Capítulo 18: Sueño erótico

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5 de septiembre de 2011

El rostro oculto en la almohada blanca, aún era capaz de distinguir un ligero rastro de barba, sabía quién era.
El cabello negro enmarañado, continúe el camino bajando por el largo del cuello, dando lugar a unos hombros anchos, sin parecer corpulentos, que enfatizando la delgada cintura.

Los brazos inertes a los costados, los bíceps relajados y las manos extendidas mostrando los largos dedos

La visión terminaba al final de la espalda baja donde el edredón blanco se arremolinaba no dejando obtener más.

<< ¿Qué carajos? >> 

Al despertar de golpe, la lluvia torrencial traquetea contra la venta.

Mi respiración suena irregular, como si hubiera corrido por lo menos tres millas sin descanso.

Una espalda había sido la protagonista de mis fantasías.
Era lo más cercano a lo que podía llamar sueño erótico.

Siempre había tenido una fascinación por las espaldas, son parte de la anatomía humana pero al mismo tiempo tan distintas en hombres y mujeres.

Y  yo sé a quién pertenecía el cuerpo de mis sueños, lo sabía.

*

6 de septiembre de 2011

Ian y Jude comenzaron a soltar palabrotas cuando el Manchester City falló un tiro libre directo a la portería, gritaban al televisor como si pudieran hacerse oír, hombres y sus deportes.

—¡Solo son un grupo de personas detrás de una pelota! —Despotrica Alex desde la cocina— ¡Despierten, culos inteligentes!

—Sí, sí, lo que digas, guapa —Ian hace un gesto con la mano, su atención sigue en la pantalla sin escuchar en verdad las palabras de Alex.

—Patán —refunfuño Alex.

—¡Alexandra!

—Vamos, Joy. Parecen zombis frente al televisor, solo gritan cuando el balón sale.

—Se llama futbol —trato de explicar, la primera lección que aprendí el primer fin de semana que llegué a este apartamento: si Manchester City jugaba, no habría fuerza o poder sobre natural que despegara a esos dos del sofá—. Tú deberías estar mejor acostumbrada que yo —disminuí la temperatura de la estufa, la pasta estaría listo en unos minutos.

No tengo ni idea de cómo este grupo de tres se alimentaría sin mí.
Comida rápida los siete días de la semana seguramente.

No me agradecen lo suficiente.

—Mira el lado positivo, Alex.

—¿Lo hay? —dice esperanzada.

—Desde la perspectiva femenina —abro el frigorífico buscando la salsa de toma que utilicé días atrás—. ¿Has visto la liga española alguna vez? Tienen todo un catálogo de nacionalidades que —finjo un estrepitoso suspiro— por amor de Dios, son guapísimos. Esos hombres pasarían como modelos sin duda —coloco el recipiente con la salsa en la mesa de granito que hay en el centro de la cocina.

—¿He escuchado bien, Van Acker? —vocifera Jude desde la sala.

Claro, ahora sí nos escuchan.

—¿Qué clase de ideas estas metiendo en la cabeza de mi chica, bliss? —Siguió Ian.

Ambos olvidaron el juego, sus cabezas se asomaban sobre el diván viendo a la cocina, viéndonos a nosotras.

A segunda vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora