento tan intimidada que no soy capaz de mirarlo a la cara.

—Collins—respondo por lo bajo—Yo... Venía a su clase, señor.

—¿Y ha decidido saltarse la primera hora porque ya tenía esos conocimientos adquiridos?

Ahora está demasiado cerca y mi nivel de vergüenza va en aumento.

—Lo siento mucho, señor, no volverá a pasar—me disculpo mientras muerdo mi labio inferior.

—Por supuesto que no. No permito que ningún alumno interrumpa mis clases una vez han comenzado. Así que escúcheme con atención Srta. Collins, una vez suene el timbre no aceptaré que ninguno de ustedes entre a mi clase, no me importa que sea día de examen, de presentación o de clase. Pueden quedarse fuera y estudiar el temario perdido en la biblioteca.

Levanto la mirada y me quedo sin aliento, debe rondar los treinta y pocos y parece más un modelo que un profesor. Su cabello es rubio ceniza y lo lleva perfectamente peinado, tiene una mandíbula fuerte y unos ojos verdes grisáceos. Lleva un traje que tiene pinta de costar más que mi vida, y aunque no le queda precisamente estrecho se puede vislumbrar un cuerpo atlético debajo.

ACABA CONMIGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora