Capítulo IX

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—Kamado Tanjiro…

La indicación fue baja pero bastante clara a oídos del emplumado animal. Posado sobre sus dedos, se inclinó un momento sobre el oído de su amo y susurró sutilmente todo lo que el Pilar del Agua deseaba saber.

—¿En la finca Rengoku? — Replicó, sorprendido.

Su oscuro amigo asintió con la cabeza, dejando por los suelos el animo del pilar.

—No sabía que Rengoku fuera un ladrón… — Murmuró, decepcionado. —. Búscalo…

El cuervo dio un salto y, haciendo el menor ruido posible, batió sus alas rumbo a su destino. Mientras tanto, sentado y recargado sobre la gruesa rama de un gigantesco árbol, Giyu permaneció sereno, esperando su regreso.
    
             
    
    
Después de la casi amenaza de muerte que el pilar de la flama lanzó al ave, este se quedó observando en la dirección en la que Tanjiro se acababa de marchar. Aun cuando le aseguró la importancia de su situación, no podía evitar sentirse angustiado… Tenía un muy mal presentimiento a todo ello.

—Por si acaso… — Dijo el rubio y se levantó de su lugar para buscar un pergamino y escribir una nota para su padre y su hermano.

—¡Tomioka-San! — Exclamó el muchacho al percatarse de la presencia del pilar. —. Así que se trataba de usted.

Giyu ni se inmutó.

Con una habitual expresión plagada de seriedad en su rostro, miró al chico de pies a cabeza. Efectivamente, resultó ser verdad lo que su cuervo le contó al respecto. Eso generó cierto recelo en él.

—No sabe cuanto me alegra verle, aún mas el saber que se encuentra bien de salud. — Comentó el joven de rojiza cabellera, sonriendo radiante al hombre frente a él.

Nuevamente, Giyu no emitió sonido alguno y permaneció observando con detenimiento al muchacho. Por su aroma, Tanjiro pudo percatarse de que algo entre ellos no se encontraba en orden; El mayor desprendía una fragancia distinta, similar a la de una uva amarga.

—Eh… ¿Se encuentra todo en orden? — Inquirió Tanjiro.

Tomioka no respondió.

El silencio entre ambos prevaleció, siendo algo que incomodó de cierta forma a Tanjiro, quien al no saber lo que pasaba por la mente de Giyu, no se le ocurría alguna frase o pregunta para seguir la conversación.

Entonces, el mas alto se aproximó hacia donde Tanjiro se encontraba, acortando considerablemente la distancia entre ambos. El corazón del joven espadachín se aceleró de golpe al sentirlo cada vez más y más cerca, cerrando los ojos ante la posibilidad de ser reprendido por algo. Y cuando sus cuerpos estuvieron a nada de rozarse, Giyu terminó pasando de largo, pero deteniéndose un momento detrás del chico.

—Andando. — Fue lo único que le dijo.

Tomó firmemente a Tanjiro de la muñeca y comenzó a caminar tirando de él.

—¡¿E-Ehh?! — Exclamó el menor. —. E-espere un segundo, ¡¿A dónde vamos?!

Confundido por lo que pasaba, el menor intentó forcejear, pero, tan pronto como lo hizo, se dio cuenta de que sería una completa perdida de tiempo; Tomioka era considerablemente más fuerte que él. Sin embargo, no se rindió.

—Has huido de tu deber y permanecido oculto en la finca de uno de los nuestros. Procrastinando por semanas tu entrenamiento conmigo para convertirte en mi sucesor… — Murmuró Giyu, casi tan tranquilo como siempre.

Lograba disimular bastante bien lo molesto que se sentía.

—Tomioka-San… por favor, suélteme. — Suplicó Kamado, forcejeando con todas sus fuerzas al apretado agarre del Pilar, quien solo hizo caso omiso a su petición y siguió avanzando.

Para su suerte, o desgracia, una silueta dorada emergió fugazmente de la nada e intervino en el forcejeo a favor de la liberación del joven de ojos magenta. Kyojuro Rengoku, más serio que nunca, apretaba con fuerza la muñeca del pilar del agua.

—Rengoku-San… — Suspiró Tanjiro.

—Suéltalo. — Le ordenó.

Aquella atemorizante voz y el abrumador aroma que desprendía, bastaron para erizar cada centímetro de piel del mas joven.

Giyu se detuvo. Pero en vez de seguir las ordenes del rubio, solo se dedicó a mirarlo sin replicar.

—Él no quiere ir contigo y yo no quiero pelear contra ti. Así que, por favor, déjalo en paz. — Repitió Kyojuro.

—Kamado tiene el deber y la obligación de fortalecerse bajo mi tutela para convertirse en el siguiente Pilar del Agua — Comentó Giyu, sorprendiendo internamente a Kyojuro. Nunca le había oído hablar tanto y tan seguido. —. Yo tampoco busco pelear, Rengoku. Así que te suplico que me sueltes.

—Aun si ese es su deber, no puedes obligar a Kamado a convertirse en algo que no quiere ser. Así que no, no pienso soltarte hasta que tú lo hagas primero.

El ceño de Giyu poco a poco comenzaba a fruncirse y se notaba con claridad, bajo su pálida piel, como su mandíbula se hallaba más apretada que nunca.

—Yo no puedo hacer de él mi sucesor, pero ¿tú sí?

Al oír eso, la molestia del Pilar de la Flama solo se incrementó. Pues lo cierto era que todos y cada uno de los argumentos que su camarada lanzaba al aire tenían razón. Después de todo, Kamado entrenó durante años para dominar y perfeccionar la respiración del agua. Sin embargo, había una buena razón por la cual el menor habría optado por seguir su legado que el de Tomioka, y estaba dispuesto a apostarlo todo por defender esa misma razón.

Por otro lado, Tanjiro dejó de forcejear dado a que un gigantesco sentimiento de culpa penetró y se apoderó enteramente de su ser. El aroma de ambos, plagado de rabia y resentimiento, terminó agobiandolo por completo. Sentía que, si no intervenía, dentro de pronto, una catástrofe se desataría entre ambos Pilares. Pero le era imposible buscar una manera de frenar aquella confrontación; Tomioka no prestaba atención a lo que le decía y Rengoku estaba tan furioso dentro de sí que intentar tranquilizarlo sería como intentar apagar una hoguera con un abanico.

Finalmente, y antes de que pudiera decir o hacer algo, Giyu, derrotado, terminó por liberarle de la muñeca y dándoles la espalda a ambos. Rengoku, sorprendido, hizo lo mismo al sentir como el Pilar del Agua empezó a ejercer fuerza en su muñeca. Su aroma cambió drásticamente; pasó de ser amargo a uno bastante agridulce. Y Tanjiro supo de inmediato que esto se debía a la inmensa decepción que el Pilar albergaba en su interior.

Giyu sintió que ya no tenía ningún motivo para permanecer en ese lugar, mucho menos seguir discutiendo por algo en donde sus posibilidades de obtener una victoria justa se encontraban por debajo del suelo.

Una diminuta gota de agua resbaló por su mejilla e inmediatamente la limpió con su pulgar… ¿Comenzaba a llover?

—Tomioka-San…

Demasiado tarde… Giyu ya se había ido.
      
        

Me lo dijo un cuervo | KyotanWhere stories live. Discover now