Capítulo X

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La lluvia caía a cantaros y un empapado Pilar de la Flama arribaba a su hogar.       

—¿Cómo está? — Inquirió Kyojuro, retirándose el empapado haori del cuerpo y colgándoselo al hombro.

—¿Qué esperas que te diga que no sepas tú?, no ha salido de ahí en tres días y se rehúsa a dejarnos pasar a Senjuro o a mí. — Comentó el padre del Pilar. —. Además, su hermana lleva todo ese tiempo dormida, y no parece tener intenciones de despertar pronto. —¿A ti como te fue?

El rubio negó con la cabeza.

Emitiendo un leve gruñido, Kyojuro ingresó a la propiedad y caminó por los pasillos hasta llegar a la cocina. Tras escuchar su goteante presencia, Senjuro se acercó con una toalla para recibirlo y tomar el mojado haori para llevarlo al cuarto de lavado.

—Asegúrate de ducharte y secarte bien — Aconsejó. —. Si te resfrías ya no podrás estar cerca de Tanjiro-San.

—No te preocupes, Senjuro — Respondió el mayor. —. ¿Hiciste…?

—¿La comida para Tanjiro-San? — Se le adelantó el menor. —. Está en la mesa.

Su hermano sonrió agradecido y se acercó al menor para acariciarle el cabello.

—No tienes idea de lo importante que esto es para él…
                    
—No es nada — Respondió Senjuro, ligeramente sonrojado. Pero un segundo después cambio su expresión a una de completa preocupación. —. ¿Crees que se encuentre bien?

El Pilar meditó por un momento su respuesta y después asintió con una sonrisa en los labios.

—Con esto que tú haces por él, estoy seguro de que lo estará muy pronto.

Dejando a Senjuro un poco más tranquilo, Kyojuro, con la bandeja de comida en las manos, caminó despacio hacia la habitación que le pertenecía y en la que se encontraba resguardado un decaído joven de cabellera escarlata. Deslizo la puerta para abrirla e ingresar en el cuarto, repitiendo la acción para cerrarla y ahogar detrás de él el elevado golpeteo de la lluvia con el suelo.

No muy lejos de él, un devastado Tanjiro dormitaba recostado sobre el futón del suelo y permanecía oculto por las cobijas que le cubrían el cuerpo. A Kyojuro le partía el alma ver a su muchacho, que alguna vez estuvo lleno de luz y energía, en ese estado.

Caminó con cuidado por la habitación hasta colocarse en cuclillas junto al bulto que Tanjiro formaba. No lograba entender como o por que el joven se negaba a dejar pasar a cualquiera que no fuera a él, pero respetaba su decisión y eso le impulsaba a trabajar el doble de duro para intentar darle ánimos, aunque sea para comer.

Tomando asiento fuera del futón, acercó una de sus manos y la introdujo dentro de las sabanas para tomar y acariciar con delicadeza la cabellera del menor. Tanjiro se removió un poco y salió despacio de su escondite; aunque la luz resultaba pobre en la habitación, perfectamente se le podían notar los ojos hinchados y las mejillas empapadas. Kyojuro se apretó muy fuerte el pecho.

—Rengoku-San… — Sollozó.

—¿Cómo estás, mi muchacho? — Preguntó el Pilar, dejando la bandeja con la comida a un lado para tomar a Tanjiro entre sus brazos y acariciar con cuidado su espalda. Tanjiro no respondió, pero, y aunque tenía la nariz tapada, el agradable aroma del mayor bastó para relajarle un poco.

Kyojuro, aunque le hubiera encantado hacerlo, no necesitó oír su voz identificar muy bien la situación en la que se encontraba.

Ese tipo de muestras de afecto se volvió recurrente entre ellos desde que se dio todo aquel evento en el bosque junto al Pilar del Agua.

Me lo dijo un cuervo | KyotanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora