Capítulo 23: Limones

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25 de septiembre de 2011

La puerta se tambaleó.

Todos dirigimos nuestra atención a ella por encima del hombro, ignorando de momento la película que se reproduce en el televisor.

La puerta se abre.

—¡HOLA, HERMANITO! —Grita Heather en forma de saludo en cuanto Jude cruza el umbral de la puerta.

—¿Heather? ¿Qué haces aquí? —Pregunta asombrado, guardando sus llaves en el bolsillo de sus vaqueros desgastados.

—Estoy bastante segura que mamá te llamó y aviso que tendrías la visita de tu hermana favorita.

—Lo hizo, pero dijo que te abandonarían a las siete aquí. Y tú eres mi única hermana, no por ende la favorita.

—El vuelo se adelantó —explica vagamente la joven.

—Stella y Marcus te esperaron —me entrometo, otorgando una explicación más concreta—. Te llamé varias veces pero no contestaste y perderían el vuelo si seguían aquí. Se marcharon hace un par de horas.

—Estaba en las clases prenatales con Amy. Pudieron llamar anoche, H.

—No puedes culparme —Heather salta al diván, arrodillándose en él a mi lado—. Soy sólo una adolescente temperamental, incomprendida que vive bajo el techo de sus padres desafiándolos constantemente.

—Buen intento. —Jude se desplaza por la sala y se detiene detrás del respaldo del mueble, enfrente de su pelinegra hermana arrodilla—. Llegar a las nueve a la casa cuando te citan a las ochos no es rebeldía, hermanita —él besa su frente y la estrecha entre sus brazos.

Los hermanos McDaniel se amaban, discuten, pelean, como sucede entre los hermanos, pero se amaban.

El parto que tuvo que sufrir Rebeca para traerme al mundo fue largo y con complicaciones.
No deseó pasar nuevamente por eso.
Mis padres me dicen que yo fui suficiente para ellos, incluso más de lo que esperaban, lo acepté. Pero un hermano no hubiera estado mal en mi vida.
Luego conocí a la relación de Jude y Heather, la viví, me convertí en espectador de ella, y nunca quise más que nunca haber tenido un miembro extra en la familia.

—Bueno —los veo todavía abrazados. Me empujo con las manos y me alzo del diván ya que todo ha quedado aclarado—. Siéntate Jude. Prepararé más palomitas.

—Aquí tienes mi tazón, bliss —dice Ian sentado en el piso, extendiendo la mano con él.

—Nuestro tazón, acaparador —corrige Alex, aventajándose de su posición, recostada a su costado, le propina un codazo en las costillas. Ian hace una ligera mueca de dolor, pero termina rodeándola con un brazo sobre su hombro.

Tomo su recipiente, el de Heather y el mío.

—¿Cómo van las cosas con Amy, hombre? —Escucho a Ian comenzar a interrogar en un intento de seguir ignorando el maratón de películas románticas que iniciamos hace una hora, mientras cruzo el camino a la cocina.

Busco en la lacena otro par de paquetes de palomitas.
Tal vez tres, Jude ha llegado y eso significa más bocas que alimentar. Meto el primer bulto al microondas y presiono los botones ingresando el tiempo.
Mientras tanto, del refrigerador tomo otro embace de jugo y de los gabinetes otro vaso para él. Detengo el microondas antes de que haga ese ruidito indicando que está listo, dejo el paquete caliente sobre la encimera de granito, y meto el segundo al microondas.

—Con que... Heather me ha atiborrado sobre tu soltería —suelta Jude, ingresando a la cocina, acercándose a mi espacio personal—, y cómo esta es mi gran oportunidad.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora