El novio de JeongHan es muy tímido, extremadamente tímido. O eso es lo que piensa Joshua cuando ve al hombre alto esconderse detrás del castaño como si buscara la protección del mismo.
—JeongHan, te quiero mucho, pero no puedo hacer esto —dice, entre ojos llorosos y moqueos, aguantando no quebrarse ahí mismo.
—¿Por qué no? Solo tienes que pedir la orden.
—Es que me da vergüenza…
Eran tiernos, en realidad. Su amigo le tenía bastante paciencia al de lentes en lo que respecta a cuestiones sociales. A WonWoo no le gustaba hablar en público, en llamadas ni en grandes grupos, es una persona que si se siente incómoda se cierra con los demás y cuando menos te das cuenta desaparece (a su casa en el mejor de los casos y a llorar al baño en el peor). Y JeongHan, bueno, JeongHan es JeongHan; no conocía a nadie tan desvergonzado y caradura como él, aún recuerda la vez en la que amenazó al gerente de un bar con denunciarlo si es que no obtenía un reembolso por una estupidez.
Eran probablemente la dinámica de madre descarada y con nula responsabilidad afectiva, y el hijo de pocas habilidades sociales e hipersensible. Pero con la diferencia de que son pareja, ambos sensibles y uno con menos responsabilidad afectiva que el otro.
—¿No puede Joshua pedir la orden? —pregunta de repente, saliendo de su escondite para mirarle directamente—. Shuaa~, ¿no te molestaría pedir por mí?
Y Joshua, en medio de aquellos dos candidatos aptos para pacientes psiquiátricos, sonríe abatido.
—Lo haré porque eres lindo, y porque JeongHan me cae mal.
WonWoo celebra y el castaño hace una mueca ofendido, dejando lo que está haciendo.
—No vuelvas a llamar lindo a mi lil meow meow, porque no lo es. Yo soy el lindo de la relación, Shua. Que te quede clarito.
Era divertido pasar el rato con ellos, en medio del caos y chistes pesados que acaban en llantos y mimos. A veces deseaba ser un minino para que lo adoptaran, pero le dolía pensar en ser un gato con padres adoptivos separados.
