Razones Extrañas

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Lloraba frente a la puerta del baño. Mi madre estaba adentro y no podía escuchar sino quejidos sordos. Estaba sola con ella y no entendía por qué no salía. Tenía apenas tres años. Vivía con mi tío, mi mamá y mi abuelito. Mi papá hacía poco se había ido de la casa. Era una casa grande para nosotros cuatro. Muchos habían vivido allí, pero ya se habían ido, mi tía, mi papá. No entendía porque poco a poco, nos abandonaban.


Veía a mi padre los fines de semana, cuando salíamos a parques y a bosques. Él se entretenía tomándome fotografías espontáneas, mientras yo no paraba de jugar. Mi papá era muy cariñoso conmigo, nos divertíamos mucho; recuerdo una vez que me llevó a comer pescado y la espina se atoró en mi garganta, estaba muy asustado. La señora que nos vendió el pescado lo tranquilizó y le dijo que me diera arroz para pasar la espina, todo fue un pequeño susto del que me prohibió hablar con mi mamá.

Ese día en la mañana mi mamá estuvo muy activa organizando toda la casa, limpió todo como siempre, dejando la casa impecable. Le encantaba tener su casa bonita. Después de esto, se metió a bañar, yo, solo gritaba que me abriera, pero no se si me escuchaba, el agua caía a chorros, era un sonido fuerte.

Estaba sola y asustada, ella era mi refugio y ahora no respondía. Mi tristeza era cada vez mayor, no sabía qué hacer, lo único que se me ocurría era llorar. En ese momento no pensaba en nada más que en perder a mamá, ella me había enseñado a amar, a entender el significado de mi vida, era mi todo, mi presente, no podía perderla, no me podía quedar sin su amor.

Después de un tiempo sentí unas llaves en la puerta, era mi tío, había llegado y me sintió llorar, corrió a ver qué me pasaba. Le conté que mi mamá estaba atrapada, que la ayudara. Él se agachó, me sonrió y me dijo que todo iba a estar bien, que no me preocupara. Como pudo intentó abrir la puerta del baño, pero no lo logró. Decidió revisar si podía entrar por una pequeña ventana que estaba en la parte externa de la casa. Fue por una escalera, la llevó hasta allá, escaló, quitó la ventana con mucho cuidado, para no lastimar a nadie. Afortunadamente mi tío no era muy grande y logró entrar. No podía creer lo que estaba viendo, mi mamá estaba en la ducha desnuda y débil. Su cuerpo temblaba y estaba pálida, apenas se le escuchaba un leve quejido. Mi tío notó algo envuelto en una toalla, en el piso cerca de la ducha. Se acercó bien para observar que era y notó que era un niño. No hacía ruido, era muy pequeño y estaba frio. Nadie en la casa sabía que estaba embarazada, lo había ocultado todo el tiempo, solo ella entendía las razones.

Mi mamá había pasado por situaciones muy complicadas. Su madre había muerto cuando ella tenía catorce años, quedando como responsable de las labores del hogar. Cocinaba y hacía el oficio de su casa, mientras terminaba su bachillerato. Sus salidas eran restrictivas, mi abuelo la cuidaba mucho y no permitía que tuviera amigos. Su decepción fue mayor cuando se dio cuenta que había quedado embarazada de su novio, tres años después de la muerte de mi abuela, a sus diecisiete años. Se graduó del colegio conmigo en su vientre; cuando nací fui la consentida de mi abuelo y le perdonó el haberlo decepcionado. Mi papá la apoyó en todo momento, pero su relación se había vuelto tormentosa, por esto se había ido. Eran dos jóvenes aprendiendo a ser padres y no había resultado de la mejor manera.

Mi tío cerró la llave de la ducha. Revisó a mi mamá y vio que estaba muy fría. Rápidamente la envolvió en una toalla, luego tomó a mi hermanito en sus manos, lo revisó y observó que respiraba. Decidió ir por unas tijeras y cortarle el cordón umbilical. Sus conocimientos médicos eran pocos, pero su instinto por salvar a su hermana y sobrino lo estaban llevando a tomar la mejor decisión. Llamó a mi abuelo para que se quedara conmigo para poder llevar a mi mamá y al niño al hospital. También llamó a mi papá a contarle que tenía un nuevo hijo. No podía creerlo que estaba escuchando, era nuevamente padre y no sabía. Para todos fue un gran impacto entender que aquel niño había estado dentro de mi madre todo este tiempo; ella nunca había ido al médico y ocultaba su embarazo con ropa más ancha y simulaba que había subido de peso.

Luego de unas semanas mi mamá llegó con mi hermanito a casa, al poco tiempo mi papá también volvió con nosotros. Al principio no entendí que estaba sucediendo, alguien había venido a ocupar mi lugar. Todos estaban pendientes de aquel niño, que había nacido en extrañas circunstancias y que nadie esperaba. Luego entendí que estaba aquí por alguna razón y había sobrevivido a pesar de todo. Seguro venía a enseñarnos cosas maravillosas en este paso por la vida.  

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