Mi cuerpo casi sin fuerza se levantó y me acerqué.

Mick fue quien terminó consolandonos a nosotros dos, atentos ambos a los celulares por las posibles noticias que pudieran surgir ante el accidente que había sufrido ella.

Llamé a su madre, intentado por quinta vez esta última acción, hasta que contestó, con la voz quebrada y en leves susurros.

—¿Clarita?— dijo, haciéndo que yo me paré de la cama rápidamente, tomando el celular entre mis manos para poner el altavoz.

—Hey... hola, Mary. ¿Cómo estan los chicos, como estas tú? ¿Que hay de Caro? ¿ella está bien? vi el accidente hace un rato... no he parado de llamarte, lo siento por eso, pero estamos asustados.— traté de explicar, mientras su voz me decía que había estado llorando por un largo rato.

—Cla... ella está bien. Sólo fue un susto. Tranquila mi niña.— y por fin pude respirar.

Suspiré mientras me dejaba caer al suelo, me senté entre lágrimas por la compresión que había tenido mi pecho durante esas horas que se hicieron eternas.

—Perdón por no estar ahí... perdón. Dígale que la amo con toda mi alma.— dije, secando mis lágrimas mientras detrás se escuchaba la risa de Carola.

—Maldita zorra, ¿me tengo que casi morir para que aceptes que soy lo mejor que te pasó en la vida?— dijo, causando una leve risa en mi.

—La próxima que me asustes así la que se va a morir voy a ser yo, Carolina. Casi me agarra un ataque.— hablé, mientras su inconfundible risa llenaba la habitación, haciendo que las lágrimas vuelvan a caer.

—Te amo, Clara. Dejá de llorar.— y allí fue cuando solté un leve sollozo, sintiendo los brazos de Lance alrededor de mis hombros.

—Perdón, pero sabes que digo la verdad. Estamos juntas en esto, Caro. Siempre estuvimos juntas en esto y me niego a dejarte ir algún día. Me.. me asusté mucho.— Lance secó mis lágrimas mientras Mick bajaba, diciendo algo que no alcancé a escuchar, o al menos algo a lo que no presté demasiada atención.

—Claro que estamos juntas en esto, Gale.— dice.

—Me niego a tener que vivir una vida en la que no estés, Carolina. Sos mi otra mitad.— le digo, sosteniendo mi celular entre mis manos.

—Te amo. Te amo, perdón. Por todo.— dice ella, haciendome notar como su voz estaba quebrandose poco a poco.

—Perdón por no llamar... por alejarme de esa manera. Simplemente no te merezco.— mis manos temblorosas se aferraron a ese aparato, que me hacía sentirla tan cerca y lejana a la vez, con un continente y miles de kilometros separandonos.

—Si. Si me mereces. Si nos merecemos. Por eso nos mantuvimos juntas durante más de diez años, y nada nunca será lo suficientemente fuerte como para hacerme pensar lo contrario. Caro, cuidate mucho, porfavor. Te necesito.—

Unos minutos más tarde dejé a Lance hablando con Caro, y me dispuse a bajar las escaleras mientras veía como Mick se adueñaba de mi cocina, preparando la cena para los tres. Sonreí al verlo tan concentrado, tratando de no llorar por la cebolla que estaba cortando.

—Gracias.— dije, agarrando las mangas de mi propio sweater mientras el rubio se giraba.

—¿Gracias? ¿por?—preguntó, como si no fuera obvio.

—Simplemente, por estar... por existir. Por ser tan buen amigo y tan buena persona, Mick.— hablé, visualizando como el ladeaba levemente su cabeza en una leve sonrisa.

—Aw, que tierna.— dice, abriendo sus brazos para que yo lo abrace. Aunque el abrazo no duró más que unos pocos segundos, ya que el timbre sonaba con intensidad. — Bueno... no estaba seguro de que yo sólo podría controlar la situación, me paniquée y no pude evitar llamar a alguien hace un rato...—

—¿A quién llamaste, Mick?— pregunto, mientras me alejo de él para abrir la puerta.

De repente siento como un cuerpo prácticamente se abalanza sobre mí, agarrandome con fuerza.

La mochila en sus hombros, su pelo corto y el hecho de que cada milimetro de su cuerpo era de conocimiento propio para mí me hicieron conocerlo casi al instante, además de ese perfume que solo a él le quedaba de la manera que debía ser llevado.

—Vine lo más rápido que pude, mi amor. Acá estoy.— me dice, en un susurro, mientras yo me aferro a su cuerpo lo más que puedo, mordiendo mis labios para no volver a llorar.

—No puedo creer lo suertuda que soy de tenerte.— digo yo, en un leve susurro, sintiendo la risita de mi novio, con su mano acariciando mi cabello.

Dejó un beso en mi cabeza y cubrío mis mejillas con sus manos, corriendo las lágrimas que se iban justo con un suspiro. Esbozaba una sonrisita que me daban ganas de llorar mil años más.

—Gale, amor. Dejá de llorar. Mick me dijo que Caro está bien, Clarita.— me dice Lando, sonríendome mientras seguía tratando de secar mis lágrimas.

—Es que... no viste el accidente, Lan. Pensé que se moría. Y simplemente no podría conmigo misma si la pierdo a ella.— él me acurrucó en su pecho, dejandome oír como los latidos de su corazón tranquilizaba lo agitada que estaba mi respiración.

Dejó varios besos en mi cabeza, sin soltarme un solo segundo, manteniendome entre sus brazos y acariciando mi cabello.

Finalmente me dormí, en el sillón, sobre su pecho, sintiendo como su voz se perdía con el tiempo, agarrandolo para que no se vaya de mi lado.

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